Las desiciones de Orion

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Aquella mañana Walburga tuvo un mal presentimiento, algo sobre que estaba por acontecer algo que no esperaba. Y tuvo razón cuando abrió los ojos, estaba recostada de costado, mirando hacia el lado donde estaba Orión y al abrir los ojos se encontró con el par de ojos grises mirándola detenidamente.

En las últimas semanas había notado un cambio peculiar, Orión siempre había dormido dándole la espalda, mirando hacia una pared, ella hacia lo mismo, mirando para el lado contrario, y de modo que ambos se daban la espalda. Pero tras despertar el día en que Sirius volvió de su primer año en Hogwarts, y en su lucha por cambiar las cosas había cambiado, sin darse cuenta, ciertos hábitos, no se había dado cuenta de cuando había sido, pero cuando se vio un día ya dormía de costado mirando a la espalda de su esposo. Y pese a todo Orión en un principio había dormido dándole la espalda, hasta hacia un par de semanas, cuando noto que, ahora dormía mirándola a ella o al menos cuando Walburga se despertaba Orión estaba de costado, dormido, y su rostro en su dirección.

Al despertar aquella mañana, donde un extraño presentimiento la invadió, supo que no estaba tan equivocada, y la confirmación de aquello fue ver los ojos de Orión abiertos. Pestañeo varias veces, sin poder creer que estaba viendo aquello, Orión la estaba observando, incluso juraba, que pese a no ver por la almohada que la cubría, Orión debería de estar con las manos apoyadas sobre la cabeza, y su rostro también estaba cambiado, no parecía estar mirando con su particular mirada altiva, o arrogante, o serio, no, parecía mirar con cierto aire de ilusión en sus ojos.

No se sobresaltó al ver aquellos orbes fijados en ella, no tenía porque, después de todo era su esposo, aquel que extraño durante tantos años cuando murió. Y ahora, que lo tenía en frente, no podía quejase, no debía, era su deber como esposa.

— ¿Cuánto llevas mirándome? — dijo un tanto somnolienta, intentando no sonar sorprendida por verlo despierto. Curiosamente Orión no respondió, solo se quedó observándola, juraría que no parpadeaba, o al menos parecía estar intentando no hacerlo —. Orión — Orión seguía mirándola detenidamente —. Sé que estas despierto, no duermes con los ojos abiertos.

Debía admitirlo, ver un par de ojos observándola de esa manera era algo intimidante, aunque fueran los de Orión. Al observarlo daba por seguro que estaba despierto, podía notar su respiración detenidamente, como su pecho subía y bajaba conforme a cada respiración. Pese a estar no arreglado, con un semblante adormilado, no había un atractivo llamativo en su físico, aunque si algo atrayente en su mirada.

Estaba a punto de perder la paciencia, o al menos buscar su varita, cuando de pronto la puerta de la habitación se abrió de par en par, ambos dejaron de mirarse y vieron en dirección a la puerta, pero no vieron nada hasta que se percataron que no vieron nada porque esa persona entro, de su lado de la cama donde un pijama con estrellas brillaba y una manta rosada colgaba y una sonrisa jocosa adornaba el rostro de Sirius.

— ¡Están todos muy ocupados durmiendo! — sonrió —. Todos están ocupados.

— Sirius Orión, que estemos durmiendo no nos hace estar ocupados — dijo Walburga sentándose en la cama —. ¿Te robaste a la bebé de la habitación de Andrómeda y su esposo?

— Los dos están durmiendo y la bebé esta despierta, mira — se justificó —. Y dijiste que si todos estaban ocupados podía encargarme de vigilar a la bebé.

— Dame a la bebé, la estas sosteniendo mal — dijo Orión, quien se había sentado en la cama.

— No.

— Ven, te enseñare como debes sostenerla — intervino Walburga levantándose la cama y comenzó a acomodar a la bebé en brazos de Sirius —. La bebé puede estar despierta mientras sus padres duermen, siempre y cuando no llore, no era necesario sacarla de la habitación.

Rompiendo el Legado Black.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora