Acecho

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Tomó asiento con la carta en sus manos, leía y releía, una ligera sonrisa se movía en sus labios. Se dio por vencida y se llevó el papel hacia el pecho, Indudablemente Marcela sabía cómo podía debilitarla. Y si la perdono, pensó. Pero no, no podía permitirse eso, no podía fallarse a sí misma de esa manera. Ceder era mostrar que, como siempre, podían elegir herirla y ella se conformaría con eso, cuando en realidad no era así. Por otro lado, estaba totalmente derretida con el detalle. Se paseo por la oficina por un largo rato admirando los detalles. Se fijo en que algunos de los ramos tenían notas cortas. Palabras tiernas, apelativos. No podría soportar mucho si Marcela jugaba así de fuerte, así que, para darle una lección, llamó a Aura María a su oficina. No sin antes guardar en un cajón con llave las tarjetas y la carta, junto con el ramo de tulipanes amarillos que tanto le había encantado.

- Dígame, Betty – Aura María abrió los ojos y se llevó una mano a la boca al entrar a la oficina – ¡Ay, no! Pero qué es esto tan divino, Bettyyyyy. No, yo me muero.

- Ningún me muero, Aura María ¿usted sabía algo de esto? – la miró con firmeza, pues ya se le hacía rara esa invitación a almorzar de su secretaria.

- Noo, no, Betty – no fue capaz de sostenerle la mirada – mija, si yo hubiese sabido me vengo aquí para verle la cara a usted.

- No le creo, sabe se me hace muy rara esa invitación suya, esa insistencia porque nos quedáramos otro rato ¿usted está segura de que no se prestó para esto? – volvió a inquirir con más molestia.

- Betty, ¿pasa algo? ¿Usted está peleando con doña Marcela, cierto? Mire que estos días no las hemos visto, Están todas distantes y yo las he notado bastante mal a las dos. Betty, confíe en mí, dígame qué pasa.

- No pasa nada, Aura María. Solo que no quiero este tipo de cosas en la oficina, hágame el favor y reparta esas flores en la empresa o bótelas o haga algo con ellas, pero no las quiero ver aquí.

Aura María estaba en shock. Algo muy grave debió pasar para que Betty decidiera deshacerse de eso. Algo demasiado para que eligiera regalar todo y hacer de cuenta que ese hermoso detalle, esa muestra de amor, nunca existió.

- ¿Betty, segura? Mire que esto está precioso, no de la como pesar botar todo esto.

- Segura, Aura María. No quiero preguntas, solo ayúdeme con eso o si quiere le digo a Sofía y a Bertha – su tono de voz fue severo.

- No, Betty, tranquila. Yo lo hago, aunque les voy a pedir ayuda.

- Bueno, muchas gracias. Voy a estar trabajando en la sala de juntas, me avisa cuando ya mi oficina esté intacta- y sin más tomó unos documentos, lápices y otras cosas y se encerró en la sala de juntas.

Marcela estaba esperando alguna reacción, pero esta no llegó, casi media hora después Patricia llegó a su oficina con cara de tragedia. Marcela se imaginó lo peor.

- ¿Qué pasó? – preguntó con angustia.

- Marce – se sentó frente a ella con gesto lastimero – Betty le ordenó al cuartel que regalaran las flores o las botaran, todo mundo tiene ahora ese montón carísimo de flores.

- ¿Es en serio? Dios mío, esta mujer me va a escuchar.

- Marce, ten cuidado, yo creo que ella está aún muy dolida, deberías esperar.

- Esperar qué, Patricia, ¿que se me vaya? ¿Qué Armando la ronde? No, yo no voy a esperar a que alguien venga y se la lleve de mi vida – sus ojos se llenaron de lágrimas – yo no puedo perderla ¿entiendes?

Destino - Marcela y BettyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora