Capitulo 6

518 33 0
                                    


-¿Qué le pedirías? -preguntó Candela, enderezándose-. En serio. Di cinco cosas que convertirían esta navidad en las más perfecta de tu vida.

-Convertirme en socia.

-Vamos, dime algo más interesante. Estamos de vacaciones, época de fiestas, adornos y todo eso.

-No voy a dejar que sigas tomando menta.

-Dale, dilas. Sabes que quieres hacerlo -la presionó Candela.

-¡Está bien! -exclamó Lali-. Pablo Martínez. Él haría que la navidad fuera perfecta.

¿Acaso no se trataba de una fantasía? Además, él era guapísimo, la estabilidad y la seguridad personificadas, divertido... y tal vez se convirtiera en un cliente que le salvaría el trabajo.

-Eso está mejor -señaló Cande, echándose más chocolate en la taza-. Pero quiero más. La navidad no sólo consiste en conseguir a un hombre. ¿Qué más haría que fueran vacaciones perfectas?

Lali frunció el ceño, mientras intentaba imaginarse algo. Pero lo cierto era que todo lo demás estaba yendo muy bien.

-Buenos amigos -dijo, arrancándole una sonrisa a Candela-. ¿Y tú?

Candela sonrió traviesa.

-Buenos amigos.

-Tramposa, ésa me la has robado. ¿Qué más?

-No tengo ni idea. ¿Podemos reducir la lista a dos cosas?

-Eso depende -dijo Lali-. ¿Cuál es la segunda?

-El hombre perfecto.

Lali le tiró un cojín.

-¿No es ahí donde empecé yo?

-Hagamos algo al respecto. Necesitas llamar a Pablo.

-Ya voy a hacerlo, ¿te acuerdas? Cliente, socia.

-Una cita, Lali. Necesitas llamarlo para una cita.

-No sé...

-Él te besó. Confía en mí. La pelota está claramente en tu cancha.

-Ya, pero...

-Pero nada -afirmó Candela-. Papa Noel no regala hombres. Si quieres una relación, tienes que ir por ella.

-¿Tú también tienes ese plan? -contraatacó Lali, queriendo desviar la atención-. ¿Cómo se llama tu hombre, Renato? ¿O ése figura en tu lista negra?

-No seguirá en esa lista si vuelve a mí, ¿ok?

-Candela...

Lali no podía evitarlo, nunca le había gustado Renato. Aunque eso no podía decírselo a su mejor amiga, sobre todo cuando había ido tan en serio con él. Además, Lali no tenía una queja en concreto, tan sólo le desagradaba. Y eso no era suficiente para que se separaran. Lo último que deseaba era confesarle a Candela que no le gustaba su novio, y descubrir después que se habían comprometido.

-Entonces, está decidido -dijo Candela con firmeza-. Tenemos un plan.

Lali sacudió la cabeza.

-No creo que pueda...

-Sí que puedes -le aseguró Candela-. ¿Quién le dijo a Benjamín que ya estaba cansada?

-Yo -respondió Lali, con el estómago encogido-. Pero esa decisión fue como la de regalar mi bicicleta a la caridad. Lo que me pides es que me comprometa a comprarme un Porsche.

-Te mereces un Porsche -dijo Candela-. ¿Por qué no deberías tener uno? Además, no lo comprarías, sólo te encargarías de hacerle las pruebas de calidad. ¿Cómo vas a saberlo hasta que no hayas dado una vuelta en él?

-Creo que esa metáfora se te está yendo de las manos.

-Tal vez -concedió Candela-. Pero tienes que trabajar por tu propia felicidad. Y eso cobra mucho más sentido durante las fiestas.

-Ya lo hago -replicó Lali-. Estudié Derecho. Conseguí un trabajo, con un sueldo muy bueno.

Mientras hablaba, Lali sabía que aquello no era suficiente. El mundo laboral no era un lugar seguro. Su madre llevaba quince años siendo profesora cuando la habían despedido sin previo aviso. Por otro lado, Lali recibía de vez en cuando llamadas de compañeros de la universidad contándole que habían perdido su trabajo porque la economía había afectado a sus estudios.

Y ella no quería quedarse soltera toda su vida. Ni siquiera aunque tuviera una sustanciosa cuenta bancaria. Una cosa que siempre le había gustado de sus padres, a pesar de sus peleas por el dinero, era que se amaban. Tal vez su padre fuera un irresponsable, pero amaba a su mujer apasionadamente, y ella le correspondía. Lali deseaba lo mismo: un hogar, una familia.

Tan sólo, no quería el drama que su madre había tenido que sobrellevar, y quería la seguridad de que las deudas se pagaría siempre.

-Sabes que estoy en lo cierto -dijo Candela, mirándola con astucia-. Así que, luchemos por lo que queremos. Agarremos al toro por las astas, y al hombre por...

-¡Candela!

-Bueno, tu me entiendes.

Lali inspiró hondo. Lo había pasado muy bien con Pablo la noche en que se habían tomado unas copas. Habían reído y hablado, y no había existido ni un momento incómodo. Pero después, todo había quedado en nada. ¿Por qué había permitido que sucediera?

-Tal vez tengas razón -concedió, y reunió valor tomando aire-. Son nuestras vacaciones, y nuestras vidas.

-Y nuestros hombres -puntualizó Candela, sonriendo con determinación-. Tan sólo tenemos que conseguir que ellos se den cuenta.

Levantó su taza a modo de brindis.

-Para que hagamos que estas vacaciones sean las mejores de nuestra vida, y para que empecemos el año con nuestros hombres al lado -añadió.

Lali pensó en Pablo: en sus sonrisas cuando trabajaban en la campaña para recaudar fondos, en su mirada cuando ella se había comido una cereza al marrasquino, en su risa sobre nada en particular... y en su caballeroso beso de despedida tras llevarla hasta su casa.

Acto seguido, se imaginó aquellas manos recorriendo su cuerpo sin ninguna caballerosidad...

«Sí», pensó chocando su taza con la de Candela. «Brindo por eso».

Continuará...

Laliter: "Lo que siempre deseé " Donde viven las historias. Descúbrelo ahora