24- Amor y pasión

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En cuanto mi vestido cayó a mis pies, le hice señas a Hunter para que se acercara. Con lentitud y como si se tratase de un león acechando a su presa, se puso de pie y dio pasos cortos y lentos hacía mí. Su imagen era tan sensual, únicamente con el pantalón puesto, el torso desnudo, su cabello revuelto y sus labios hinchados debido al reciente beso. Este hombre es una tentación que cualquier mujer no se puede resistir.

Ahora sí podía detallarlo a plenitud, sin prisa, como tanto lo había querido. Su anatomía era perfecta. Los músculos de sus brazos y su abdomen le hacían justicia. Esa mirada tan atrayente e inyectada en deseos y picardía le confería ese aire poderoso de chico malo. Su cabello era una mata, pero así rebelde lo hacía ver el doble de sensual. Pero lo más notorio era lo que se escondía bajo la tela de su pantalón y se veía a simple vista la tensión. Parecía un modelo que acababa de salir de una revista, listo para saciar todas las maldades de una mente dañada y perversa como la mía.

—Quiero hacerte el amor, en verdad que deseo tanto enloquecerte de ternura y pasión —me miró de pies a cabeza con gran lentitud, mordiéndose los labios—. Pero joder, es imposible que pueda contener todos mis deseos.

—¿Y quién dijo que debías contener tus verdaderos deseos? —con malicia, me quité el sostén y jugué con la diminuta prenda que cubría mi cuerpo.

—Eres una diabla —me tomó del cabello y me acercó a su cuerpo, provocando un fuerte temblor en todo mi ser—. Aunque sabes qué, sin importar cómo te haga mía, siempre será con todo mi amor.

Me besó con vehemencia enloquecedora, hambriento de hacerse dueño de mí. Sus manos fueron a mis nalgas y las estrujó con suavidad, acercando de esa manera mi cuerpo casi desnudo al suyo. La presión que ejerció su anatomía fue deliciosa que, aunado a ese beso tan húmedo y apasionado, acrecentó el calor en mi interior.

Hundí mis manos en esa mata de cabello tan suave y me perdí por completo en la electricidad y calor que producían sus besos y la presión de nuestros cuerpos, acercándolo un poco más a mí, como si todavía estuviéramos muy lejos el uno del otro. Aunque realmente ya no había más espacio qué cortar entre nosotros.

Nos besamos sin cansancio, hasta quedarnos sin aliento. Hunter se separó por breves instantes de mis labios y suspiré, al sentirme tan embriagada y atrofiada. Ansiaba más de sus besos, más de sus caricias, más de él.

Estudió mi mirada por un instante y volvió a besarme, pero esta vez no profundizó el beso, simplemente fue una unión juguetona, perversa y húmeda de labios, donde me dejaba con ganas de ser besada con total locura y desenfreno.

Cerré los ojos, excitada por sus besos y más cuando sus manos empezaron a recorrer con lentitud cada centímetro de mi cuerpo. Sus grandes y suaves manos se deslizaron de mis nalgas a mi espalda, presionando con la fuerza necesaria para hacerme erizar. En cuanto llegaron a mi nuca, las pasó a mi cuello, con lentitud, como si estuviera tallando una obra hecha de madera y deseara grabarse hasta el más mínimo detalle de mi piel.

Mi corazón aceleró sus latidos y mi respiración se agitó más de lo que se encontraba. Me sentía hecha de gelatina ante sus suaves toques, pero ansiosa de seguir sintiendo sus cálidas manos por mi piel, explorando a su gusto.

Hunter se separó de mi boca tan solo unos centímetros con sus manos en mi cuello, ejerciendo una deliciosa presión que me tenía ardiendo de deseos y la mente nublada. De esa manera, mirándome con fijeza y con sus labios rozando los míos, descendió sus manos, abarcando las zonas más sensibles de mi cuerpo.

Arropó mis senos entre sus manos, eran tan grandes que encajaron a la perfección en ellos. Apretó con suavidad y masajeó con alevosía, haciéndome cerrar los ojos y delirar de placer.Mordí mis labios al sentir la fuerza y potencia deliciosa que me recorrió cuando apresó mis pezones entre sus dedos y jugó con ellos con total maldad. Fue una corriente que me acaparó entera y se situó entre mis piernas con gran intensidad.

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