—Yo empecé hace dos años en la treinta y siete —reflexionó Santiago, mirando de lado a Julián Mallorca. Prefería continuar llamándolo así porque, si uno se acostumbra a llamar por su verdadero nombre a un policía encubierto, se corren muchos riesgos—. ¿Fue entonces que comenzaron el seguimiento? —preguntó
—Casi. Unos días antes de que usted se fuera, había aparecido el cuerpo de la periodista; ella guardaba una... llamémosle estrecha relación con Juárez. Y fue la gota que rebalsó el vaso.
Santiago golpeó la mesa con la palma y se puso de pie, metió las manos en los bolsillos y mordisqueó su labio inferior.
—¿La periodista? —preguntó a Ramiro. Aruzzi asintió—. ¿De la que nadie habló nunca? ¿Me estás diciendo que el comisario Juárez tenía un romance con ella? —Se paseaba a grandes trancos, de una punta a la otra del balcón terraza, ante la respetuosa mirada de los otros dos—. ¡Quién lo hubiera dicho! —murmuró deteniéndose frente a ellos—. ¿Y entonces qué? ¿Me van a contar? ¿Qué relación tiene la periodista en todo esto?
—Sentate —pidió Ramiro con suavidad. Santiago sonrió apenas con un ligero chasquido. Se acomodó en la silla y cruzó los dedos sobre la mesa. Ladeó la cabeza para ver directamente a los ojos de Aruzzi, que conocía la frustración que provoca el hecho de que todos alrededor sepan algo que uno mismo no conoce. Como buen policía, Santiago lo comprendía, pero no dejaba de molestarle—. Después de mi «accidente» —relató Ramiro—, esta chica, la periodista, me contactó. Estaba recién llegada a Buenos Aires, quería una nota para presentar en algunas redacciones, buscaba trabajo. Te imaginarás que le aconsejé que no se metiera en este caso porque corría el riesgo de terminar como yo. No se lo tomó muy en serio, pero no me sacó una palabra. Entonces fue a hablar con mi comisario. Juárez fue más firme. Le prohibió que indague, pero, para ayudarla, la metió en un pasquín que ya no existe... «El rayo de...» no sé qué cosa. Con el tiempo, iniciaron un romance.
»Pero la chica había estudiado periodismo y quería ser periodista, no chismóloga —prosiguió—. Soñaba con entrar a los noticieros de televisión, a los grandes diarios, a la radio. Quería investigar. Volvió a verme, hablamos, repetí lo mismo y se fue un poco enojada porque no le dije mucho. Pasé tiempo sin saber de ella hasta que un día, hace como tres años, apareció de nuevo y me contó del aguantadero de Trelles, no sabía dónde estaba, pero sí que había gente muy poderosa involucrada y que, desde allí, se manejaban los verdaderos negocios del tipo: drogas, armas, prostitución, lo que busques. Y que Blanca Martínez y, tal vez su hermano también, habrían sido llevados a ese lugar. No le dijimos una palabra a nadie. Investigamos por nuestra cuenta, trabajo de hormiga hicimos. Sin éxito. Hasta que un día, apareció muerta en un callejón. Igual que a la chiquita Martínez, la habían violado, la habían metido en una bolsa y la habían tirado en un callejón. ¡Imaginate! ¡Juárez estaba que volaba! Hablé con él, me aguanté sus puteadas en todos los idiomas por haber hablado con ella. Pero resolvimos hacer algo. Y ahí entra Julián Mallorca —finalizó, señalando al joven a su derecha.
Santiago había estirado las piernas, cruzando los pies, y se había echado hacia atrás sosteniendo un vaso de cerveza, que bebía de a pequeños sorbos mientras Homero se adormilaba hecho un ovillo a su lado.
—¿De dónde sacó la periodista toda esa información? —preguntó.
—Se hizo amiga de la hija de la peluquera de Delfina Trelles. Con el cuento de la pobre chica provinciana que viene del interior a hacerse el destino en Buenos Aires, logró que Delfina la dejara vivir en su departamento unos meses.
—Georgina —aclaró Julián. Araneda abrió aún más los ojos e, inmediatamente, frunció el entrecejo—. Ella nunca supo mucho de nada hasta hace poco, cuando su relación con Trelles se volvió más... intensa —Sonrió con algo de tristeza.
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La sangre ajena
Mystery / Thriller✔Policial clásico. ✔Completa. El dinero va y viene. La sangre no. El cadáver de una mujer es hallado en un departamento. La única pista que el inspector Santiago Araneda encuentra, es un contacto en el celular de la víctima: el número de un poderoso...