La estrategia

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Armando llegó a Ecomoda con un sinsabor que parecía que le iba a durar todo el día. Se sentía atado de pies y manos. No esperaba que Beatriz fuese a ponerle como ultimátum delatarlo con Marcela. Se sentía como un chiquillo castigado. En el juzgado parecía que se hubiese topado con un témpano de hielo en lugar de su Betty. Fue un poco difícil tener que pedirle una maldita oficina en su empresa, ella trató de evitarlo, se notaba que lo que menos quería era tenerlo cerca y eso le dolía.

Tanto sufrimiento ante la incertidumbre, tanto esperar y ahora, estaba acorralado sin saber cómo actuar. No quedaba duda que esa mujer que ahora lo miraba con dureza no tenía nada que ver con la dulce joven que lo atrapó, que le enseñó qué era realmente amar. Esa nueva Betty ahora le parecía una desconocida.

Se sentó a darle una última repasada a la propuesta que construyeron con Calderón. Tal vez alejarse de Ecomoda era lo que necesitaba para poder poner en orden sus sentimientos, su cabeza y definir lo que quería hacer. Beatriz le dejó claro que no quería lastimar a Marcela y él seguía con ella, dándole falsa esperanza de un amor que no existía. Ni siquiera sentía que el compromiso lo atara. Quizás era esa idea que alguna vez escucho, de que es mejor estar con la persona que nos ama, que con la que amamos.

Miró su reloj y vio que los minutos que faltaban para el comité de le harían eternos.

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A pesar de que Marcela ya tenía una decisión, su ansiedad estaba a mil y su cabeza no paraba de maquinar, de pensar y analizar. Se preguntaba si acaso olvidaba quién era Beatriz y cuánto daño le había hecho. Tal vez solo la estuviera utilizando para que no le desarmara los planes y convocara a una junta. No sería raro, Beatriz era muy profesional, pero era una calculadora nata, nunca daba un paso en falso.

Por otro lado estaba la actitud de los últimos días. Esa honestidad, las muestras de que estaba cumpliendo su promesa, la aparente cordialidad con la que la trataba y esa mirada mal disimulada que le había dado. Pfff. Qué absurdo. Beatriz y ella no podrían atraerse. Pero ya estaba hecho, la alejaría de Armando, si Beatriz la estaba manipulando, ella también usaría esa "unión" para su beneficio.

Tomó una agenda, un lapicero y se fue a la sala de juntas. Era la hora del comité. Al salir, encontró a Patricia peleando con el cuartel. Vio su media rota y quiso morirse de vergüenza.

— Patricia Fernández — le dijo con los dientes apretados mientras ella estaba de espaldas alegando alguna cosa con Sofía.
La peliteñida palideció al escucharla y volteó con cara de sufrimiento.

— Marceee—.
—Marce, nada, Patricia, mira la hora que es. Tú no tienes vergüenza y aparte llegas con las medias rotas...— por la cara de susto de la rubia, supo que no se había dado cuenta. Sandra y Mariana soltaron una fuerte risotada, que paró al ver la mirada asesina de Marcela.

—Marcela, tú no sabes el drama humano que hay en todo esto, no te imaginas la odisea que viví al venirse en bus, es la peor experiencia de mi vida, Marceeee—.

—El 80 o 90 % de los empleados de Ecomoda también vienen a trabajar en transporte público y no llegan a esta hora, así que no entiendo por qué haces esto. La empresa no es la misma, esta no es la Ecomoda de antes y yo no voy a poder salvarte siempre, Patricia—.

La cara de dolor fingido de Patricia se transformó en una de enojo.
— Me ofende que me compares con los demás empleados de esta empresa, Marce, yo no soy una empleada cualquiera, yo soy la secretaria de presidencia, Marce y para ellos es normal venirse en bus, lo han hecho tooooda su vida, pero yo no, yo soy una mujer de clase, Marceee

— ¿Cuál clase? ¿Dónde te quedó la clase con esas medias, Patricia?

Patricia abrió la boca y solo atinó a decir:

Destino - Marcela y BettyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora