capitulo 38

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-¡Wow! -exclamó Lali, segura de que iba a derretirse, bien por el calor de la ducha o por el que habían generado Peter y ella-. Creo que hemos estado a punto de convertir el agua en vapor.

-Un poco más de práctica, y podremos alquilarnos como sauna -bromeó él, igual de relajado a su lado.

-Deberíamos salir.

Él la recorrió con las manos.

-¿Tenemos que hacerlo?

Ella rió y se las apartó.

-Eres insaciable...

-Sólo contigo.

-... y se supone que vamos a bajar a la subasta silenciosa.

-De acuerdo -dijo él, agarrando una toalla-. Pero queda pendiente.

Lali sacó un par de botellas de agua del mini-bar para refrescarse un poco. Ella estaba segura de que se le notaba que había tenido sexo. Ningún problema. En cuanto vieran a Peter, todos tendrían celos.

Se puso una falda y lo observó peinarse y moverse desnudo por la habitación. «Es mío», pensó, e inmediatamente cerró los ojos y los puños.

«No». Aquello se encaminaba a un destino permanente. Ellos sólo eran amigos con derecho a roce. Si iban más allá, ella estaría arriesgándolo todo: su corazón, su seguridad, su visión de futuro. Y no podía hacerlo. No se lo permitiría.

-Todavía no estás vestida -apuntó él.

Lali se dio cuenta de que se había perdido en sus pensamientos, y él estaba guapísimo con una camisa que moldeaba su torso, y un pantalón negro que destacaba su trasero perfecto.

-Dame diez minutos -dijo ella.

En realidad, fueron doce, pero cuando se dio la vuelta delante de él y vio su mirada de deseo, supo que los dos minutos extra habían valido la pena.

Bajaron juntos y encontraron la recepción repleta. Había una pequeña orquesta en una esquina, Papa Noel cerca del árbol de Navidad, con un duende y una fila de niños, y mozos llevando azafates de champagne y bocaditos. Alrededor de la sala había mesas con artículos increíbles y divertidos. Un papel acompañaba a cada uno, y los que pasaban por delante iban escribiendo sus ofertas, cada vez más altas. Cuando la subasta terminara, la mayor oferta se llevaría el objeto.

-Esto puedo comprárselo a mi papá, para que venga con mamá -dijo Lali, ante una oferta de tres noches en el hotel-. Es perfecto para alguien a quien le gusta viajar, ¿no te parece?

Escribió su nombre y su oferta, y se dio cuenta de que Peter no le quitaba la mirada al objeto de al lado: una copia de la revista Innovation con el Apollo 11 y firmada por todos los astronautas.

-Es genial -comentó ella.

-Y perfecta para un hombre con sed de conocer mundo -dijo Peter, y escribió su nombre y su oferta.

Ella vio que la puja estaba en 420 dólares.

-¡Peter! ¿Estás loco?

-La última vez que chequeé, no.

-Hablo en serio. Es mucho dinero.

Él suspiró.

-Lali, independientemente de lo que creas, soy capaz de lograr ingresos, razonablemente responsable y no necesito preocuparme tanto del futuro.

-Pero...

-Quiero la revista.

Ése era el problema, pensó ella. En lugar de ahorrar, él conseguí lo que deseaba. Y eso la sacaba de quicio.

-Deja de preocuparte por mí -dijo él, que la conocía demasiado bien-. Ven a bailar conmigo.

No le dio oportunidad de protestar: la llevó hasta la pista de baile y la guió a la perfección por el lugar. Era el compañero perfecto, reconoció Lali para su sorpresa. Ella lo conocía bien, pero no lo conocía todo de él. Todavía no, al menos.

En su segunda vuelta por la pista, Pablo los llamó y se acercaron a él.

-No era mi intención interrumpir -saludó él-, pero quería que supieras que todo está listo para la mediación. Mañana a las diez y media. Y gracias por hacerlo, Lali. Creo que puede ayudar a cambiar las cosas.

Se marchó y, cuando Lali se giró hacia Peter, se lo encontró sonriendo.

-Parece que conseguiste un nuevo cliente.

-Va por buen camino -reconoció ella.

-Y luego, ¿qué sucede? -preguntó él, abrazándola por la cintura y volviendo a guiarla por la pista de baile.

Ella frunció el ceño, confundida.

-Me convierto en socia -dijo-. Es para lo que me he esforzado tanto.

-¿Y al ser socia, tienes más libertad o menos? Has dicho que te gustaría viajar. Si te conviertes en socia, ¿podrás hacerlo?

-Al principio no -reconoció, molesta porque él estaba cargándose sus sueños de convertirse en socia-. Es una participación en el negocio, pero no es realmente tu empresa, así que tienes que seguir rompiéndote el lomo y demostrar tus habilidades.

-Entonces, ¿por qué no abres tu propia empresa?

-¿Perdón?

-Te gusta viajar, pero no puedes. No te gustan las maniobras relacionadas a los estudios, pero las aceptas. Así que, ¿por qué no abrir tu propio estudio? -razonó él-. Haz lo que estás haciendo para Pablo: organiza las mediaciones, haz que tu secretaria te envíe los documentos por correo. Prepáralo desde Ibiza, y asegúrate de estar en la oficina cuando el cliente te necesita.

-Vives en un mundo de fantasía -lo acusó ella, aunque en el fondo la idea no era tan descabellada.

Algunos de sus amigos habían abierto sus propios estudios y, aunque ella los había visto pasar momentos complicados, una vez que se establecieron los había envidiado, tanto por su libertad como por sus ingresos.

Y si eso significaba que podría viajar con Peter...

Se sacudió esos pensamientos. Viajar era el menor de sus problemas en común. Él gastaba el dinero como si fuera agua. Y, aunque ella conocer el mundo, no quería vivir siempre con una maleta. Además, no tenía ningún interés en quedarse en casa mientras él viajaba; su madre lo había hecho, y había sido un infierno para la relación de sus padres.

-Es una idea interesante -admitió por fin-. Pero no muy práctica.

Él la miró con expresión inescrutable. Asintió.

-Ahí está Papa Noel. Recuerdo que dijiste que te sentarías sobre sus piernas.

-No voy a hacerlo...

-Quiero una foto -pidió él.

Ella protestó, pero no demasiado. ¿Qué tenía de malo sentarse en las rodillas de aquel mito? Tal vez él podría decirle lo que quería por Navidad. Porque, en aquel momento, ella no lo sabía.

Continuará...

Laliter: "Lo que siempre deseé " Donde viven las historias. Descúbrelo ahora