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Siracusa, Sicilia, Italia
15:00 horas

Fiorella

Me miraba en el espejo, me veía bien, aquellas personas hicieron magia, no parece que hubiera llorado todo la noche, ni que hubiera tenido un ataque de pánico por la mañana.
El vestido rojo era muy hermoso, y el peinado recogido quedaba a la perfección sin una sola hebra suelta.

Me veía hermosa, sin embargo, por dentro estaba rota.

17:00 horas

Todo estaba listo, nos habían colocado el equipo de audio, no se notaba nada. Estamos a nada de entrar a esa enorme casa. Los nervios me invadieron. Nos cercamos a la puerta, Alan estaba en medio de Sabrina y yo.

El que un hombre apareciera con dos mujeres no era extraño, para este tipo de gente era algo bastante común.

Alan mostro la invitación e ingresamos a la gran casa. Habían muchos invitados. Todo estaba perfectamente planeado.

Estuvimos varios minutos juntos, cuando Alan decidió que era hora de iniciar la misión.

-Mucha suerte, nos reunimos en el hotel en tres horas- dijo y se fue por su camino, quedando únicamente Sabrina y yo.

Recorrimos un poco la casa, sin llegar a la parte privada, que es donde están las habitaciones y todo lo privado que tiene Leandro.

Antes de cruzar la sala, visualice un gran cuadro, el mismo cuadro de hace años. Me fue imposible no reconocerlo, estaba toda la familia Martini.

Mi piel se erizo completamente. Al darme la vuelta, Sabrina ya no estaba.

Se supone que tendría que buscar información, pero una escalofriante idea se inserto en mi mente. Tienes que ir.

NO, NO, NO.

Era pésima idea, lo sabia, pero no podía detenerme, es como si mis pies tuvieran vida propia y se movieran solos dirigiéndome a esa parte privada de la casa. Involuntariamente me acerque al cuadro que estaba en la pared, y antes, gire mi cabeza verificando que no haya nadie.

Moví el cuadro lo necesario para poner la contraseña.

Sigue siendo la misma.

Frente a mi estaba un enorme pasillo. No debería de estar aquí, lo sabia, pero no podía evitarlo, la curiosidad me había invadido.

...

No sé cuanto tiempo estuve recorriendo la casa, había olvidado los grande que es. Al mirar por la ventana mire que ya estaba oscuro, el jardín estaba iluminado por unas cuantas luces. Entendí que era momento de irme esperando que Sabrina no haya notado tanto mi ausencia.

No tienes nada de pruebas.

Carajo. No había conseguido nada.

Camine por pasillo, pero antes de salir, mire esa puerta. De todas fue a la única que no entre. 

Tienes que irte.

Como si de un imán se tratara, camine lentamente con dirección a la puerta mirándola fijamente, es como si pudiera ver a través de ella. Como si una de película de terror se tratará empecé escuchar los gritos. Sabia que solo eran los recuerdos pero por producto de mi imaginación los sentía tan real, tan cerca.

La puerta abrió. 

La habitación estaba en penumbra. Entre.

Encendí una pequeña lampara y recorrí toda la habitación con la mirada.  Todo estaba igual. Toda la casa estaba exactamente igual. Es como si los años no hubieran pasado.

Recorrí lentamente la habitación, sabía que no eran buena idea que estuviera aquí, ni siquiera tendría porque haber venido. 

Dominick.

Maldito hijo de puta.

Me acerque al espejo de cuerpo completo que esta justo enfrente de la puerta. Lucia tan mal con el maquillaje corrido, unas hebras yacían fuera del peinado. Me mire de arriba a abajo a través del espejo, y cuando alce la mirada vi el reflejo de una persona que estaba justo en el marco de la puerta con una gran sonrisa.

Era él.

Mis sentidos de alerta se activaron. Ya era mu tarde.

-Bienvenida a casa, hermanita.

Leandro Martini entro a la habitación cerrando la puerta tras de él.

Un sueño rotoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora