Capitulo 8

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Lali vio alejarse a su amiga, deseando tener su seguridad. Porque en aquel momento, su única idea para ir a la gala era pedirle una invitación a Pablo. Y ésa no era la imagen que quería que él tuviera de ella. Necesitaba que él la viera como una mujer capaz y competente. Una mujer que pudiera representar sus intereses legales e introducirse fácilmente en su vida. Quería impresionarlo a todos los niveles.

Y no se conseguía impresionar a nadie rogándole por una habitación.

No, llegaría al hotel por sí misma, o no llegaría. Desafortunadamente, ésa parecía ser la opción más probable. Tal vez podría reservar habitación en algún hotel cercano y pasar por el complejo Martínez para la celebración.

Tras un vistazo por Internet, también ese plan se fue abajo, al quedar claro que la privacidad había sido una de las principales preocupaciones de Pablo al diseñar el hotel: no tenía nada cerca.

Maldición.

Tenía que haber alguna manera. Sólo que no la había.

Suspiró, bebió otro sorbo de chocolate, y decidió que ya era hora de olvidarse de sus locas fantasías y empaparse del espíritu navideño. En la esquina de su departamento, el pequeño árbol que había comprado pareció hacerle señas. No lo había decorado aún porque, a pesar de las luces, los villancicos y las fiestas, no le parecía estar en navidad. No, cuando se encontraba allí sentada, sin opciones de cita.

-Patético.

Con un suspiro, acercó una silla al closet del vestíbulo, algo mareada por el alcohol y por no haber comido nada. Su departamento era antiguo y tenía unos buenos closets, aunque pobremente diseñados. El closet de la entrada se dividía en dos secciones: la principal estaba al alcance de todo el mundo, pero la parte superior sólo era accesible para gigantes. Eso, añadido a que tenía bastante fondo, llevaba a Lali a preguntarse muchas veces por qué no se compraba una escalera para poder llegar a todas sus cosas.

Balanceándose en la silla, abrió el closet y sacó las gigantescas bolsas de plástico llenas de ropa de verano. Detrás de ellas, estaban guardadas las cajas con adornos de Navidad. Se puso en puntitas de pie, intentando llegar a ellas.

Sólo un poco más...

Sus dedos tocaron el cartón, pero no logró agarrar la caja. Maldición. ¿Qué podía hacer? Sacó una escoba de la despensa y volvió a subirse a la silla, esa vez armada. Metió la escoba entre la pared y la caja e hizo palanca. Sin embargo, la caja no parecía dispuesta a cooperar, así que movió con fuerza la escoba, al tiempo que maldecía en voz alta.

La caja se movió. Y no sólo eso, sino que salió disparada hacia adelante. Al parecer la bloqueaba una protuberancia de la madera, y su insistencia había hecho que la superara.

La caja se tambaleó al borde del closet. Lali la detuvo con las manos, concentrada en mantener el equilibrio a pesar de que la cabeza le daba vueltas. Inspiró hondo. Lo único que tenía que hacer era moverse un poco y agarrarla entre sus manos.

Pero, cuando intentó hacerlo, la caja con los delicados adornos de cristal de su abuela se inclinó en un ángulo muy peligroso. Lali se imaginó la caja escurriéndosele de las manos, cayendo al suelo, y los adornos heredados de su abuela hechos añicos por el suelo.

¿Quién iba a decir que decorar el árbol borracha podía ser tan peligroso?

Intentó volver a meter la caja dentro del closet, pero no lo consiguió. Parecía que su destino iba a ser quedarse allí, de pie en la silla, con los brazos en alto, y cansándose mientras evitaba que la caja cayera. Y así se quedaría hasta que se desmayara por el agotamiento, o los brazos se le atrofiaran por falta de sangre.

Laliter: "Lo que siempre deseé " Donde viven las historias. Descúbrelo ahora