30- Unión

3.1K 233 14
                                    

Un año después...

—Te ves preciosa, mi amor.

—Eso lo dices porque eres mi padre.

—Claro que no —mi padre soltó una risita—. Conny y tú son las princesas más bellas de mi castillo. ¿Sabes una cosa? Aun estás a tiempo. Si decides no casarte, te ayudaré a escapar.

—¿Qué dices, papá? —reí, mirándolo con atención—. No creo que pueda dejarle la vida en paz a ese pobre hombre que eligió mi oscuro corazón.

—Pobre hombre, no sabe con quién se involucró. No creas que lo hago por ti, le estoy salvando la vida a uno de los míos.

—Lo siento mucho, pero hace tiempo me lo dieron a cambio de un par de muñecas y un vestido y ya no aceptan devoluciones. Ese hombre no tiene escapatoria alguna de mis garras.

—Uy, va a sufrir, pero qué le hacemos, a algunos nos gusta sufrir.

—¿A ti también? —le pregunté y se encogió de hombros.

—Pero no le digas a nadie, ya sabes, debemos aparentar lo contrario, aunque en realidad las mujeres son las que dominan.

—Tu secreto está a salvo conmigo.

Reímos y mi padre me abrazó por largos segundos en los que el silencio nos envolvió. Yo, al igual que papá, me sentía nostálgica. Mi vida cambiaría dentro de unas horas, dejaría de ser una de sus princesas para convertirme en la esposa del hijo de su mejor amigo. La conmoción era grande.

—Debes estar feliz porque tu sueño y el de Henry se hizo realidad.

—Algo así, pero nunca dejarás de ser mi princesa —besó mi frente—. Te deseo toda la felicidad del mundo. Y no se trata de lo que Henry y yo queramos, lo más importante son tus sentimientos y de lo que tú desees. Si se aman, serán muy felices pese a los obstáculos que aparecen en el medio del camino.

—Gracias, papá.

—Creo que ya lo hemos hecho esperar suficiente, ¿no crees? Vamos antes de que venga a buscarte —salió del auto y me extendió su brazo, el cual recibí con una sonrisa de oreja a oreja.

El tiempo de repente dejó de correr, incluso mi corazón se paralizó dentro de mi pecho. Las personas a mi alrededor eran sombras estáticas con cada paso que daba hacía la entrada de la pequeña capilla. Varios sentimientos me dominaron en ese momento tan especial y único de mi vida.

Si me hubieran preguntado hace un tiempo, todas las esperanzas de ser feliz y de casarme se habían muerto, pues a mi lado no había nadie para hacerme desear una vida entera. Deseaba un amor bonito y duradero, pero por más que buscara, no encontraba el amor.

Pero en ese momento de mi vida no recordaba que mi verdadero amor se encontraba a kilómetros de mí, viviendo una vida diferente y muy lejos de mi corazón. Cuando regresó me negué a su presencia, porque una parte de mí creía que se trataba de un simple espejismo, de un fantasma del pasado que se esfumaría de la nada. Volvió para poner mi mundo de cabeza y para recordarme lo que había olvidado; que él era ese amor que tanto anhelaba.

Lo odié por dejarme sin darme explicaciones. Lo odié por avivar mis ilusiones y marcharse, destruyéndolas en sus manos. Lo odié tanto por no anteponer su supuesto amor por mí, pero realmente no debía odiarlo, porque al igual que yo, estaba en su derecho de vivir y cumplir todas sus metas personales y profesionales. Podía irse, después de todo, entre nosotros no hubo más que un beso y una confesión de amor. Solo que no contaba con que mi corazón siguiera latiendo por él. Por más que me negara a aceptarlo, lo seguía amando.

Y así sería por el resto de vida. La amé desde que era una niña. Lo amé en mi adolescencia y en mi juventud. ¿Qué era de diferente en mi adultez, si ya tenía claro mi destino? Amarlo ahora completó ese rompecabezas que estaba incompleto desde hacía muchísimo tiempo, por fin dándole sentido a mi existir.

Su amor era todo lo que necesitaba para que mis días teñidos de grises adquirieran tonos de diversos colores.

Y estaba a solo unos pasos de reafirmar mi amor por él, uniendo mi vida a la suya para siempre.

Mi corazón se aceleró abruptamente en mi pecho en cuanto las puertas de las capillas se abrieron ante mis ojos. Los nervios que corrían por todo mi ser se hicieron más intensos, haciendo que diera pasos torpes y poco firmes. Mis manos temblaban y sentía que el aire se iba de mis pulmones. Si no fuera por mi padre, que me sostenía con firmeza del brazo, ya me hubiera caído al suelo.

Bajo el altar y con una sonrisa hermosa y genuina, Hunter esperaba ansioso por mi llegada. En cuanto nuestras miradas hicieron esa única y explosiva conexión, el mundo se volvió a detener. Pero allí, en medio de la multitud, solos existíamos nosotros dos.

Se veía igual de atractivo, imponente y sensual que siempre, pero en ese momento no podía apreciar nada más que su intensa y expresiva mirada. Sus emociones lo rebasaban y en sus ojos aparecían claras ante mí. Lo vi llorar cuando su padre estaba tan enfermo y la preocupación lo rebasó, pero ahora verlo llorar es tan diferente. Es tan tierno ver a un hombre llorar de emoción y felicidad.

En cuanto llegué a él, mi padre me abrazó y me dio un beso en la frente, no sin antes decirle a Hunter que me cuidara y me amara por el resto de vida.

—¿Estás lista para vivir una y mil aventuras de mi mano, mi amor? —susurró y asentí con lágrimas en los ojos.

—Sí.

El padre dio inicio a la ceremonia y nuestras manos se entrelazaron hasta la eternidad. Mi corazón latió inquieto y ansioso de ser su esposa cuanto antes. Mientras el padre hablaba, nuestras miradas no dejaron de hacer contacto ni un solo instante. Sabía que allí estábamos con más personas, pero ante mí solo existía él.

Pareció una eternidad la ceremonia, pero en cuanto el padre hizo la pregunta que tanto ansiábamos responder, al fin, luego de tantos años de soñar y esperar, nuestro amor fue sellado por la unión definitiva. Con un tierno beso, nuestra verdadera historia de amor apenas comenzaba. 

Seducción[✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora