3- Guerra

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—Puedo con tu estúpida y maloliente presencia, cretino. No te creas tan importante e indispensable. He trabajado arduamente por cinco años y no voy a permitir que un recién llegado que no sabe absolutamente nada arruine todo mi esfuerzo y las metas que me he propuesto a alcanzar. No te cruces en mi camino y no te involucres de más, Hunter.

—¿O qué? —sonrió malicioso—. Quiero saber lo que la princesita grosera, prepotente, orgullosa y testaruda es capaz de hacerme si me cruzo en su camino. Siempre has sido una lengua larga.

—No me provoques, porque si la última vez fue una tierna caricia en la mejilla, el golpe más bajito te los daré en los huevos, idiota.

Una sonrisa burlona apareció en sus labios y fue inevitable no verlos, pues en una mínima fracción de segundo recordé cuando su boca se apoderó de la mía de una manera que me arrebató hasta el aliento. Me costó mucho borrar de mi memoria ese beso, como para ahora volver recordarlo y sentir que todo mi interior arde de furia. 

¿Qué diablos me pasa? ¿Qué demonios hago pensando en eso? Ese beso nunca pasó. 

—¿Todavía recuerdas lo que pasó la última vez? —se burló, acercándose tanto a mí que su aliento chocó en mi rostro.

—Como olvidarlo, si tuve el gusto y la satisfacción de pisotear el maldito ego que traías por las nubes.

Nos miramos con una fijeza abrumadora. La tensión sigue estando presente en el medio de nosotros, eso no ha cambiado ni en lo más mínimo. Es como si estuviéramos en la universidad y los años no hubiesen pasado. Seguimos siendo los mismos, aunque lucimos un poco más maduros que hace nueve años. 

—Nada como recodar los viejos tiempos, hombre —Dakota se echó a reír, mientras las chicas de la recepción y Ethan nos miraban llenos de confusión e interés—. Ambos se olvidaron en el lugar donde se encuentran, ¿no? Se supone que serán los dirigentes de esta compañía y no un par de niños de preescolar buscando llamar la atención de la profesora. Están dando un mal ejemplo a sus empleados, chicos. ¿Por qué no solucionan sus indiferencias en un lugar más privado, quizás donde nadie los escuche y no pasen vergüenza alguna?

—Ya todo está dicho, solo no aparezcas por donde voy caminando, inútil —le di una última mirada llena de advertencia antes de irme en dirección a mi oficina, haciendo resonar con fuerza mis tacones. 

¿Por qué rayos Henry le dijo que regresara? Hunter no tiene nada que hacer aquí, él debió quedarse donde estaba, muy lejos de mi vida y mi paz mental. No entiendo por qué la vida debe castigarte con lo que más odias y menos soportas. 

***

—¿Qué más tenemos en la agenda por hoy? 

—Nada más, Srta. Cooper. Por hoy terminamos todos nuestros pendientes —informó Nahia, revisando su agenda—. Lo único a lo que debe asistir es a la cena con sus padres y los Sres. Goldberg.

—Había olvidado por completo que tenía cena con ellos —me levanté de mi silla, llevando conmigo varios documentos bajo mi brazo—. Me llevaré los contratos para darles una ojeada una última vez, ya sabes, hay que asegurarnos de que no haya ni un solo error antes de estampar la firma. 

—Puedo hacer esa revisión por usted, Srta. Cooper.

—No hace falta que lo hagas —tomé mi bolso y mi abrigo mientras ella asentía con una media sonrisa—. Ve a casa a descansar.

—Pase buena noche. 

—Igualmente —sonreí ampliamente, sonrisa que se borró en cuanto abrí la puerta de mi oficina y lo primero que vi fue a Hunter—. ¿Qué quieres? 

—Buenas tardes, Srta. Cooper. ¿Se te olvidaron los modales o qué?

Cerré los ojos, soltando un profundo suspiro. Paciencia es lo menos que tengo y si se trata de él, sencillamente la furia aparece como por arte de magia. Él siempre ha logrado sacarme de quicio sin decirme ni una sola palabra.  

—¿Qué se te ofrece, pedazo de inútil?Por si no te das cuenta, estoy saliendo, por lo que agradecería que me dijeras para qué demonios me estás buscando. 

—Sigues siendo la misma grosera de siempre.

—Habla, antes de que verdaderamente me comporte de forma grosera contigo.

—¿Por qué estás tan a la defensiva conmigo, mujer? ¿Qué te he hecho para que sientas tanto odio y desprecio por mí? Vamos a trabajar juntos, por ende vamos a compartir mucho tiempo. Nos vamos a tener que ver la cara todos los días e incluso nos tenemos que convertir en uno solo para que el legado que nos dejaron nuestros padres no se venga al suelo, así que trata de mermar tus locas hormonas llenas de odio y hagámonos la vida más amena. Solíamos ser mejores amigos, ¿recuerdas? Ese cariño y aprecio sé que todavía existe, quizás muy en el fondo de tu oscuro corazón, pero sé que ahí está. Lo que sucedió hace nueve años no debería afectarnos en el ahora. Ya ha pasado el tiempo, no puedes durar toda una vida odiándome porque te robé un simple y soso beso. Pero si necesitas una disculpa, te la pediré. Me disculpo por haberme lanzado sobre ti y besado.

—¿Quién te dijo que yo te odio solo porque me diste un beso? Fue tan simple y soso, que ni siquiera recuerdo la textura de tus labios. Me han dado todo tipo de besos, unos mejores que otros, pero es que el tuyo no se puede categorizar como un beso. Espero hayas mejorado en estos nueve años o te puedo asegurar que nunca vas a conseguir mujer.

De repente se acercó a mí y, con su mano, me tomó del mentón. Quedamos demasiado cerca, podía sentir su respiración en mi piel y su nariz casi rozaba la mía. Aunque quisiera apartarlo y darle justo en los huevos, lo cierto es que su toque es cálido y agradable. Sus manos son grandes y muy suaves y su perfume atrapa con suma rapidez.

Sus ojos se fijaron en los míos, por lo que pude apreciar con mayor detalle esos colores tan bonitos que tiene. No quería que mi cuerpo reaccionara, pero lo estaba haciendo, sobre todo mi corazón, que latía cada vez más deprisa.

Me sentía bajo una bruma que ni yo misma entendía ni podía explicar. Odio sentirme indecisa y confundida, pero más me odio a mí misma al seguir sintiendo lo mismo que hace nueve años.

—¿Me estás diciendo que quieres que te bese para saber si he mejorado o no?

—No dije eso.

—Ah, ¿no? —me acercó un poco más a sus labios y vagamente se rozaron con los míos, por lo que tragué saliva e inconscientemente contuve hasta la respiración—. Aunque digas que no, mueres porque te bese una vez más, pero eres tan orgullosa que después de que nos comamos la boca, me golpearás como sucedió hace años.

Volvió a rozar sus labios con los míos y se apartó de golpe, dejándome con la respiración agitada y el corazón alebrestado.

—¿Creías que iba a besarte? —soltó una risita quisquillosa—. Ya lo hice y no me quedaron ganas de hacerlo una vez más.

Un jadeo me hizo reaccionar y ese extraño sentir que estaba empezando a bullir en mi interior se transformó en furia. Es un desgraciado burlón y yo de tonta acabo de caer en su trampa, pero si lo que él quiere es jugar en medio de la guerra, que se prepare, porque esta batalla la ganaré yo.

Seducción[✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora