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—Julián Mallorca —leyó Indiana—, nacido en Buenos Aires, el 16 de mayo de 1986. —Giró la pantalla para enseñarle la fotografía encontrada.

—Seguí leyendo —pidió Santiago con una mueca resignada mientras decidía darle de comer a Homero.

—Cumplió cinco años en Ezeiza por asalto y robo a mano armada. Actualmente trabaja en...

—Las empresas Trelles —interrumpió él, vertiendo un poco de leche sobre un puñado de Trocitos, en el plato del perro.

Indiana asintió y continuó buscando en la laptop.

—No hay mucho más —concluyó—. Tiene un hermano que vive en Francia.

—Lo típico —replicó Araneda al tiempo que guardaba la caja de leche en el refrigerador—, es una tapadera por si lo rastrean.

Ella frunció el ceño de forma interrogativa sin recibir respuesta. Al darse cuenta de que sacaba dos latas más, exclamó divertida:

—¡No podemos emborracharnos, inspector! 

—No se preocupe, señorita recepcionista —replicó él en tono jocoso—, nadie se va a enterar, con dos latitas no se emborracha nadie. Además, ¡esta enorme sorpresa lo amerita! —Acomodó sobre la mesita distintos bowls con papas fritas, palitos salados, trozos de queso y fiambres—. Lo que me preocupa de este caso es que, si no lo resolvemos pronto, nos van a matar a todos —murmuró con cierto sarcasmo.

—Entonces lo conocés —interpuso Indiana, pinchando un cubo de queso—. A Iván Carreras.

—Sí, es Julián Mallorca, secretario de Armando Trelles. —Santiago desvió la vista hacia un punto en el vacío, pensativo—. Algo quiso decirme al revelarse. Intuyo que no está trabajando oficialmente. ¿Podés fijarte si sigue activo?

La joven regresó a la máquina. 

 —No —aseguró tras unos segundos en la pantalla—. Se retiró en 2010. Era muy joven, ¿qué tenía? ¿Veinticuatro años?

—Claro, fue cuando Aruzzi tuvo el accidente. Trabajaba con él.

—Así es. —Sus miradas se cruzaron, cada uno absorto en sus propios pensamientos. Pasados unos instantes, Santiago levantó el índice y se puso de pie.

—¿Pudiste averiguar algo de Portillo?

—Nada relevante. Paradero desconocido. Su padre, Eugenio Ramos, alias Domingo Portillo, estuvo preso varias veces durante su juventud por robos menores. Cumplió quince años por el asesinato de su esposa.

—¿Quince nada más?

—Buena conducta y dos tercios de la condena cumplidos. Parece que fue en defensa propia, no le dieron perpetua.

Santiago levantó las cejas y sacudió la cabeza.

—Ya veo, pero era la esposa, debería agravarse por el vínculo... Bueno, no me voy aponer a pensar en eso ahora. Analicemos lo que nos concierne:  Carolina Machado fue asesinada a martillazos en su propio domicilio. Sin motivo sexual, aparentemente. La autopsia reveló una considerable cantidad de alcohol y cocaína en su sistema —no es raro porque era adicta, aunque, según la hija, intentaba limpiarse—. Lo que sí es raro, es que no se encontró una sola foto de Delfina ni de ningún otro familiar en el departamento, vivía sola. A la última persona que llamó fue al padre de su hija: Armando Trelles. De acuerdo a los registros, él no atendió el teléfono. En la casa se encontraron imágenes comprometedoras de personas públicas y de la jerarquía política. El departamento estaba ordenado, limpio. No fueron a robar, no buscaban esas imágenes.

—Tal vez...  —intentó opinar Indiana, pero Santiago la frenó con el índice en alto.

—Las imágenes quedaron allí  —prosiguió—. Tal vez el asesino quería que las encontrásemos... Por otro lado, casi al mismo tiempo Trelles empezó a sentir una serie de malestares que su médico personal adjudica a problemas de presión arterial... ¿Hay forma de saber si, realmente, le hicieron estudios a ese hombre? —Indiana regresó al teclado masticando unas papas—. Sabemos ahora que, en las reuniones grabadas en los discos de Machado, participaron jóvenes agrupados en un sitio llamado La Colmena, supuestamente perteneciente a Trelles y regentado por el tal Portillo, del cual asumimos —porque no tenemos pruebas ni cuerpo— que está muerto. Y que, por lo que dijo Johny, fue asesinado también a martillazos. —Araneda caminaba de un lado a otro bajo la atenta mirada de Homero, que se había acomodado a los pies de Indiana—. Y,  por último, está Georgina, amante de Trelles y amiga de Delfina, que aparece muerta en el jardín, también a martillazos y desnuda. ¡Está bastante claro!

La sangre ajenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora