capitulo 28

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-¿Qué debería hacer, entrar en la habitación y abalanzarme sobre él? Sólo lo quiero como amigo, Cande, de verdad -eso lo tenía muy claro. El estilo de vida de Peter la sacaría de quicio-. Pero tampoco quiero perderlo como amigo.

-Podrías hablar con él.

Lali frunció el ceño. Se ganaba la vida negociando acuerdos con sus clientes, enfrentándose a jueces y abogados, pero la idea de sentarse a hablar con Peter la inquietaba.

-Tal vez.

-O eso, o te das una ducha fría. Yo me vuelvo a dormir. Algunas de nosotras no tenemos vida sexual, y durante la noche dormimos.

-¿Cómo te fue en tu cita con Renato? -preguntó Lali, tanto porque sentía curiosidad, como porque los problemas de Candela merecían tanta atención como los suyos.

-Saltaron chispas -respondió Candela-. Resulto muy... interesante. Ya te lo contaré cuando regreses.

-De acuerdo -dijo Lali.

Renato no era muy de su agrado, pero si Candela lo había escogido y lo amaba, ella la apoyaría en todo momento.

Candela colgó y Lali se quedó mirándose en el espejo, intentando decidir qué hacer. Por un lado, la mera idea de una aventura romántica navideña le encendía los sentidos. Pero seguía existiendo el riesgo de perder a Peter para siempre y que su vida se desmoronara.

No era una decisión para tomar a la ligera, aunque cada vez le resultaba más difícil ser responsable y práctica. Porque, cuanto más pensaba en Peter, más deseaba desnudarlo.

Dios, sí que estaba muerta por él.

Dado que seguramente haría alguna tontería si regresaba directamente a la suite, en su lugar se dirigió al bar. En un televisor podía verse un concurso de conocimientos, y pasó dos agradables horas tomando daikiri, y preguntándose cómo esas personas lograban retener tantos datos en su cabeza. Era impresionante, sobre todo teniendo en cuenta que, en aquel momento, ella apenas recordaba más que su número de habitación.

Frunció el ceño, parpadeó varias veces, y se dio cuenta de que, si no regresaba a la suite, tenía muchas probabilidades de terminar durmiendo en un sillón de la recepción. De ser así, avisarían a seguridad e informarían a Pablo, quien nunca le confiaría sus asuntos legales.

Lo cual significaba que tenía que ir a la habitación que compartía con Peter.

Esperaba que estuviera dormido. ¿Dormiría desnudo? Imaginárselo imprimió nuevos aires a sus pasos... y luego le hizo plantearse que tal vez dormir en el sillón de la recepción no era tan mala idea.

«Lali, estás hecha un lío», se dijo.

Se detuvo delante de la puerta de su habitación, respiró hondo y metió la tarjeta en el lector. Se encendió la luz verde, y entró.

La luz de una lamparita estaba encendida, aparte de eso, la suite estaba a oscuras, y sintió cierta decepción.

Aunque estaba segura de que era una mala idea, había esperado ver a Peter, hablar con él, tomar algo juntos.

Y sí, tal vez ignoraría esa voz negativa de su interior.

Apretó los puños. «No». Dado su estado en aquel momento, que Peter se hubiera acostado antes era lo mejor. Además, según indicaba el reloj en la pared, eran más de las dos de la mañana. No muy temprano que digamos.

Moviéndose sin hacer ruido, se metió en el baño, con la idea de ponerse el pijama. Peter le había dejado una nota en el espejo y, apenas la recogió, Lali sintió estallar otra burbuja de sus fantasías: Lali, duerme tú en la cama, yo me quedo en el sillón. Peter.

Así que no iba a compartir cama con él. Incluso aunque no sucediera nada entre ellos, debía admitir que le había emocionado la idea de dormir junto a él. Le parecía algo innegablemente erótico, y la invadió una tremenda frustración. Aunque no tenía por qué, ya que Peter y la idea de sexo eran incompatibles.

El baño estaba surtido de una amplia variedad de artículos de aseo. Curioseó entre los cajones y cestas. Junto a la tina, encontró un folleto que detallaba los servicios de la habitación, como manicura, masajista y consultora de belleza.

Lo que le llamó la atención fue que decía que cada suite júnior deluxe tenía un jacuzzi en el patio trasero.

Eso sí que era información interesante. Sobre todo, porque en aquel momento no se le ocurría nada más atractivo que la idea de mirar las estrellas sumergida en agua caliente y burbujeante. Bueno, no se le ocurría nada más atractivo para hacer ella sola.

Sin hacer ruido, se desnudó y se puso una de las batas del hotel. Apagó la luz y salió cuidadosamente para no despertar a Peter.

Al pasar junto al sillón, vio el bulto bajo la manta. Atravesó la habitación en puntitas de pie y salió al patio trasero. La luna había desaparecido tras una nube, sumiendo el lugar en sombras. Lali encontró el interruptor de la luz, pero decidió no usarlo. El aroma del agua del jacuzzi y el sonido de las burbujas le llegaban desde su izquierda. Tras unos instantes para que sus ojos se adaptaran, vio la tenue luz de la luna reflejándose en el agua espumosa.

Perfecto.

Se quitó la bata, que se amontonó a sus pies en el piso de madera, mientras el cuerpo se le tensaba con la calidez nocturna. Dio un paso y se quedó helada al oír una voz familiar, suave y calurosa.

-Lali -dijo Peter-. Eres aún más hermosa de lo que imaginaba.

Continuará...

Laliter: "Lo que siempre deseé " Donde viven las historias. Descúbrelo ahora