17- Distante

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Desde que conozco a Hunter él siempre había sido hablador, insistente y tan fastidioso, que lograba sacar de quicio a cualquiera. Recuerdo que cuando éramos unos niños él siempre buscaba la forma de ir a la casa a jugar conmigo, de incordiar mis días incluso cuando estaba estudiando o tenía un mal día. Lograba hacerme sonreír en esos momentos tristes y oscuros con sus estupideces y sarcásticos y malintencionados comentarios.

Siempre me brindó su hombro y me dio su apoyo hasta cuándo entramos a la universidad. Siempre fue esa voz de aliento cuando sentía que ya no podía continuar. Siempre estuvo ahí para mí desde que nos volvimos tan cercanos e inseparables, que por esa razón y poco a poco, mi corazón empezó a latir de una forma que nunca había imaginado y mis ojos lo empezaron a ver de manera distinta.

Me enamoré perdidamente de él sin premeditar ni verlo venir. Quizás fueron sus constantes detalles, su compañía, su amistad, su cariño por mí, su forma de mirarme y de tratarme que mi corazón lo eligió como el único en su mundo, que llegó el punto que ya no podía estar un segundo lejos de él.

Era tanto el tiempo que pasábamos juntos, que cuando no estaba a mi lado a cualquier hora del día, no podía tener paz ni calma. Buscaba cualquier pretexto para estar cerca de él, ir a su casa, verlo adrede en la universidad. Enamorada e ilusionada solo sabía pensar en estar cada segundo del día a su lado.

Cuando me invitó a salir, me confesó sus sentimientos y me besó de esa manera tan aniquiladora, mi mundo y mi mente quedaron en blanco. En cuestión de segundos me idealicé un amor bonito y perfecto, pero todo se fue al barranco unos días después, cuando se marchó de mi lado y de mi vida.

Fue muy difícil acostumbrarme a estar sin él. Noches enteras lloré ante su ausencia. Me preguntaba por qué me sucedía eso a mí justo en el momento en que cogimos valor para confesar nuestros sentimientos. La vida se me hizo tan injusta y cruel, pero aprendí que debía seguir avanzando, estuviera o no estuviera Hunter presente.

Poco a poco dejé de llorar, dejé de extrañar su voz y toda su presencia hasta creer que ya no existía. Lo erradiqué de mi mente y de mi corazón, pero él supo quedarse adherido a mí.

Ahora que regresó y todo volvió a ser como antes, como si nunca se hubiese marchado y los años no hubiesen pasado, todo lo que sentía por él revivió con fuerza. De nuevo mi corazón se agitó, de nuevo mis días cobraron color y se mezclaron de una emoción, odio y tristeza que no me permite avanzar pese a que de nuevo confesaba su amor por mí.

Pero entonces tenía que volver a alejarse, aunque su presencia seguía cerca a la mía. Me gustaba el Hunter malicioso, pervertido, divertido y sarcástico que siempre ha sido, ese que me sacaba de quicio con tan solo darme una mirada llena de desafío y cargada de diversión. Me encantaba esa forma única de enloquecerme y sacar lo peor de mí, porque no hay nadie como él que haga hervir mi interior de furia y deseos.

Su maldita indiferencia me está matando más que cuando se marchó y mi corazón se hizo añicos tras su partida.

Durante los diez días que estuvimos en España me dirigió la palabra únicamente para decirme algo referente al trabajo, de una forma tan formal, distante y fría que me hacía sentir una incómoda y desagradable sensación en el pecho. Ese trato no me gustaba, porque él siempre fue muy diferente conmigo.

Durante el vuelo de regreso el silencio era lo único que nos envolvía. Nos encontrábamos frente a frente, pero por más que trataba de buscar su mirada, él estaba completamente concentrado en su computadora, ignorando mi presencia y haciendo de cuenta que yo no era más que su compañera de trabajo.

Una parte de mí ansiaba arrancarle de las manos ese aparato y enfrentarlo, preguntarle si ese supuesto amor que decía sentir por mí era cierto y por qué no lo seguía intentando si estaba tan cerca de mí. Necesitaba escuchar su voz, sentir la calidez y suavidad de sus labios, la ternura y pasión de sus manos al recorrer mi piel y el intenso calor que emana toda su presencia.

En ese instante, teniéndolo tan cerca y lejos a la vez, deseé dejar de sentir odio e inseguridad y lanzarme a sus brazos. Perderme en sus labios y que me haga perder en su amor era todo lo que deseaba, pero no podía por más que sentía el loco impulso. Algo dentro de mí no me permitía dar ese paso, no sabía si era resentimiento o que sentía miedo a que todo fuese tan perfecto y de nuevo se marchara, pero esta vez para siempre de mi lado.

Desvié la mirada hacia la ventanilla y contemplé la inmensidad del mundo. Entre tantas personas que existen, después de tantos años que pasaron, todavía lo seguía queriendo a él y estaba por pensar que sería mi único amor en esta vida.

El único por el que mi corazón latía de emoción y de dolor...

—En vista de que llegaremos a media noche a casa, lo mejor será que nos tomemos el día de descanso. Además, necesito hacer diligencias personales y no podré asistir a la empresa —su voz me sacó de mis pensamientos.

Lo miré con el corazón encogido y unas inmensas ganas de llorar, por lo que aparté la vista con rapidez y asentí sin soltar ni una sola palabra, porque si hablaba, seguramente mi voz se quebraría y todo se iría al carajo. No quería parecer débil frente a él, algo de orgullo y molestia también me dominaba en ese momento.

El resto de vuelo fue en silencio. Las únicas que irrumpieron la densidad del silencio e incomodidad fueron las azafatas cuando nos avisaron que pronto tocaríamos tierra.

Quise decir muchas cosas antes de que bajaramos del avión, pero tan pronto la compuerta se abrió, Hunter bajó, dándome una mirada fugaz sin decir ni una sola palabra, como si estuviera huyendo de mí.

Que esté actuando tan distante y frío, como si nada hubiese pasado entre nosotros, es la tortura que debo soportar después de tanto insistirle que se alejara. Era lo que quería y fue lo que él me dio, aunque en realidad nunca quise que se alejara de mi lado.

Seducción[✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora