Contrataque

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Beatriz pasó la tarde del sábado con sus padres, decidió llevarlos a cine, pues hace mucho no salían y se tomaban un tiempo fuera los tres como familia. Al terminar la función, fueron a comer, de esta manera también le aseguraba un descanso a su madre. La relación con su mamá seguía bien, pero notaba cierta actitud sospechosa de ella, la forma en que la miraba constantemente la hacía dudar, pero no le dio mucha importancia.

Llegaron a casa cerca de las 9, se despidieron y se fueron a sus respectivas habitaciones. Betty estaba terminando de ponerse pijama cuando su celular comenzó a sonar, era la llamada que había estado esperando todo el día.

— Hola, Marcela — contestó con voz suave y con una tonta sonrisa en los labios.
— Hoooola, Beatriz — correspondió Marcela con un tono alegre.

— ¿ Cómo le acabó de ir? ¿Terminó de adecuar su nuevo apartamento? — preguntó Betty mientras se sentaba en la cama y se acomodaba para disfrutar la charla.

— Sí, pude terminar, pero estoy muerta, un poco agotada, pero me encanta el resultado. Tiene que venir a conocerlo.

Betty se emocionó con esa invitación y sonrió tontamente mientras su estómago se contraía.

— ¿Me está invitando a su apartamento? Marcela, me encantaría la verdad — su tono de voz de pronto se volvió grave y las palabras tomaron otro rumbo. Eso comenzó a excitar a Marcela.

— Claro que la estoy invitando, es más, estoy deseando que venga y verla por aquí, revoloteando como una mariposa— Marcela hablaba con decisión y a la vez doble sentido.

— Espero conocerlo pronto, imagino lo elegante y sofisticado que debe ser, pero a la vez, hermoso, como la mujer que lo habita — las don sonrieron.

— Beatriz, ¿Quiere ir a almorzar y pasear mañana conmigo un rato? — soltó la invitación Marcela.

Beatriz sonrió con verdadera alegría. Un día fuera de la oficina, sin presiones y con la libertad para disfrutarse. Pero le surgió una idea.

— Claro que sí, pero con una condición— habló con mucho ánimo.

Marcela servía agua en vaso.
— La que quiera.
— Yo escojo el sitio para ir a almorzar y usted en el que vayamos a pasear, ¿Le parece?— propuso la de lentes con entusiasmo.
— Está bien, cariño, pero ¿Dónde nos vemos?

Beatriz sintió cómo le latió dolorosamente rápido el corazón cuando la llamó de esa manera. Una sonrisa de adolescente enamorada se le plantó en el rostro y sintió como sus mejillas se llenaron de rubor.

— Yo puedo pasar por usted...— le hubiese gustado responderle con algo similar, pero no encontraba las palabras.

— No, Beatriz, es que ya lleva varias veces que es usted la que conduce y viene a dejarme a la casa. Déjeme recogerla, puede ser en algún lugar cercano a su casa, para que no haya problemas.

— Precisamente por eso, hermosa. Es mejor para mí pasar a recogerla y así evitamos líos— le salió la natural mientras Marcela se derretía y apretaba el marco de la ventana cuando escuchó cómo la llamó.

— Está bien, me convenció. ¿A las 12 está bien? Es que los domingos me levanto un poco tarde...

— Está más que bien. Deme la dirección.

Marcela le dio la dirección y se despidieron con el profundo anhelo de verse al día siguiente.

Marcela se despertó tarde, casi a las once, pero con el ánimo por las nubes. Pensaba en qué ponerse, ni tan elegante ni tan relajado, pero quería cautivarla, sabía de sobra lo bella que era y quería que Beatriz se lo dijera, le encantaba cuando le decía que era hermosa y le tocaba el rostro o le apartaba el pelo. Quería eso, su cercanía , su mirada cómplice.

Destino - Marcela y BettyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora