11- Explosión

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Sus labios siguen teniendo la misma suave textura y ese poder único de despertar una oleada de mariposas que revolotean sin cesar en mi interior. Mi mente se encontraba en blanco, mi piel ardía de ansias y deseos, y mi corazón no se hallaba en mi pecho con lo rápido y fuerte que latía. Todas esas sanciones que se encontraban dormidas renacían con fuerza, delatando mi verdadero sentir.

En un roce de labios desenfrenado y apasionado, me olvidé de todo, incluso del odio que decía sentir por el hombre que más he amado y sigo amando en mi vida. No podía separarme de su boca y, siendo completamente honesta, tampoco quería alejarme de él.

—Tu boca me insinúa tantas cosas, pero tu maldito orgullo las mata —murmuró, estirando mi labio inferior con sus dientes—. Estos labios tan ricos y suaves han estado en mi mente por tanto tiempo. Saben mucho mejor que hace nueve años. 

Hunter no me permitió rebatirle, pues volvió a besarme con total desesperación, tomando mi cabello en su mano y acercándome lo más que podía a su cuerpo.   

En ese momento no tenía nada que decirle, lo que deseaba era seguir probando el dulce sabor de sus labios. Esa forma tan experta de besarme, de envolver su lengua con la mía y jugar con ella no me permitía apartarlo. Todo lo contrario, deseo mucho más de él, si es posible lo quiero todo. 

Envuelta entre sus brazos y siendo devorada por su boca, no pienso negarme a sentirlo con total plenitud. Lo anhelé por años, como para dejarlo ir así sin más. Acaricié la piel de su cuello con mis uñas y lo sentí estremecerse, así como profundizó el beso y me apretó con fuerza contra él, despertando un calor sofocante en mi interior.

No podía respirar, pero tampoco pretendía dejar ir esos labios que a miel me sabían y añoré por tanto tiempo. Hoy por fin tengo el gusto de tenerlos en mi paladar y quiero saciarme de ellos hasta que no pueda más, pero entre más nuestros labios se aclaman, menos ganas de separarnos sentimos.

Nos separamos por breves instantes, únicamente para mirarnos a los ojos y desatar una pasión que se creía extinta. Sin decir ni una sola palabra, me deshice de su ropa y él con una sonrisa vacilante y sensual en el rostro me despojó de la toalla que tenía puesta.

Sus manos por mi piel hicieron estragos en mi ser, pero esa mirada tan intensa y fiera terminó por encenderme y doblegar mi alma. Me sentía segura de mostrarme ante él, quizás porque muchas veces soñé con que devoraba cada centímetro de mi piel con sus suaves labios.

El calor que sentía al correr por mi cuerpo estaba siendo tan sofocante. Ansiaba su toque de tal manera que hacía añicos mi orgullo y mi egocentrismo. En ese momento éramos piel y sensaciones, envueltos en la broma de un deseo contenido.

Nuestros labios se buscaron una vez más, perdiéndose en un juego que no daba cabida para perder o ganar. Sus labios son tan adictivos y calientes, provocan en mi ser un centenar de escalofríos que se centran en mis zonas más sensibles.

La forma de besarnos, de tocarnos y de tentarnos provocó una explosión entre nuestros cuerpos. Hunter me levantó en sus brazos y me llevó consigo a un lugar incierto, donde acribilló mi cuerpo y me besó a su antojo mientras con una de sus manos envolvía mi cuello, alterando de por sí mi palpitar.

Descendió su mano por el valle de mis senos hasta llegar más abajo de mi ombligo y palpar entre sus dedos la humedad que yacía entre mis piernas. Acarició con lentitud, pero con una fuerza tan poderosa que me hizo vibrar y gemir de gusto y ansia. Deslizaba sus dedos por mis pliegues, haciéndome mover la cadera en busca de más contacto.

Solté un sonoro gemido al instante que adentró sus dedos en mi interior y llegaron más allá de mí.

—Aunque por fuera seas tan amarga como la hiel y fría como un bloque de hielo, realmente eres tan dulce y cálida —murmuró en mis labios, explorando mis adentros de forma lenta y circular—. Te haré mía, como tanto lo he soñado y como desde un principio debió ser.

Nuestras miradas hicieron conexión y los espasmos entre mis piernas se intensificaron. No podía más, la presión de sus dedos y la fuerza de su mirada me tenía vuelta un desastre. No podía hablar, porque los gemidos no me lo permitían. Me encontraba tan sensible y no es para menos, si hace mucho tiempo no soy acariciada por un hombre.

Cerré los ojos y sentí que todo mi cuerpo caía al suelo, pero Hunter me sostuvo, llegando muy profundo de mí sin perder la rapidez de sus movimientos. Mis caderas se mecían al compás de sus dedos, completamente desatadas por las maravillosas sensaciones que sentía por todo mi ser.

Posó sus labios en mi cuello y succionó mi piel con fuerza, creando una mezcla exquisita de placer que me hizo nublar la mente y la razón, pero cuando estaba a punto de caer vencida entre sus brazos, sustituyó sus dedos por su hombría, explotando todos los sentires que me tenían al borde de un abismo.

Se hundió en mí con rudeza y tan profundamente como si quisiera atravesarme por completo. Se aferró a mis caderas, enterrando las uñas en mi carne mientras temblaba y cerraba los ojos con total gusto. El gemido que escapó de sus labios se me hizo tan tierno y a la vez tan sensual, que las corrientes me gobernaron y me hicieron apretarlo con fuerza.

Lo vi morderse los labios, antes de abrir los ojos y someterme a sus rudas, profundas y malintencionadas embestidas. La fuerza con la que se perdía en mí y me hacía gritar de goce era algo totalmente alucinante. La posición en la que nos encontrábamos hacía que lo sintiera más allá de mí, llegando a ese punto que ningún otro hombre había alcanzado antes.

Me aferré de su cuello y busqué sus labios una vez más, dejándome envolver por el calor que se hacía cada vez más intenso entre mis piernas y de esos ricos calambres que sentía en cada golpe profundo y certero que dejaba en mí.

Me bajó al suelo y me dio media vuelta, haciendo recostar mi cuerpo sobre la barra de la cocina. Abrió mis piernas lo más que pudo y se volvió a hundir en mí con una fuerza brutal, arrebatándome un alarido que se intensificó cuando tomó mi cabello en su mano y lo tironeó hacia atrás.

Fue imposible seguirle el ritmo a sus rudas y fuertes embestidas. Hunter taladraba mis adentros con total desenfreno, clavando sus uñas en mi cadera y tironeando mi cabello en cada movimiento que realizaba.

Me sostuve del borde de la barra al sentirme completamente rebasada. Hunter no me daba tregua a nada, sus estocadas eran certeras y profundas y la posición tan sucia en la que me tenía no me permitía huir de él y su intensidad.

—Eres mía y nadie podrá borrar ese hecho, así mañana lo niegues en mi propia cara —susurró en mi oído, guiando una de sus manos a mis senos.

Las corrientes se hicieron más intensas en cuanto masajeó mis senos y pellizcó mis pezones. Me sentía muy caliente y satisfecha, siendo atendida por el hombre que tanto he deseado y amado. Esto se siente mejor que todos los sueños que me hice con él. Sus manos son tan grandes, suaves y calientes, encajan a la perfección en mi cuerpo.

Dejó ir mi pierna y siguió hundiéndose en mi interior con total libertad y fiereza, tocando con sus manos mis puntos más sensibles, prolongando el placer que nos mantenía envueltos hasta explotar y llegar juntos a la cima del éxtasis.

Agitados, acalorados y con las ganas más vivas que nunca, nos volvimos a fundir en la piel del otro, liberando todo ese cúmulo de pasión, deseos, sentimientos y sentires que se acumularon por nueve años. Con el alcohol de por medio y el deseo siendo dueños de nuestras pieles y nuestra razón, es difícil que en una noche podamos saciarnos.

Seducción[✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora