Mazas y Catapultas

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Habían estado el resto del día haciendo compras para todos. Beatriz para sus padres, Nicolás y el Cuartel, Marcela para Patricia, sus hermanos y Freddy. Caminaron mucho, Andrea las acompañó e hizo sus veces de guía. Al final de la tarde, estaban agotadas. La morena las llevó a la cabaña. Entrando allí, Beatriz recibió una llamada de su madre. Le contó casi todo, excepto que estaba comprometida, eso sí quería decírselos en persona, incluído a don Hermes. Pero no iba a dañar su cabeza pensando en lo que pasaría. Al fin y al cabo, estaba preparada y decidida a todo.

Marcela dejó las compras a un lado y se tiró a la cama. En realidad estaba agotada. Se acostó boca arriba, mirando su anillo de compromiso. Sonreía como una tonta y miraba a Beatriz en el balcón charlando con su madre. Sabía que tenía una conversación pendiente con su suegra.

Marcela no tardó mucho en quedarse dormida. Beatriz aprovechó y salió de la cabaña, quería llamar a Catalina, contarle todo y comenzar a prepararse para su boda.

Catalina lloró al recibir la noticia del compromiso y por supuesto, sería la organizadora de esa ceremonia. Le contó a Beatriz que Armando la había llamado a preguntar por ella y que, para no agrandar el problema, solo le había contestado que ya la dejara en paz, que estaba con la mujer de su vida.

Fue al restaurante y llevó algo para comer. Estaba segura que Marcela despertaría hambrienta, si es que despertaba. Cuando entró a la cabaña, su prometida aún dormía. Se dió un baño y luego se fue al balcón, a pensar en lo que venía para su vida. Sabía que una vez le confesara a su padre sus sentimientos, sus decisiones, probablemente la desconocería como hija. Eso le dolería, pero si ese era el precio por amarla, lo pagaría. También pensaba en su futuro laboral. Pronto saldría de Ecomoda, estaba segura. Los Mendoza no permitirían que siguiera, tal vez era lo mejor. Igual, el desempleo ya no le preocupaba, ahora tenía como empezar de nuevo, con su propia empresa y de la mano de Nicolás.

A las 9 de la noche una Marcela somnolienta apareció en el balcón. Estaba asustada al no verla junto a ella en la cama. Le dió un beso y fue a darse un baño, al ver que Beatriz también lo había hecho. Cuando salió, Beatriz había servido la cena para las dos en el balcón. Cenaron hablando sobre la ceremonia y Beatriz le recordó la reservación en Isla Palma. El lugar estaba definido, se casarían en Isla Palma y allí iniciaría su luna de miel.Cuando terminaron de charlar, era casi medianoche, pero no tenían sueño. Recogieron la mesa y se fueron a la hamaca. La brisa fría de la noche les advertía la posible lluvia que estaba por llegar.

- ¿Cuánto va a durar nuestra luna de miel? - preguntó Marcela mientras Beatriz la acunaba entre sus piernas.

- No lo sé, tal vez dos semanas, ¿Te parece?- dijo comenzando a besarle el cuello.

- Si sigues haciendo eso tendremos que adelantarla, amor - admitió mientras se derretía.
- Por mí no hay problema, podemos comernos el pastel antes de la fiesta - le susurró al oído mientras una de sus manos acunaba y masajeaba con suavidad uno de los senos de su prometida.

- Eso pasó hace rato, ¿Recuerdas? - soltó un quejido cuando Beatriz le jaló el pelo para exponer el otro lado de su cuello- me acorralaste en el ascensor.

Beatriz se rió y siguió besándola.

- Sí y luego de eso no pude parar. Terminé en una playa del Pacífico pidiéndote que te cases conmigo mientras una Yubarta saltaba frente a nosotras.

- Entonces sigamos comiéndonos el pastel - Marcela ya estaba rendida. Solo esos besos en su cuello, esas caricias precisas bastaron para estar dispuesta.

Minutos después estaban desnudas, las prendas quedaron regadas en el sueño mientras Beatriz se montaba sobre el pubis de Marcela y comenzaba a frotar su vagina contra ella. En ese momento, comenzó a llover fuertemente.

Destino - Marcela y BettyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora