4- Cena familiar

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—Mira, pedazo de mierda —puse mi dedo índice sobre su pecho—. Limítate a hablarme únicamente de trabajo, ¿entendiste? Hace nueve años olvidé que existías, por lo que mantente lo más lejos posible de mí. No eres nadie, simplemente el imbécil con el que debo establecer una sociedad y no por voluntad propia.

—Entendido —sonrió torcido.

Lo empujé con fuerza y seguí mi camino en dirección al ascensor. No lo soporto, no tolero ni un segundo estar cerca de él. Su voz me irrita y su presencia me fastidia en demasía. Henry no debió pedirle que viniera a arruinar mis días, más cuando me costó tanto tener paz conmigo misma.

No tenía ni un poco de ganas de ir a la cena con mis padres y los Goldberg, porque lo último que quiero es volver a verle la cara a ese inútil bueno para nada, pero no podía dejarlos plantados. Todos vamos a estar allí como en los viejos tiempos, como si nos tratáramos de una gran familia. Además, no puedo estar ignorando su presencia, si ya está aquí y debo trabajar de su mano hasta que de nuevo se vaya del país. 

En cuanto terminé de acicalarme, salí de mi apartamento hacia el restaurante que hace años no venía y juré nunca más pisar. ¿Por qué hicieron la cena aquí y no en casa de mis padres? Es difícil entrar al lugar donde mi corazón se ilusionó y se quebró en cientos de pedazos.  

Los recuerdos me atacaron al instante, terminando de amargar mi día. Esas palabras tan bonitas que me decía al oído eran cuchillas llenas de veneno directas al corazón. Recuerdo como si hubiera sido ayer la forma en que confesó lo mucho que le gustaba y ese beso que me mató sin piedad alguna. Pero también recuerdo cuando me dijo que se iría a buscar su felicidad porque aquí no lo era, destrozando mi corazón y todas las ilusiones que me hice con ese inútil bueno para nada.

Lo quise tanto, estaba muy enamorada y solo deseaba ser la única en su mundo y en su corazón, pero me di de bruces contra la realidad. Ese "gusto" y "amor" que decía sentir por mí no era tan fuerte como el que yo sentía por él. Hunter fue mi primer amor, ese que nació desde que éramos tan solo un par de niños y fue haciéndose más grande con el paso de los años. Me dolió mucho que se haya marchado, quizás porque lo único que vivimos fue un beso apasionado que gritaba a todo pulmón nuestro sentir y una cena que terminó con mi corazón y no todo lo que me había imaginado entre nosotros.

—Tú lo olvidaste y quemaste su recuerdo, Isla —me dije a mí misma, cortando con los recuerdos que no paraban de venir en cadena—. No olvides que no quedan ni las cenizas de todo eso que sentiste por él. 

—No has perdido la costumbre de hablar sola —susurró en mi oído y cerré los ojos con fuerza—. Si entramos juntos, daremos una buena impresión. Nuestros padres creen que nos odiamos. 

Entre más pida que no lo quiero ver, más aparece de la nada a amargarme el rato. No sé si se trata de rencor lo que siento por él, pero lo veo y mis animos se van al piso, así como tambien mis tripas se retuercen en su lugar.

Giré el rostro hacia él y sus ojos pardos me miraban con una intensidad que me agobió un poco, pero no iba a demostrarle que su mirada es mi debilidad.

—Ve dos pasos atrás de mí que ese es tu lugar, pedazo de inútil —sonreí, enderezando mi postura y entrando al restaurante cual reina por su castillo.

Podía sentir su mirada en mi cuerpo y en cada uno de mis pasos, por lo que me mantuve estoica y sin demostrar más que frialdad.

—¡Al fin llegan! Los estábamos esperando —mi madre me abrazó, dándome una mirada interrogativa—. ¿Por qué tardaste?

—Salí tarde de la oficina y después fui hasta el apartamento a cambiarme. Siento llegar tarde.

—No te preocupes, cariño.

Saludé a todos los presentes antes de tomar asiento en mi lugar, huyendo de la mirada inquisitiva de mi madre y de la sonrisa burlona de Dakota. Ellas son las únicas que me consolaron por largas noches y conocen todo lo que sucedió con Hunter.

Hunter saludó a todos al igual que yo, pero cuando pensé que se iba a sentar junto a su madre, se hizo a mi lado, descansando su mano derecha en mi hombro. Su toque me fastidió, más no hice ningún intento de quitarme. No quiero más sermones por parte de Henry y de mi padre, suficiente tengo con todos los que me dieron antes de que ese idiota hiciera acto de presencia.

—Primero cenemos, familia. Después hablaremos de negocios —dijo Henry y ordenó a los meseros servirnos la mesa.

—¿Es en serio, Henry? Dijiste que dejarías el trabajo en la compañía y no lo traerias a la mesa. Esta es una cena familiar.

—Es verdad, lo siento, mi amor —sonreí al ver lo cariñosos que son los Goldberg.

Mientras los meseros ponían la mesa, mi hermana empezó a atacar a Hunter con preguntas. Ella quería saber todo de él, lo que había hecho, si se había casado o seguía soltero, incluso le preguntó si era padre.

—Una pregunta a la vez, Conny —rio, descansando su mano en mi pierna, lo que me llevó a mirarlo con rapidez—. Estudié mucho, realmente mi vida en el Reino Unido era aburrida. Salía a pocas fiestas, aunque me hice de varios amigos. No estoy casado, todo lo contrario, estoy muy soltero esperando que llegue la mujer de mi vida. Padre no soy, al menos hasta donde sé.

—Te creo todo, menos que no tengas una linda novia por ahí.

—No la tengo. Si la tuviera, ella estaría sentada a mi lado.

Me removí incómoda ante el apretón que dejó en mi pierna. ¿Qué le sucede a este idiota? Sigue siendo un bicho raro.

—¿Una conquista?

—Tengo en la mira a una, pero esa mujer es toda una fiera difícil de domar.

—¿Quién es? —inquirió Dakota, dándome una mirada fugaz—. Todos queremos saber el chisme.

—Quizás algún día la conozcan —cruzamos la mirada por breves segundos y mi corazón se saltó un latido ante el brillo que vi en sus ojos—.De momento, seguiré fastidiando su vida hasta que se rinda.

Seducción[✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora