28- Cita

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No le hice preguntas, tampoco quería arruinar la sorpresa que tenía preparada para mí, por lo que me dejé llevar por ella a dónde fuera llevarme.

Pero no esperaba que Isla me trajera al parque de diversiones. Ya no recordaba cuándo fue la última vez que estuve aquí.

Isla me guio de la mano y fruncí el ceño al ver que no había nadie más que nosotros dos. Caía la noche y las atracciones estaban todas iluminadas.

—¿Cerraste el parque solo para nosotros dos?

—No fue nada difícil convencer al gerente —sonrió arrogante—. No es nada que el dinero no pueda hacer.

—Queda bastante clara tu gran afluencia, Srta. Cooper.

—E insistencia —soltó una risita—. El hombre es un avaro, pero no importa, porque quería esto para nosotros.

Negué con la cabeza, dejándome guiar a la montaña rusa. No había nadie en la fila, por lo que llegamos con rapidez a la atracción.

—¿Estás listo para nuestra cita? —sonrió pícara. 

—Estoy listo —dejé un beso en sus labios antes de subir.

Fue como volver a nuestra niñez, riendo por las sensaciones que provocaba cada una de las atracciones. Subimos infinidad de veces a la montaña rusa, riendo y gritando con libertad. Iniciamos una guerra de poder en los carritos chocones, queriendo ganarle al otro a la vez que nos estrellábamos constantemente.

Terminamos en los troncos, completamente empapados y riendo como si nos tratáramos de dos niños fascinados con los juegos.

En el castillo del terror despertamos las ganas de un juego perverso y seductor para adultos, besándonos por los pasillos embrujados mientras lo recorríamos tomados de las manos. Hacía muchísimo tiempo que no me divertía tanto como hoy. Desde que me marché del país hace nueve años, me enfoqué tanto en mis estudios y en el trabajo, que me cohibí de muchas cosas divertidas y que me hacían olvidar del mundo.


La observé mientras reía y mi corazón dio un brinco de felicidad en mi pecho. Todo a su lado es maravilloso y perfecto, como si no existiera nadie más a quien contemplar. Y es que mi amor por Isla crece con el paso de los días. En un principio creía que solo se trataba de las ganas y los deseos de adolescencia y juventud, pero ese sentimiento que palpita en mi pecho y se hace aún más fuerte es muy diferente. Siento que la amo de una manera que no se puede explicar con una sola palabra. 

Salimos del castillo y nos besamos con pasión y locura, olvidándonos del lugar en el que nos encontrábamos. Acerqué su cuerpo al mío por el trasero y lo apreté entre mis manos, arrastrando mis dientes por sus carnosos labios. Tengo unos inmensos deseos locos de hacerla mía a cada instante, su piel es tan adictica y dulce.  

—Es hora de irnos, Srta. Cooper —susurré entre besos y se alejó de mí, negando con la cabeza mientras esbozaba una sonrisa traviesa. 

—Aun no, caballero. 

Me quejé, cerrando los ojos y tomando una gran bocanada de aire para mermar el calor que me recorría la piel. 

—Aun nos hace falta subir a la noria, así que deja las perversidades para la media noche —me lanzó un guiño—. Ven conmigo. 

—Este caballero no se va a aguantar hasta la media noche —acorralé su cuerpo contra una de las paredes y recorrí su cuello con mis labios—. Te deseo tanto. 

—No hagas eso aquí, Hunter. 

—¿Por qué no? —besé su piel y la sentí vibrar—. No puedes negar que también tienes ganas. 

Seducción[✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora