Capitulo 8. Wildest Nights.

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Antes del amanecer, Destiny ya estaba despierta, los ecos de sueños turbulentos aún resonando en su mente. Se puso la ropa de entrenamiento, ajustándola con determinación a su figura aún tensa por el sueño. A medida que el cielo comenzaba a clarear, se dirigía al campo de entrenamiento, donde la esperaba un día exigente.

Garruk, el vicepresidente del consejo y un estratega feroz, supervisaba personalmente las sesiones de entrenamiento. Su mirada penetrante no perdonaba errores, y su exigencia de perfección era inquebrantable. Bajo su tutela, cada movimiento, cada táctica era desglosada y perfeccionada. "En el campo, cada segundo cuenta. Debes estar lista para reaccionar antes de que incluso tu adversario sepa qué hará," instruía con voz severa.

Mientras Destiny practicaba, Zephyr se mantenía a una distancia prudente, observando con ojos críticos. No intervenía como Garruk, pero su presencia era igualmente imponente. Cada vez que Destiny se detenía, buscando un segundo de respiro, la voz de Zephyr cortaba el aire, implacable: "¡Destiny, esto no es un juego! ¡Cada pausa que tomas es una oportunidad que le das a tu oponente para derrotarte!"

Sus interacciones frecuentemente terminaban en discusiones acaloradas. Zephyr, con su enfoque riguroso y a veces abrasivo, veía en Destiny un potencial sin explotar que solo podía ser liberado a través del desafío constante. En un momento particularmente intenso, después de una serie de ejercicios agotadores, Destiny alcanzó su botella de agua para tomar un trago, su respiración pesada y su cuerpo clamando por hidratación. Sin embargo, antes de que pudiera llevarse la botella a los labios, Zephyr se la arrebató y la arrojó lejos, esparciendo el agua sobre el polvoriento suelo del campo de entrenamiento.

—¡La fatiga es una lección, no una excusa! —exclamó Zephyr, desafiante.

La furia y la frustración estallaron dentro de Destiny como una tormenta. Sus puños se cerraron, y por un momento, pareció que respondería con ira. Sin embargo, respiró hondo, controlando su temperamento. "Está bien," se dijo a sí misma, "Usaré esto. Me haré más fuerte."

Mediante la semana, llevando el peso de un entrenamiento riguroso y los roces constantes con Zephyr, Destiny sintió la necesidad de una pausa. Con Ruddy, su leal compañero canino, se aventuró hacia los jardines exuberantes y campos de flores vibrantes que decoraban el consejo. Allí, sumida en la tranquilidad del lugar, se permitió reflexionar sobre su nueva vida en Dystopia. Se dio cuenta de que, aparte de Markus, las relaciones con sus colegas del consejo estaban marcadas por la distancia y en algunos casos, una hostilidad velada. Ansiaba discutir sus problemas con Janna, pero el temor a ser etiquetada como una forastera la retenía.

Al borde del agotamiento, Destiny se dejó caer junto a una piscina reflectante, cuya superficie perturbó con una piedra que rebotó tres veces antes de hundirse. Mirando hacia arriba, observó cómo las dos lunas llenas de Dystopia danzaban en el cielo nocturno, un espectáculo que la llevó a cuestionar las maravillas de la astronomía de este nuevo mundo. Continuó su paseo hasta llegar a la orilla del mar, donde se detuvo ante un muelle solitario, observando los barcos balancearse con las olas. Un suspiro escapó de sus labios mientras contemplaba las innumerables diferencias entre Dystopia y su mundo natal, sintiendo el peso de la soledad y la alienación.

Fue entonces cuando percibió pasos detrás de ella. Al volverse, encontró a Zephyr acercándose, su aspecto algo cambiado, mostrando signos de madurez y una incipiente barba. La expresión en su rostro combinaba horror y confusión al verla tan vulnerable y sola.

—Solo estoy paseando a Ruddy —intentó explicarle Destiny con una voz que buscaba calma.

Zephyr se detuvo frente a ella, examinándola con intensidad, como si tratara de descifrar un rompecabezas complicado.

Aventuras en dystopia. [Serie Dystopia #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora