Lali iba a ser una gran distracción.
Peter metió otro par de medias en su rebosante maletín y se preguntó en qué estaba pensando la noche anterior. Lo cierto era que no había pensado. Al menos, no con la cabeza, sino con otras partes de su anatomía que habían cobrado vida cuando ella lo había besado. Y esas partes habían deseado vehementemente repetir.
Y, como siempre que pensaba con su pene en lugar de con su cerebro, había hecho una mala elección.
Aunque no se arrepentía, ni lo más mínimo.
Estaba seguro de que sí lo lamentaría cuando se encontrara en la habitación del hotel, frente a su computadora, intentando concentrarse mientras ella iba de un lado para otro sin hacer ruido para no molestarlo mientras trabajaba.
Pero ya lo había desconcentrado.
Todavía recordaba el roce de la piel de ella contra su brazo, la noche anterior; cómo ella se había tensado, y cómo se había abalanzado sobre él y lo había besado.
Había sido tan suave, tan vulnerable... Y él no podía creerse que no la hubiera tomado en brazos y llevado a su dormitorio.
Thiago Bedoya-Agüero lo hubiera hecho sin duda. Pero él no era Bedoya-Agüero, razón por la cual escribía sus aventuras.
La había invitado a ir con él a Punta del Este. Un momento muy Bedoya-Agüero. Pero el espía no aceptaría el juego de «sólo amigos»: le recordaría a la chica lo bueno que había sido tenerla entre sus brazos, e insistiría en que descubriera lo agradable que podía ser estar desnuda entre las sábanas.
Por supuesto, a la mañana siguiente, Bedoya-Agüero se olvidaba de la mujer que había pasado por su vida. Pero Peter no tenía ninguna intención de perder a Lali. Lo cual implicaba que, cada trozo de cielo que suponía tenerla cerca, también acarreaba un trozo de infierno. Porque, por más que la deseara, él no podía hacer nada al respecto sin arriesgarse a perder su amistad.
¿Cómo iba a sobrevivir siete días junto a ella sin enloquecer de deseo? Y en cuanto a lograr escribir algo... tendría que llevarse su computadora al bar y establecer allí su centro de trabajo. Algunos escribían con una copa en la mano, ¿no? Tal vez eso añadiera dinamismo a las aventuras de Bedoya-Agüero.
-Un error -murmuró para sí mismo, mientras intentaba cerrar su maletín-. La medalla de oro de los errores.
-Ten cuidado -le advirtió una voz a su espalda-. Tal vez empieces a contestarte a ti mismo.
Peter se dio la vuelta.
-Maldición, Bautista, voy a comprarte un cascabel. ¿No sabes tocar?
-Lo hice -respondió su hermano pequeño-. Pero sin obtener respuesta. Probablemente, porque no podías escucharme con tantas cosas en tu cabeza. ¿Estás planeando otro libro?
-Ojalá -respondió Peter receloso.
Bauti enarcó las cejas y se sentó a horcajadas en una silla.
-¿Quién te tiene preocupado?
-No estoy de humor para hablar sobre el tema. Ni tengo tiempo. Tenemos que ir al aeropuerto, ¿no te acuerdas? -dijo con el ceño fruncido-. No habrás traído el Clari, ¿verdad? Porque también vamos a llevar a Lali, y...
-Ah...
Ahí estaba. Un simple sonido, ni siquiera una palabra, lo decía todo. Peter se dejó caer en el borde de la cama y miró a su hermano a los ojos.
-Una semana juntos en la suite de un hotel -anunció-. Estoy arruinado.
Bauti sonrió travieso.
-Eso espero. Llevas dos años babeando por la chica.
Automáticamente, Peter miró hacia la puerta, temiendo que su hermano la hubiera dejado abierta y Lali pudiera entrar. Afortunadamente, la habitación estaba vacía. Suspiró aliviado.
-Interesante -comentó Bauti-. No lo niegas.
-En algún momento tengo que afrontar la verdad -comentó Peter, sosteniéndole la mirada-. Soy un desastre, ¿no?
-Completamente -concedió Bauti-. ¿Por qué exactamente?
-Porque, cada vez que la veo, quiero arrancarle la ropa. Y voy a dejar que se aloje en mi suite del hotel sin que sepa eso. Seguramente se paseará con un pijama diminuto, y yo voy a pasarme la semana entera siendo torturado -dijo, y se pasó la mano por el pelo-. Aunque tal vez no sea así... Después de lo que pasó anoche, seguro que ella se mantiene tapada hasta el cuello todo el tiempo.
Sonrió con ironía.
-Pasó algo anoche -afirmó Bauti-. Escúpelo.
-Fue solo un beso -informó Peter-. ¡Pero qué beso!
Bauti frunció el ceño y levantó una mano.
-Un segundo, hagamos un recuento. Lali y tú se besaron apasionadamente, ¿y ella va a quedarse contigo en el hotel, tapada hasta las cejas? ¿Qué me perdí?
-No es lo que tú te has perdido -puntualizó Peter-, sino lo que yo me perdí.
-Ok, ¿y qué fue?
-El papel de novio, según parece. Yo soy un amigo y sólo amigo. Dios, deberías haber visto su cara de arrepentimiento cuando se separó después del beso.
-¿Quién dio el primer paso?
-¿Eso importa?
-Por supuesto que sí -aseguró Bauti.
-Ella.
-Ahí tienes la respuesta. Su arrepentimiento es una farsa.
-No estoy de acuerdo -dijo Peter, sin poder acallar un destello de esperanza en su interior-. Farsa o no, lo que importa es que estoy arruinado. Se suponía que iba a pasar la semana terminando un libro y escribiendo una propuesta para otro. Por no mencionar el artículo por el que voy allí. ¿Cómo voy a concentrarme con Lali en mi propia habitación?
Continuará...
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Laliter: "Lo que siempre deseé "
Hayran KurguReceta para una acalorada navidad: Mezclar: Una mujer decidida a animar las vacaciones con un atractivo amante nuevo. Un millonario guapo y sofisticado. Un viejo amigo aún más guapo, para volverlo todo un poco más picante. Agregar un seductor beso b...