27- Permiso

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Desde que le dieron el alta a mi padre hemos estado cuidándolo por turnos. Cuando Alexia no puede, Dakota o yo estamos ahí para hacerlo. Aunque mi madre se ha negado muchas veces, apelando que ella puede hacerlo sola, lo cierto es que no queremos que haga esfuerzos de más. Ella también debe cuidar de su salud.

Nos hemos vuelto más unidos, inclusive más de lo que éramos en un pasado. Todo lo que ha pasado con mi padre me ha hecho valorar aún más sus vidas, que de nada valen los arrepentimientos cuando se es tarde. Ellos todavía están vivos y no necesito perderlos para saber que debo estar a su lado, velando por su seguridad y cuidándolos como ellos lo hicieron conmigo cuando era un niño.

Y momentos como este, donde mi madre lee un libro en su silla de descanso mientras mi padre y yo jugamos una partida de ajedrez lo es todo para mí. Me di cuenta de que necesitaba todo esto muy tarde, pero todavía tengo tiempo para redimir los años que estuve fuera.

—¿E Isla? Hace días no viene a visitarnos. ¿Están discutiendo de nuevo?

Mi padre movió uno de los peones y sonreí. Sus jugadas siempre son las mismas, pero así pierda la partida, no dejará nunca de divertirse.

—Para nada —esta vez moví el caballo, dándole de baja a una de sus fichas—. Estamos mejor que nunca, pero ha estado cargada de trabajo. Ya sabes, ahora es la presidenta de una compañía y ese hecho consume su tiempo.

—Ya encontrará el balance para dedicarle tiempo al trabajo, a la familia y así misma —sonrió—. Y desde luego para ti.

—Soy feliz al verla cumplir sus sueños, padre. Es lo que siempre quiso ser.

—Lo sé, estuve en cada uno de sus pasos y me siento tan orgulloso de ella y lo lejos que ha llegado. Es una chica bastante perseverante.

—Terca y orgullosa —completé y soltó una risita.

—Esos defectos y virtudes los heredó de su madre. Así era ella cuando Bastián la estaba conquistando —vaciló con la torre, en una clara muestra de que no sabía hacia qué dirección moverla—. ¿Tienen planes?

—Henry, por favor —advirtió mi madre, haciéndome reír—. Déjalos que vivan su amor a su manera.

—Y no me estoy involucrando, solo quiero saber si se van a casar, si van a formar una familia, cuándo van a vivir juntos, si desean hijos y cositas así, nada más.

—Simplezas, ¿eh? —mi madre rio, negando con la cabeza—. Sabes que esas cositas así llegan con el tiempo. Ellos ahora están en una burbuja de amor, así que no metas tus narices donde nadie te ha llamado.

—Puedo ayudar a agilizar los procesos, ¿no crees, hijo? —su picardía me pareció tierna.

—Por supuesto, cuando decida ese gran paso, te buscaré.

—Pero que sea pronto, porque el tiempo corre muy rápido.

Seguimos jugando en medio de bromas y risas, haciendo la tarde amena para todos. Ni siquiera estábamos jugando con seriedad, solo se trataba de matar el tiempo y pasar una tarde en familia, aunque mis hermanitas hacen falta.

Mi padre sonrió, antes de que mis ojos se vieran cubiertos por un par de manos pequeñas y cálidas.

—¿Es Lisa o Marianne, papá?

—¿Qué te pasa, idiota? —dejó un golpe en mi espalda y me giré, tomando a mi hermosa novia entre mis brazos—. ¿Hablas de Lisa tu asistente?

—Lo dije sin pensar.

—Mentiroso —trató de levantarse de mi regazo, con los brazos cruzados y las mejillas infladas—. La piensas mucho, ¿no?

—No más que a una rubia preciosa y testaruda —acerqué mis labios a los suyos y suspiró—. Bueno, debo confesar que hay tres mujeres más en mi vida aparte de ti.

—¿Tres? —sonrió divertida—. ¿No te puedes conformar con solo una?

—No, esas cuatro mujeres son lo más importante en mi vida, así que todas deben convivir en paz y armonía.

Isla tomó mi rostro entre sus manos y me besó, acariciando con suavidad mi cuello. Una caricia de esta conejita endemoniada mi corazón late incesante. Me tiene en sus manos y derrotado a sus pies.

—Me siento estafado —se quejó mi padre, haciéndonos separar—. Antes venías a visitarme a mí, ahora no quieres quitarte de encima de mi hijo.

—Henry, por favor.

Isla se puso de pie y se acercó a mi padre, dándole un abrazo cariñoso por la espalda.

—Te adoro, Henry, pero debes vivir en paz y armonía con los otros dos hombres dueños de mi corazón.

—Oh, trataré de hacerlo, aunque no aseguro nada.

Isla soltó una carcajada, dejando un beso en la mejilla de mi padre. Se separó de él abrazó a mi madre, riendo por los comentarios que papá seguía murmurando.

—Sr. Goldberg —Isla miró a mi padre con seriedad—. He venido a pedir su permiso para salir con su hijo. Le aseguro que a medianoche estará de regreso.

—Llévatelo si quieres por el resto de vida. Ya no quiere salir de esta casa y dejarme solo, me tiene harto. Créeme que me haces un favor, Srta. Cooper.

—En ese caso, tomaré su palabra de llevármelo... —sonrió, dándome una mirada fugaz—, quizás para toda la vida.

—Llévatelo —hizo un ademán con las manos que me hizo enarcar una ceja—. Y no se aceptan devoluciones.

Isla y mi madre rieron más fuerte, sorprendiéndome por lo que decían. No sabía que mi padre e Isla se tuvieran tanta confianza. Sabía de su buena relación y del cariño que se tenían, más no que pudieran bromear de esa manera.

Antes de que pudiera defenderme o decir palabra alguna, mi novia me tomó del brazo y me sacó de la casa mientras me susurraba que nunca me devolvería porque era solo suyo.

—¿A dónde me llevas, Srta. Cooper? —rodeé su cuerpo antes de llegar al auto y me abrazó por el cuello—. ¿Qué tienes planeado hacer conmigo?

—Mmmm muchas cosas —se relamió los labios muy sensualmente—. Te llevaré a un lugar que se seguro te encantará.

—¿Cuál?

—Es sorpresa —dejó un pico en mis labios, dejándome con ganas de más de sus adictivos y dulces besos—. No seas tan impaciente y curioso, mi amor. 

Seducción[✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora