Hay cosas

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El domingo por la tarde Beatriz se negaba a que Marcela la llevara hasta su casa. Eso sería sospechoso y no estaba de acuerdo al plan. Así que tuvieron una pequeña discusión y Marcela cedió con reticencia. Bajó con ella hasta la portería y le dió un abrazo fuerte. Le parecía tonto que sintiera como si se estuviera despidiendo por un largo tiempo cuando era consciente de que la vería al día siguiente. Beatriz también sintió una ligera angustia en ese corto adiós, tal vez era la necesidad de permanecer juntas en el mismo sitio, era la mella que habían hecho esos dos días juntas, compartiendo, conociéndose y viviendo, sin que el mundo afuera importara. Le dió un beso corto en los labios.

— Nos vemos mañana, amor — susurró mirándola a los ojos.

— Bueno, cuídese, más tarde la llamo— le acarició la mejilla.

Betty salió del edificio sin mirar atrás y bajó las escaleras con maleta en mano.

Cuando llegó a su casa, la mirada de su madre le dió a entender que si no sabía, al menos sospechaba que ese viaje a Cali era una cortina de humo. No dió muchas explicaciones, dijo que estaba cansada y no quería hablar. Se fue a su habitación y se tiró en la cama con una sonrisa amplia. Al fin había sucedido, había hecho el amor con Marcela y no una sino varias veces. Llegaron a su mente imágenes de ese polvo mañanero que las entretuvo esa mañana. Recuerdos de sus gestos, de su piel, de su espalda. No podía creerlo. En su pecho un sentimiento crecía y ya no podía pararlo. Hace mucho sabía que no había marcha atrás con Marcela, que la quería en su vida por mucho tiempo.

El lunes por la mañana llegó a Ecomoda como levitando. El cuartel confirmó que había sucedido y celebraron. Inés solo reía y se llevaba la mano a la boca. Aura María brincaba de emoción. En fin, era una algarabía completa que le confirmó a Patricia que algo muy bueno había sucedido entre ellas y quería información de primera mano, por lo que estaba pendiente del ascensor a ver en qué momento aparecía su amiga.

Marcela llegó cuando ya Beatriz estaba en su oficina. Sandra y Aura María se miraron con complicidad y Patricia la observaba con ojos entrecerrados. Parecía que Bogotá enterase había enterado y que Patricia exigía detalles. Saludó con cordialidad y se fue a su oficina, mientras Patricia la seguía, entraron y la rubia cerró la puerta con seguro.

— Quiero saberlo todo, Marce y no te guardes detalles que aquí el cuartel hizo una bulla que me dejó con más intriga— le dijo mientras cruzaba una pierna sobre la otra y se ponía en posición de chisme time.

Marcela le hizo un repaso general, se ahorró detalles. Muchos detalles. Como si fuesen un secreto, algo solo de las dos, de ella y Beatriz. Su secreto, su tesoro. En el fondo sabía que Beatriz tampoco los contaría. Era un trato tácito.

No fue sino hasta el mediodía que se vieron. Cuando el cuartel y Patricia vieron que fue a presidencia, nadie quiso irrumpir en esa oficina.

Beatriz estaba un poco atareada cuando Marcela entró.

— Hola, Beatriz — le saludó con una sonrisa tímida.
Betty alzó la mirada con timidez también y sonrió un poco.
— Hola, ¿Cómo está?
— Bien, muy bien — se fue hasta ella y la abrazó por los hombros, cruzando sus brazos por el pecho de la presidenta— pasaba a ver si podíamos ir a almorzar y también a hacerle una invitación.

Betty se dejó hacer en ese abrazo y giró un poco su rostro para besarle la mejilla.

—¿Ah sí? ¿De qué se trata? — averiguó con voz suave, derretida en ese contacto tibio que era la piel de Marcela.

— Vamos a almorzar y allá hablamos.

Tomaron sus bolsos y salieron, no sin ante darse un par de besos ansiosos y mirarse con amor.

Destino - Marcela y BettyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora