capitulo 12

428 19 3
                                    

-Eso es genial -celebró, aunque era obvio.

-Yo todavía no lo puedo creer. El disparo sólo es válido si acierta en la diana.

-¡Y lo hará! -exclamó ella-. El libro es increíble.

La primera entrega le había fascinado. El protagonista era ingenioso, sexy y especialmente peligroso. Ella podía ver rasgos de Peter en el personaje de Thiago Bedoya-Agüero, y había sido muy divertido imaginarse a su despreocupado amigo escribiendo sobre un espía duro y experimentado.

-El ambiente estará muy bien -comentó él-. Hay al menos un acto formal, y Bedoya-Agüero siempre...

-Espera -lo interrumpió ella, llevándose una mano al cuello y notando su pulso acelerado.

De pronto, todo lo que Peter había dicho empezaba a cuadrar. Y ella necesitaba ciertas aclaraciones. Porque aquello era el pacto que había hecho con Candela. La magia de la navidad había actuado. La oportunidad tocaba su puerta.

-Peter -comenzó, en voz baja y seria-. ¿Vas a ir a la gala Martínez en Punta del Este?

Él la miró atónito y asintió.

-¿Puedo ir contigo? -añadió Lali, antes de poder contenerse.

Sabía que era algo inapropiado, sobre todo después de haberlo besado antes.

Y, en aquel momento, lo único que podía era mirarlo, mortificada, e intentar procesar el hecho de que acababa de auto-invitarse a un viaje de trabajo. Con un hombre al que acababa de besar. Para intentar seducir a otro hombre.

No importaba que Peter fuera su amigo y sólo amigo. Existían ciertas normas básicas.

Él se levantó y se encaminó a la cocina.

-¿Quieres ir a Punta del Este mientras yo estoy trabajando? ¿Por qué? -le preguntó él.

Lali lo oyó abrir la refrigeradora. En un instante, regresaría con una gaseosa light y algo de queso, estaba segura.

-Por trabajo -respondió-. Y trae para mí también, las dos cosas.

Él regresó con dos latas de gaseosa y el queso, y Lali se felicitó mentalmente.

-¿No es época de fiestas? -preguntó él.

-Por eso, no quiero estar sola -replicó ella-. Al menos en Punta del Este tendré compañía. Pasarás navidad ahí, ¿no es cierto?

-¿Por qué trabajas durante tus días libres?

Ella exhaló ruidosamente mientras se dejaba caer en el sofá.

-Estoy empezando a desesperarme -confesó.

Odiaba admitirlo, pero Peter la conocía lo suficiente como para saber que convertirse en socia del estudio era algo imprescindible para ella.

-¿Y qué tiene que ver ir a Punta del Este con eso?

-Quiero conseguir a Pablo Martínez como cliente. Necesito aportar un buen cliente al estudio si quiero aspirar a convertirme en socia.

-¿Y crees que vas a poder convencerlo?

-Sí.

No tenía sentido mencionar que también quería repetir el beso de buenas noches con Pablo. Un beso que, ojalá, condujera a posibilidades más excitantes.

-No me emociona trabajar durante estos días, pero la idea de perder mi opción a ser socia tampoco está contribuyendo a que disminuya mi estrés.

-Pero el hotel está lleno.

-Exacto.

-Así que estaría haciéndote un favor.

-Un favor enorme -afirmó ella.

Era una idiota: lo había besado, y había resultado extraño e incómodo. Lo último que necesitaba era compartir un espacio con él. Una cosa era recordarse a sí misma que el vecino de enfrente era un amigo y nada más; otra, decirse lo mismo respecto al hombre durmiendo en la otra cama de la habitación de hotel.

Pero ella tenía que ir a Punta del Este. Necesitaba a Pablo.

-¿Y bien?

-¿Es importante para ti?

-Totalmente -dijo ella, arriesgándose.

-Entonces, puedes venir.

-¿En serio?

Él dio un largo trago a su gaseosa.

-Tengo una suite y una entrada de sobra para la gala de inauguración -dijo él, y se encogió de hombros-. Nos divertiremos.

Aquello era perfecto, se dijo Lali. Excepto por una cosa. Sin prestar atención, se apretó el cinturón de la bata y se metió las manos en los bolsillos.

-Has dicho una suite, ¿no? ¿Eso significa habitaciones separadas?

-Ésa es mi definición de suite -respondió él.

De acuerdo, entonces todo iba bien. Nada inapropiado. Ninguna situación incómoda. Él, de cierta forma, seguiría siendo el vecino de enfrente.

-Entonces, está bien -dijo, y sonrió-. De hecho, va a ser genial. ¿Estás seguro de que quieres?

Nada más hacer la pregunta, lo lamentó, ¿y si él se arrepentía? ¿Y si tenía previsto salir con otra mujer?

Esa idea le revolvió el estómago. Frunció el ceño e intentó borrar la imagen de Peter llevando a una despampanante rubia a su habitación. Mejor no seguir por ese camino.

-¿Lali? ¿Estás escuchándome?

No había oído nada de lo que él había dicho.

-Perdón. Entre las vacaciones y el alcohol, no sé dónde tengo la cabeza. ¿Qué decías?

-Decía que estoy seguro, y que me encantará que vengas. Tengo una agenda bastante apretada. El plan es trabajar, y trabajar un poco más.

Ella pensó en el manuscrito y el avance del tercer libro, que él debía realizar en pocos días, y la invadió la culpa.

-Perdóname, ni lo había pensado. Tienes que trabajar. Yo voy a ser una distracción.

-Nada que ver, no te preocupes por eso -le aseguró él-. No vas a distraerme, en absoluto.

Continuará...

Laliter: "Lo que siempre deseé " Donde viven las historias. Descúbrelo ahora