Algo contigo

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Los besos, las caricias y los halagos iban y venían, así como otras dos rondas de bebidas. Fue entonces que Beatriz cayó en cuenta decidió dejar de beber. Ya el alcohol estaba haciendo estragos en su sangre. Con cada beso, con cada caricia sentía que no podía más y acabaría entre las piernas de Marcela. Sus pies estaban enredados bajo la mesa y reían.

En el ambiente todo era dicha. Era plenitud y alegría.

— ¿Cómo terminó de irle en Miami? — preguntó Beatriz recostando su cabeza en el hombro de Marcela.

Marcela le dio un beso y se inundó las fosas nasales del olor floral de su cabello.

— Bien, todo quedó prácticamente listo. Lo demás son reformas que no necesitan de mí. Y pues hay gente calificada para eso. En cambio, yo sí tenía que venir a verla...— le dijo dándole besos y abrazándola.

— Sí, ya era hora. Ecomoda no es lo mismo sin usted— Beatriz correspondió al abrazo — ahora tenemos que hablar sobre lo que viene... Usted sabe ... Pues — no sabía cómo plantear el tema sin que sonase apresurado.

Marcela asintió y se giró para estar frente. Con la elegancia que la caracterizaba y la elasticidad que tenía, pasó una pierna sobre la banca para poder acercarse más a Beatriz y casi que atraparla entre sus piernas. Y como se le estaba volviendo costumbre, la abrazó por la cintura.

— Sí se refiere a nosotras — lanmiraba fijamente con ternura— por mí no hay problema, y soy plenamente consciente del revuelo que esto pueda ocasionar — subió una mano y le apartó el cabello de uno de sus hombros — si quiere podemos esperar, porque sé que eso puede ser perjudicial para usted — comenzó a darle besos en el cuello y seguía hablando — podemos manejarlo, vernos fuera de Ecomoda ... Aunque eso sí, siempre que pueda iré a su oficina a... robarle un beso... Tal vez dos ... O tres— ascendió hasta el lóbulo de su oreja y lo mordió suavemente mientras Beatriz estaba aprendiendole la cintura con las manos y soltó un leve quejido que no pudo contener.

— Podría ser así por un tiempo mientras vemos... — ahogó un gemido cuando ella le mordisqueó el cuello— pare por favor — Marcela sonrió pegada aún a su cuello, no sabía si la enloquecía ese cuello o el ser testigo directo de lo que podía generarle a Beatriz con su boca. Paró y se irguió para mirarla nuevamente con una sonrisa de satisfacción — mientras vemos qué pasa. Hay mucho trabajo en la empresa y no quiero que esto genere algún problema o algo así. Usted sabe cómo es Ecomoda.

— Claro que lo sé y por eso estoy de acuerdo con usted— tomó aire y habló — Beatriz, yo no estoy jugando. Quiero que esto siga hasta donde tenga que llegar. No me importa el mundo, hoy y de ahora en adelante, importo yo y lo que siento y lo que quiero. Ni Armando, ni sus papás, ni "los de mi clase" cómo usted los llama. Quiero vivir, eso es todo y a su lado— le tomó las manos — estos momentos que hemos pasado, aún con la distancia, me han dado vida.

Beatriz sintió que algo se le atoró en la garganta al escucharla. Ella, que había sentidos y padecido la desgracia de un mal amor lleno de secretos, por primera vez, sentía la plenitud de un amor correspondido y sincero. Era amor, eso era y lo sabía, pero no debía decirlo aún, no debía apresurarse.

— Yo también quiero esto. Y sé que debemos ser cuidadosos por un tiempo, al menos hasta la colección. Pero no quiero perderme más la vida inmersa en lo que ya fue. Quiero este presente, así, como ahora, con usted a mi lado mirándome de esa manera con esos ojos hermosos que tiene y que me enloquecen , Marcela. Eso quiero.

Se fundieron en un beso cargado de emociones. Por el momento no hacía falta más que la claridad de sus sentimientos. Eso les bastaba para seguir.

Un silencio se hizo por unos segundos hasta que una melodía armónica llenó de una atmósfera romántica el lugar. Marcela se emocionó, conocía esa canción y sentía que no pudo haber sonado en un mejor momento, comenzó a cantarla mientras ahora era ella quien se recostaba en el hombro de Beatriz. El alcohol también le estaba haciendo mella y se sentía ligera, libre, sensible y correspondida.

¿Hace falta que te diga
Que me muero por tener algo contigo?
¿Es que no te has dado cuenta
De lo mucho que me cuesta ser tu amiga?

Ya no puedo acercarme a tu boca
Sin deseártela de una manera loca
Necesito controlar tu vida
Saber quien te besa y quien te abriga...

Beatriz se quedó quieta escuchándola cantar. Se le estaba metiendo en el corazón de una manera tan rápido que no había nada que pudiera hacer para deterla. Su voz era preciosa, afinada. Cantaba a la perfección y con sentimiento y eso le fortaleció el alma. Estaba tan conmovida que sintió ganas de llorar porque no podía contener el sentimiento. Era casi irreal y le estaba sucediendo a ella. La vida le estaba mostrando la luz después de todo el infierno.

Marcela levantó la cabeza y vio que Beatriz estaba inmersa en sus pensamientos.

— ¿Pasa algo? — preguntó girándole el rostro y notó que estaba a punto de llorar.

Beatriz sonrió y la miró queriendo que entendiera su mirada. Era difícil, Marcela no conocía toda su historia. No sabía lo complejo que le resultaba ser merecedora de amor, de atención y de vivir algo así. Ahora era fuerte y segura, bonita, pero algunas huellas de su pasado aún volvían de vez en cuando. Como un autosabotaje.

— Es que solo — le acarició una mejilla — a veces me cuesta creer que es real— se tiró a sus brazos y hundió la cara en su cuello. Era real.

— Claro que lo es. Es tan real que crucé medio continente y le puse fin a todo mi pasado por usted. Porque yo también quiero este presente y el futuro, sea cual sea, Beatriz.

Beatriz asintió aún pegada a su cuello y también le dejó una rápida lluvia de besos que hicieron que Marcela riera. Se separó de ella y retomando la compostura habló.

— Y también es real que no me cabe un mojito más porque debo conducir y llevarla a su casa — pidió la cuenta y se levantó, Marcela la siguió. Ya era hora de irse y volver al mundo real.

Salieron del lugar tomadas de la mano. Beatriz disfrutaba esa sensación, esa seguridad y se pagaba a ella de vez en cuando para besarle la mejilla. Marcela por su parte sentía mucha euforia, disfrutaba el momento, la calidez de su agarre y le llenaba el corazón verla ahí, junto a ella, tomando su mano como si ya no importara nada más.

Llegaron al auto y se pusieron en marcha rumbo al apartamento de Marcela. Esta última aprovecho para hablar.

— Sabe Beatriz, lo que decía la canción es real. Creo que no hubiese podido soportar mucho más tiempo el ser su amiga. Creo que esto era inevitable...


Destino - Marcela y BettyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora