El tiempo no estaba jugando a su favor. Por el contrario, algunos días le parecía que se le escurría entre las manos y otro, como ese, se le hacían eternos los días. Hasta el momento Catalina había logrado delimitar más la búsqueda, de alguna manera logró saber que, hasta el momento, Marcela no había salido del país. Aunque fue un gran alivio, aún no se mermaba la incertidumbre. Trataba de ser amable con Patricia, que viera su sufrimiento, pero nada la inmutaba y la entendía, después de todo, ella no había sido la mejor persona con su amiga.
El Cuartel había logrado descubrir algo que, en apariencia, no era trascendental, pero era una información importante si estaba en las manos correctas. Primero, Patricia siempre llegaba hablando por celular con alguien, casi todas las mañanas, por sentido común, debía ser Marcela, porque en cuanto cruzaba la puerta de Ecomoda, colgaba. Segundo, Patricia tenía acceso a cosas que los demás no, porque a Ecomoda dejaron de llegar las facturas, extractos y demás correspondencia de la ahora ex gerente. Tercero, ese lugar no era la casa de Marcela, debía ser la casa de Patricia o debió quedar en manos de Daniel.
Todo esto lo manejaban en pequeñas juntas del Cuartel, incluida Betty, en algún bar o restaurante, fuera de Ecomoda, para evitar que la información se filtrara. De hecho, para ese día, ya estaban reunidas, pues Bertha dijo haber escuchado algo importante. Comenzaron a hablar sobre todo y nada mientras llegaban las bebidas, Beatriz no se negó esta vez, necesitaba un trago que le ayudara a mermar la ansiedad que la consumía día tras día.
-Bueno, Betty, tómese ese aguardiente, mija - la alentaba Aura María. Más allá de la información, era también para distraerla y sacarla de ese pozo obscuro y sin fondo en el que se había metido desde que Marcela no estaba.
- Aura María, despacio, no vinimos a emborracharnos - pidió Bertha - yo no pedí permiso.
-Mejor pedir perdón que pedir permiso, mija - le respondió Sandra entre risas.
- bueno, Betty, para que usted sepa y se tranquilice, más allá del chisme de Bertha, vinimos a desahogarnos, a distraernos, a beber, a cantar; porque no la vamos a dejar sola allá en su casa para que se ahorque escuchando los tangos de su papá- le confesó Aura María mientras servía otra ronda.
Betty soló negó mientras sonreía. Las amaba, ellas le daban ánimo a diario, la fortalecían para no caer en la locura. Y estaba bien, salir, no dejar de pensar, no podía dejar de pensarla porque era su manera de tenerla cerca, pero al menos sí hacer a un lado las lamentaciones.
-Bueno, está bien, muchachas - se tomó otro trago - pero toca llamar a alguien para que nos recoja porque así no manejo.
-Usted emborráchese tranquila, mamita, que aquí ya tenemos conductor elegido. Freddy está pendiente para venir por nosotras - le dijo Bertha mientras tomaba varios pasabocas en la mano.
-Pero si me piensan emborrachar, primero quiero el chisme - condicionó Beatriz tomando una tajada de limón para pasar el sabor del aguardiente.
Todas rieron.
- Bueno, Bertha, suelte la sopa - pidió Mariana - qué estrés ese misterio suyo.
Bertha terminó de comerse los pasabocas, tomó un poco de agua y con una gran sonrisa de satisfacción, comenzó a hablar.
- Hoy me pille que la peliteñida esconde algo - dijo con los ojos brillantes - y la verdad muy astuta porque a ninguna se nos había ocurrido.
-¿Qué es, Bertha? Por favor - pidió Betty con afán.
- Pues mija, esa esperó a que nos fuéramos a almorzar y se fue para la oficina de doña Marcela con el celular en la mano y una agenda que no le había visto.
-¿entonces usted cree que Marcela la llamó a mediodía? - preguntó Beatriz.
-Y que las indicaciones que le dé o lo que sea que hablen, debe tener algo apuntado en esa agenda, Betty - enfatizó Sofía, siempre solía ser más perspicaz con la información.
-¿cómo es esa agenda? - preguntó Sandra.
- Verde oliva, me pareció - dijo Bertha - es que la tonta esa no alcanzó a ver que yo no había salido del baño cuando ustedes se fueron.
- ¿Y usted cree que ella la guarda en la oficina de Marcela? - Beatriz misma se sirvió otro trago.
-Posiblemente, porque es el lugar que no tocamos, la única que revisó ahí fue usted - respondió.
-Entonces, tuvo que guardarla ahí después de que usted la revisó, Betty - aportó Aura María.
-Eso mismo digo yo, el problema - tomó otro pasaboca - es cómo hacemos para meternos a mirar sin que la sapa esa esté.
-Tenemos que hacerlo de noche, después de que todos se vayan - dijo Mariana.
- Pero eso no debe estar muy a la vista, hasta llave debe tener - dijo Sofía.
-Sí, debe tener llave porque yo he visto que ella se guarda un par de llaves entre el brasier - dijo Sandra con entusiasmo.
-Pues, mija, nos jodimos, porque nadie le puede revisar las tetas a la peliteñida - dijo Sofía con tono de burla.
Beatriz sonrío para sus adentros. Tal vez alguien, no sabía cuando, pero podría acceder a esas llaves.
Tras dos botellas, el Cuartel estaba muy lejos de los límites de la sobriedad. Cantaban todas las canciones, bailaban y hacían reír a Beatriz. Sin embargo, cuando se escuchó una canción muy especial en los altavoces del bar, la presidente terminó hecha un mar de lágrimas mientras cantaba a todo pulmón y sus amigas la abrazaban acompañándola.
Mis días sin ti son tan oscuros
Tan largos, tan grises, mis días sin ti
Mis días sin ti son tan absurdos
Tan agrios, tan duros, mis días sin ti
Mis días sin ti no tienen noches
Si alguna aparece, es inútil dormir
Mis días sin ti son un derroche
Las horas no tienen principio ni fin
Tan faltos de aire
Tan llenos de nada
Chatarra inservible, basura en el suelo, oh-oh-oh
Moscas en la casa
- Marcela Valenciaaa, te amo muchooo - decía Betty entre lágrimas mientras las demás también terminaron llorando.
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Un bonus, besos.
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Destino - Marcela y Betty
FanfictionUna nueva Beatriz ha regresado de Cartagena a enfrentar su pasado y con ganas de empezar una nueva vida. La huella de ese desastre amoroso que significó Armando en su vida aún está latente y deberá luchar para erradicarla por completo. Sus planes se...