Baja la guardia

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Beatriz entró a la oficina de Marcela con la grabadora en sus manos. Tenía los ojos llenos de lágrimas. Contrario a otros días, esta vez entró con suavidad, su voz era débil, sus manos temblaban. Marcela la vio y no pudo evitar el brinco de su corazón. No, no quería verla así, su objetivo era que sonriera por los recuerdos que sintiera de nuevo, esa felicidad, esa plenitud. No esto, no ese llanto incontrolable, no esa palidez de su rostro  y el violáceo de sus uñas. 

- Amor, ¿estás bien? - le dijo poniéndose de pie rápidamente. En cuanto la tocó pudo sentir la frialdad de su cuerpo. Estaba teniendo una baja de presión - siéntate, ven. La llevó a la silla y se acurrucó frente a ella - ¿qué pasa? Dime algo, por favor, mi amor- le acarició la mejilla con el dorso de la mano para limpiar las lágrimas que se escurrían. 

- Por favor, no más, Marcela - el llanto volvió a salir entre las palabras - no puedo más con esto. No puedo - negaba con la cabeza mientras apretaba los ojos - yo me voy...

-shhhhh - la abrazó y acunó su rostro en su cuello mientras le acariciaba la espalda- no digas nada - le besaba la cabellera - perdóname, yo no quería esto, te lo juro...

-¿por qué, Marcela? Porque si teníamos todo, por qué lo hiciste,  yo te amo, yo te amaba...

-Tú me amas, preciosa, yo sé que sí, no te vayas, mi amor, no lo hagas...

-Yo no puedo quedarme aquí con lo que estoy sintiendo 

-No te vayas, por favor, no me dejes...- su voz era una súplica.

-Marcela, no hagas más esto, por favor, me estoy muriendo, te extraño, te necesito...

- Y yo a ti, por favor, no te vayas, por favor - se aferró a ella mientras Beatriz se estremecía.

- Ya no lo intentes más, no tiene sentido, yo me voy, me voy para siempre - trató de zafarse y ponerse de pie, pero Marcela se lo impedía - Marcela, por favor...

-No, déjame aquí un momento, si te vas a ir, déjame estar aquí y olerte, tocarte... déjame solo un momento, te prometo que no insisto más - enterró la nariz en su cuello mientras la acariciaba. Beatriz no se resistió más, se dejó llevar también y comenzó a abrazarla mientras también se perdía en su aroma. Marcela separó el rostro y comenzó a mirarla fijamente mientras sus lágrimas bajaban a borbotones. Con sus pulgares le limpió las mejillas, rozó con uno de ellos esos labios carnosos, admiró por casi última vez esa boca que desde un principio la había enloquecido. 

-Eres tan hermosa, ¿sabías? Eres perfecta, mi amor. Por favor, vive, No te dejes atormentar ni por mí, ni por nadie. Sé feliz. ¿Me lo prometes?

Beatriz asintió mientras se perdía en esos ojos verdes que le devolvieron la vida desde que regresó a esa empresa. Esos ojos en los que se perdió tantas noches, que le permitieron conocer cada una de las emociones que compartieron. Le limpió también las lágrimas, acunó su rostro entre sus manos y se inclinó para darle un beso que Marcela correspondió con la más dolorosa de las pasiones. 

-Te voy a amar toda la vida, Beatriz - le dijo cuando se separaron un poco- perdóname por herirte...

Beatriz la volvió a besar con fuerza y no escatimó en llanto. El deseo comenzó a escalar por su cuerpo. Malditas hormonas traicioneras. Comenzó a morderle los labios, a tomar su cuello con una mano. 

-¿Nos vemos esta noche? - murmuró contra el aliento caliente de ella que apenas si podía hilar los pensamientos. 

- ¿qué?  - la miró y su sangre hirvió al ver esa mirada de deseo - sí, donde tú quieras, ¿qué quieres hacer?

Marcela fue quien la besó, esta vez con deseo. 

- Quiero una copa. Quiero que nos despidamos. Quiero que una noche para las dos... Necesitamos hablar 

Destino - Marcela y BettyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora