capitulo 25

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-¿Cuándo dejé que me oyeras cantar? -preguntó él, como si fuera un asunto de vida o muerte.

Lali carraspeó, esperando no ruborizarse. Ojalá no hubiera sacado el tema.

-No recuerdo los detalles -contestó, moviendo la mano como si el asunto no tuviera importancia, y le entregó el folleto-. Hoy, chocolate caliente, whisky y ambiente festivo. Vamos.

-De ninguna manera -dijo él, sentándose en una silla y agitando la cabeza.

Para un tipo que normalmente estaba relajado, se lo veía muy a la defensiva.

-A mí se me parece divertido, creo que iré, aunque sea sola.

Dio un paso hacia la puerta, pero la voz de Peter la detuvo.

-Lali.

Ella se giró y lo miró con tanta inocencia como pudo reunir.

-¿Sí?

-¿Dónde me oíste cantar ?

«Es una conversación como cualquier otra», se repitió ella en su interior.

-En la ducha -se le escapó.

Peter la miró, lleno de diversión.

-¿De verdad?

Apoyó el codo en el respaldo de la silla y la barbilla en su mano, como preparándose para una historia larga y fascinante.

-Me sorprende no recordarlo. Estoy seguro de que el que me vieras en la ducha es el tipo de asunto que se me grabaría a fuego en la memoria.

-Fue hace unos meses, ¿ok? Fui a tu casa para pedirte un libro prestado... Ya ni me acuerdo cuál.

La razón por la que había ido se le había borrado de la mente nada más ver a Peter en la ducha.

-Me pareció escucharte decir que entrara, así que eso hice, y...

Todavía no sabía qué le había hecho atravesar el departamento de Peter hacia su habitación. Había escuchado que él se estaba duchando, pero se había acercado igualmente. Había sido por inercia, sin un plan ni un objetivo concreto. Ni siquiera pensaba mirar en el baño porque, ¿quién se duchaba con la puerta abierta? El objetivo de una ducha caliente era que todo se llenara de vapor. Pero Peter había dejado que el vapor escapara a la habitación, y ella, desde la entrada había tenido una maravillosa vista frontal.

Buenísimo. Incluso meses después, el recuerdo era simplemente... buenísimo.

Ella se había quedado ahí, sin poder moverse, con la temperatura corporal aumentando y disminuyendo a intervalos, y un nudo en la garganta. Entonces él, que tenía los ojos cerrados y el rostro cubierto de jabón se había girado para limpiarse la cara, ofreciéndole una maravillosa vista de sus glúteos firmes y redondeados.

No había duda: de cintura para abajo, el hombre estaba bien. Muy bien.

De hecho, también estaba muy bien de cintura para arriba.

Ella había empezado a retroceder, cuando él había empezado a cantar una canción con una voz tan horrible que le había arrancado una sonrisa, especialmente al agregarle un pequeño baile.

Terminada la primera estrofa, ella iba a aplaudir, cuando se había dado cuenta de lo que estaba haciendo, y se había contenido antes de quedar al descubierto.

Había salido a toda velocidad del departamento y se había metido en su casa, olvidando completamente la razón por la que había ido a casa de Peter en un primer momento.

Pero no había olvidado su cuerpo. Podía revivir la imagen siempre que quisiera. Y en color.

-¿Y yo estaba cantando en la ducha?

-Sí. Yo sólo te oí -mintió ella-. No te creas que entré a tu baño y tomé fotos para ponerlas en Internet.

-Gracias por no hacerlo -dijo él, deliberadamente inexpresivo.

-El asunto es -comenzó ella, intentando recuperar la conversación-, que no cantas tan mal como crees -otra evidente mentira-. Y si así fuera, ¿qué importa? Son villancicos, no un concurso para ver quién canta mejor -terminó, con una sonrisa-. Por favor...

Se sorprendió porque realmente quería que él aceptara. Ella tal vez estuviera mortificada por el recuerdo, e incómoda de compartir habitación con él, pero la idea de pasar una tarde de diversión con él no le resultaba un problema. Lo que sí le molestaría sería que él se negara.

-Debería trabajar -dijo él, y a Lali se le encogió el corazón-. Pero estoy reventado del avión.

-Entonces, ¿vendrás?

Lali se dijo a sí misma que la euforia que la invadía se debía a que sería divertido cantar villancicos. Y también al hecho de que habían cambiado de tema respecto a él en la ducha.

Aunque aquello no era del todo cierto. Por más que intentara mentirse a sí misma, no podía escapar a la verdad: deseaba a Peter.

No sabía por qué los sentimientos que había mantenido guardados durante tanto tiempo habían decidido salir a la superficie aquella noche, pero no podía negar la lujuria que le hervía en las venas.

Algo que debía calmar como fuera.

Porque, si no tenía cuidado, iba a aprovechar el hecho de que se alojaban en una suite con una sola cama.

Y eso lo lamentaría el resto de sus días.

Continuará...

Laliter: "Lo que siempre deseé " Donde viven las historias. Descúbrelo ahora