capitulo 20

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-Candela dice que existen ayudas para el arte callejero, y que los artesanos locales venden sus joyas en el puerto.

-Yo también leí eso, y no se me había ocurrido el buen escenario que resulta ese lugar para un espía. Eres brillante -alabó él, sincero.

-Gracias -dijo ella, y miró alrededor con el ceño fruncido-. ¿Habrá gente todavía a estas horas?

-No son ni las siete -le recordó él-. Además, debido a las vacaciones hay muchos turistas. Seguro que los puestos están abiertos todavía.

-Es probable. Lo que tenemos que hacer es encontrar ese lugar.

Resultó tarea fácil, y enseguida caminaban por el puerto, sonriendo a los vendedores, muchos de los cuales parecían tan viejos como las historias que escondía aquel maravilloso lugar.

-Mira esto -dijo Lali, mostrándole un círculo adornado con algodón, plumas, cuentas y cuero.

-¿Qué es?

-Un atrapasueños -respondió ella-. A Candela le encantaría, ¿no crees?

Peter reconoció que a la amiga de Lali seguramente le gustaría un regalo así.

-Hemos cambiado el festejo de Navidad para el lunes que viene -explicó ella, mientras compraba el atrapasueños-. Ya que tú y yo estamos aquí el día en cuestión, vendrá a mi casa el lunes y comeremos pavo, ensalada y todo eso. ¿Te apuntas tú también?

Peter no necesitó ni un segundo para pensarlo.

-Yo llevo el puré de manzana. Me sale muy rico.

-Buenísimo -dijo ella con una carcajada y se agarró de su brazo, con su reciente compra en la otra mano mientras seguían mirando las artesanías, la mayoría de ellas joyería de plata.

-Para mi mamá -dijo Peter, mirando un par de aretes-. El hotel ofrecerá servicio de envíos, ¿no crees?

-Seguro. Le van a encantar. ¿Y para tu papá?

-Podría comprarle una hebilla gigante para la correa -comentó él, señalando una expuesta en el suelo-. Pero ya le regalé una suscripción a Pesca y Botes y un vale de consumo. Es muy fácil hacerle regalos.

-¿Estás triste por no ir a casa este año?

Él la miró y sacudió la cabeza.

-Los extraño, por supuesto, pero estoy muy feliz con cómo están yendo las cosas este año.

Ella clavó la mirada en los puestos de los artesanos.

-Yo también.

-Mira qué bonito -señaló Peter unos pasos más adelante.

Se había detenido delante de una gran manta gris cubierta de pulseras de cuero y plata labrada. En un extremo, estaba sentado un anciano con una pipa en la boca y penetrantes ojos azules, casi escondidos entre los pliegues de su rostro acartonado. Tenía el pelo blanco y un aire de misterio.

Cualquier duda que Peter hubiera tenido de incluir aquel escenario en el siguiente libro de Bedoya-Agüero, se disolvió en el acto. Aquello era perfecto. Miró a Lali por el rabillo del ojo y la vio agachada, estudiando atentamente las pulseras.

«Sí, es perfecto», pensó él.

-Es una artesanía hermosa -comentó, escogiendo una pieza con unos diseños tan intrincados que dedujo que eran antiguos y de profundo significado.

El anciano inclinó la cabeza.

-Gracias, es usted muy amable -dijo y, tras mirar a Lali, se dirigió a Peter-. ¿Desea comprar algo para su pareja?

-Esto...

Lali dio un paso atrás y negó con la cabeza.

-Él no es mi novio.

Peter no supo si frustrarse por la rápida negación de ella, o disfrutar de que el artesano hubiera pensado que eran pareja. Decidió lo segundo, mejor pensar en positivo. Tal vez el anciano había percibido algo.

-Somos amigos -dijo Peter, agarrando la mano de Lali-. Buenos amigos.

El hombre entrecerró los ojos y miró a Peter. «Lo sabe», pensó él, y carraspeó, temeroso de que Lali descubriera su verdad. Una verdad que él le estaba ocultando. Al menos por el momento.

-Entonces, éste -dijo el anciano, tendiéndole otro de diseño igualmente intrincado-. Para la amistad.

Se llevó la mano al corazón.

-Un verdadero amigo vive aquí para siempre.

-¡Qué bonito! -intervino Lali.

-Me la llevo -dijo Peter y se giró hacia ella-. ¿Me dejas que te la regale?

-Peter, no puedes.

-Claro que puedo. Sólo tengo que sacar la billetera del bolsillo -dijo él, mientras lo hacía.

Ella puso los ojos en blanco, enojada.

-Discúlpenos -le rogó al artista, y se llevó a Peter a un lado-. No tienes por qué comprarme nada. Hay asuntos más importantes de los que preocuparte, como pagar el alquiler y comer.

-No soy un indigente -respondió él.

Continuará...

Laliter: "Lo que siempre deseé " Donde viven las historias. Descúbrelo ahora