12- Distancia

3.9K 316 15
                                    

Hunter

No me quería levantar del lado de Isla, pero corría el riesgo de que pronto despertara y enloqueciera si me llega a ver.  Ahogué un quejido antes de levantarme a la fuerza de la cama y me quedé un rato contemplando su hermoso rostro a la hora de dormir.

Sigue durmiendo boca abajo y haciendo los mismos gestos que cuando era una niña. Se ve tan tranquila, como si se tratase de un bello ángel retratado. Pero es todo lo contrario, una demonia de lengua filosa, que escupe veneno por doquier.

Una sonrisa se dibujó en mis labios ante el recuerdo de anoche. Su piel es tan suave y exquisita. No sé cuántas veces la devoré a mis anchas, lo único que tengo claro es que los deseos que siento por ella siguen intactos en mi pecho, es más, se hicieron más fuertes que antes. No fue suficiente con doblegarla y someterla a mí, porque ella es una adicción y es difícil que pueda pasar de ella como si no hubiese significado nada en mi vida.

Tantos años deseándola, queriendo ser uno con su ser y deleitarme con el dulce néctar de su alma, y ahora que pude hacer uno de mis más locos sueños realidad, no quiero que esto se quede en una noche desenfrenada. Hubo tantos sentimientos encontrados en nuestros besos y en la entrega de nuestros cuerpos, que es necesario aclararlos mediando con palabras.

Pero Isla es una mujer terca y orgullosa y no aceptará que siente lo mismo que yo. Sus besos me susurraron que estaban embriagados con los míos y sus tiernas caricias fueron conversadas en mi corazón. Sé que no debí acercarme a ella sabiendo que estaba pasada de copas, pero la furia y los sentimientos que tengo por ella no me hicieron pensar con claridad.

Me llené de celos al verla con otro hombre y terminé haciendo lo que no debía, pero no me arrepiento de haberla seguido y de haber tenido la dicha de hacerle el amor en todas sus expresiones. Es más, ahora mismo me encantaría despertarla con mis besos y mis caricias, pero sé que ya no tendré la misma suerte de anoche.

—Hagamos de cuenta que nada pasó, pero tú sabes bien que te hice suspirar y aclamar en más de una ocasión.

Dejé un beso en su mejilla, muy cerca de sus labios y me levanté por completo de la cama, vistiéndome a toda prisa para no estar en su apartamento cuando ella despierte. Pero en el intento de huir, ella despertó y lo primero que hizo fue gritar como si acabara de ver un fantasma.

—¿Qué diablos haces aquí? —se levantó de la cama, llevando consigo la sábanas y cubriendo su desnudez—. ¡Largo de mi casa, idiota!

—¿No me digas que estabas muy ebria para no recordar lo que anoche hicimos? —sonreí torcido, dejándome la corbata colgada alrededor de la nuca—. ¿Borraste cassette tan pronto, mi vida?

Sus mejillas se encendieron de un rojo intenso, en una mezcla de furia y vergüenza.

—No seas tan idiota, Hunter. Tengo clarísimo lo que sucedió entre nosotros anoche, pero pensé que serías un poco más inteligente y te irías en cuanto amaneciera, después de todo, solo se trató de un revolcón.

—¿Estás segura que solo fue un revolcón? —ignoré la punzada amarga que me gobernó ante sus palabras—. En fin, no pienso discutir contigo por algo tan insignificante. Digas lo que digas, tú y yo sabemos que no se trató de un revolcón —me acerqué a ella y dejé un mechón de su cabello detrás de su hombro, esbozando una sonrisa al ver el chupón que dejé en su cuello—. Puedes negarle al mundo lo que hubo entre nosotros, pero no te puedes negar a ti misma que eres toda mía.

—¿Qué te pasa, idiota? No soy tuya —apartó mi mano de un manotazo—. Tuvimos sexo y eso no es cosa del otro mundo. Si quieres, puedes gritar que al fin lograste tirarte a la hija del socio de tu padre.

—No voy a hacer tal cosa. No eres un objeto el cual deba lucir —fruncí el ceño.

—Muy bien, ahora largo.

—Debemos hablar de lo que sucedió.

—¡Ya, Hunter! Yo estaba ebria, tú no querías perder la oportunidad y tuvimos sexo porque las ganas nos dominaron. No sucedió nada más y déjame aclararte que lo de anoche no se va a volver a repetir nunca más, así que ni trates de insinuar absolutamente nada. Sigamos manteniendo la distancia entre nosotros, tú sigues con tu vida y yo con la mía y hagamos de cuenta que nada pasó.

—Si es lo que quieres, trataré de hacerlo, más no te lo puedo prometer... —me encogí de hombros y salí de su apartamento antes de que mis deseos me dominaran.

Pensé que Isla se pondría como una fiera en cuanto me viera, pero realmente estaba muy tranquila. En su mirada había vergüenza, contradicciones y furia.

Trataré de mantenerme distanciado de ella, pero no puedo prometer que lo estaré del todo, cuando en realidad deseo romper todas esas barreras que ella tiene en medio de nosotros y amarla como el corazón me lo está dictando.

Quizás es tarde para mí porque dejé que pasaran muchos años y nunca la busqué ni le di ninguna explicación, pero nunca es tarde cuando el sentimiento es sincero. Cumplí mis metas profesionales y llegué muy lejos en el ámbito laboral, pero ahora que regresé, me di cuenta de que necesitaba completar mi felicidad e Isla hace parte de mi corazón desde hace mucho, solo que esos sentimientos habían permanecido dormidos.

Llegué a casa con una sonrisa que nadie podía borrar de mi rostro, ni siquiera el veneno de esa mujer que me vuelve loco.

—¿Se puede saber a dónde estabas y por qué llegas a esta hora? Aunque por tu apariencia y esa sonrisa, me da una idea de lo que estabas haciendo.

—Anoche fue la mejor de las noches, papá. Toqué el cielo y el infierno a la vez.

Frunció el ceño, negando con la cabeza.

—¿Y dónde queda Isla? ¿Acaso no pensabas conquistar su corazón?

—Esa diabla no tiene corazón, tiene un caparazón hecho de acero, pero poco a poco lo voy a ablandar —sonreí—. Quiere distancia y es lo que le voy a dar.

—Ya no eres un niño, hijo. No deberías jugar. Háblale claro y dile lo que sientes y quieres a su lado.

—En el amor se vale todo y tú lo sabes bien, papá. Con esa mujer no sirven de nada las flores y las palabras bonitas.

—¿Piensas que ella va a venir a tus brazos si te alejas?

—Por supuesto que no, pero si siente algún tipo de sentimiento por mí, tratará de llamar mi atención para que sea yo quien vaya a sus pies. Esto es un juego y ella no piensa dejarme ganar, papá.

Una risita divertida escapó de sus labios.

—Que tercos son ambos. Les gusta perder el tiempo, en lugar de dejar todos esos juegos de niños atrás y amarse como tanto desean sus corazones.

Seducción[✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora