20- Confía en mí

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Isla

No entendía lo que estaba sucediendo. De un momento a otro Hunter pasó de la emoción y la alegría que le producía mostrarnos su proyecto, a un llanto que me estaba destrozando por dentro. Cientos de cosas malas cruzaron por mi mente, pero esperaba paciente que me dijera lo que sucedía con Henry.

—¿Qué no está bien? —susurré, acariciando con suavidad su espalda—. ¿Qué sucede con Henry?

—¿Podrías llevarme al hospital? No puedo manejar estando así.

—Sí, solo dime qué hospital es.

Me mantuve serena más que todo para no alterarlo más, aunque por dentro me sentía confundida y ahora preocupada. ¿Qué estaba sucediendo? ¿Acaso sucedió algo malo con Henry? ¿Está enfermó o algo más sucedió? Mi cabeza se volvió un caos de un segundo a otro.

Hunter me dio la ubicación del hospital y nos dirigimos en completo silencio hacia el. Lo veía de reojo mientras conducía y se encontraba en otro mundo, observando las calles frías y lluviosas de la ciudad con una expresión bastante afligida.

No quería pensar en nada malo, pero jamás lo había visto tan consternado. Sus lágrimas me dejaban en claro que nada bueno estaba pasando.

Tan pronto llegamos, bajó del auto a toda prisa y lo seguí con la misma urgencia, ahora sintiendo que el aire empezaba a escasear en mis pulmones.

Llegamos a un enorme salón, donde mis padres, su madre y su hermana menor se encontraban allí, tan afligidos y consternados como se encontraba Hunter.

—¿Cómo está papá? —quiso saber, acercándose a su madre—. ¿Qué sucedió? En la mañana todo estaba bien.

—Ya despertó. Le están realizando algunos análisis. Aún no han salido a informarnos nada.

Madre e hijo se abrazaron, y a ese gesto tan íntimo y cargado de fuerzas y ánimos, se unió la menor de los Goldberg. Todo se sentía extrañamente en el ambiente. Me sentía fuera de lugar, sin saber lo que estaba sucediendo.

—¿Alguien me podría decir qué está pasando con Henry? —pregunté temerosa de recibir una mala respuesta—. ¿Qué le sucedió?

Todos me observaron en silencio. En sus miradas había tristeza, aflicción e impotencia.

—Papá tiene un tumor. Hace poco lo detectaron, pero no tenemos ni la menor idea si es maligno o benigno. Puede tratarse de cáncer, pero aún deben realizarle más análisis.

Me giré con lentitud hacia la voz que acababa de hablar. Dakota tenía los ojos rojos y su maquillaje estaba todo corrido por las lágrimas que se deslizaban por su rostro. Tuvo que haber salido de la sala luego de nosotros, pero estaba tan centrada en Hunter, que no me fijé en ella.

La respuesta, en efecto, fue un baldado de agua fría. Mi corazón sufrió un latido doloroso que me hizo formar un inmenso nudo en la garganta. No tenía ni la menor idea de que Henry estuviera enfermo, él jamás me dijo algo o se mostró decaído... Aunque ahora que lo pienso mejor, últimamente lo veía muy pálido y con pocas fuerzas siquiera para decir palabra alguna.

No pude decir palabra alguna, pues un doctor se acercó a nosotros y la madre de Hunter se abalanzó sobre él, ansiosa de alguna noticia de su esposo.

—De momento está estable. Pueden entrar a verlo, pero tiene que ser uno por uno. En cuanto a las respuestas que me pide, aún no tenemos un diagnóstico preciso. Lo único cierto es que debemos extirpar el tumor, ya sea para bien o para mal.

Todos quedamos en la incertidumbre, pero pronto sustituimos la aflicción en la fuerza. Henry no podía vernos tristes, eso era algo que no quería que sucediera.

Su esposa e hijos fueron los primeros en entrar a verlo. Yo me quedé con mis padres, tratando de entender por qué no me lo habían dicho si todos lo sabían. Mi madre también se acababa de enterar al igual que yo y tampoco podía salir de su asombro. Mi padre nos explicaba que Henry no quería preocuparnos de más, porque una parte de sí estaba optimista.

Fui la última en entrar a verlo. Henry ha sido un hombre excepcional en mi vida. Siempre ha sido cariñoso y atento a todo. Lo veo como un padre más, alguien en quien puedo confiar y sé que nunca va a juzgarme. Sus consejos son los mejores.

La última vez que lo vi fue antes de irme a España. Unos quince días han pasado, pero es como si hubiese pasado una eternidad y por eso lo vi algo irreconocible y diferente. Su rostro se veía cansado, como somnoliento. Las ojeras bajo sus ojos eran muy notorias, más por la palidez de su piel. No sé si era impresión mía o no, pero lo veía incluso un poco más delgado. Tenía cables por todas partes, incluso una pequeña sonda cubría su nariz, suministrando oxígeno a sus pulmones.

—No me vayas a regañar tú también, que suficiente tuve con el que tu madre me dio —su voz salió agitada, ronca y débil.

Agité la cabeza en negación, pero era más para no soltar las lágrimas que estaban a punto de salir.

—¿Sabes? He venido a poner una sola queja —cambié de tema.

—¿Esa queja tiene nombre y apellido? —en sus labios se dibujó una sonrisa—. ¿Sabes? Él también vino a quejarse de ti y lo único que les puedo decir es que dejen la terquedad y el resentimiento. La vida hay que vivirla, disfrutarla al máximo, porque nunca sabemos cuándo se va a detener nuestro tren.

—Estoy enamorada del idiota e inservible de tu hijo y a la vez tengo  miedo de dar ese paso por fin y que todo acabe. Siento miedo de que se vaya de nuevo.

—Te puedo asegurar que él no se va a ir —suspiró—. Si lo amas y él te ama, ¿por qué no tomar el riesgo? En la vida y en el amor hay que tomar ciertos riesgos, unos pueden hacernos bien y otros hacernos el mal, pero sea el caso, la felicidad siempre debe estar por encima de todo. Sean felices, que la vida es un viaje incierto.

—No me quiere hablar y es mi culpa, lo acepto. Le pedí que se alejara y eso fue lo que hizo.

—Bueno, su corazón ya lo tienes. Ahora derriba el muro de falsa indiferencia que interpuso entre ustedes. En el amor, no somos nada inteligentes, ¿no crees?

Solté una risita y me acerqué a tomar su mano. Jugué con sus dedos, antes de sentir su apretón.

—Con tu padre hemos hecho lo indecible para juntarlos. Cuando Hunter se fue a estudiar al exterior pensé que no había ningún sentimiento entre ustedes, por lo que lo dejamos así. Pero en cada llamada y visita que le hice a mi hijo, siempre preguntaba por ti. Sus ojos se iluminaban cuando le contaba cómo estabas y qué sueños cumplías. Un día, en medio de la soledad me confesó que pensaba en ti, que desearía que todo hubiese sido diferente, pero que debía aceptar el juego del destino. Regresó para quedarse, él no tiene intención alguna de irse. Y cuando te vio, supe de inmediato que te quería. En sus ojos vi sentimientos encontrados. En cambio, tú has sabido ocultar tus sentimientos muy bien, hasta ahora, que me dejas ver lo que realmente sientes por él. Más que cumplir mis sueños y mis caprichos, sé feliz y ama sin medida alguna.

—No sé cómo acercarme. Si hago el intento, él está a la defensiva, me ignora o simplemente pasa de mí como si no existiera.

—Si está reacio y de terco, no te preocupes, que entre Dakota y yo idearemos un plan para que puedas tener la oportunidad.

—¿Qué vas a hacer? Henry, debes cuidar tu salud.

—Oh, mi niña, créeme que mi salud no se verá afectada —sonrió divertido y cómplice—. Hacer todo esto me inyecta de vida.

—Dakota y tú juntos son un peligro juntos.

—Confía en mí.

Lo abracé con mucho cuidado, dejando un suave beso en su cabeza. Sea lo que sea que esté padeciendo, tengo la esperanza y la fe puesta en que se va a recuperar. Un buen hombre merece vivir una eternidad y paz, disfrutando junto a su familia y de quienes lo amamos con todo nuestro corazón.

Seducción[✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora