23- Oportunidad

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Hunter me observaba con fijeza, estudiando cada uno de mis movimientos y gestos. Que me mirara de esa manera sin decirme nada me tenía con el corazón en la mano.

—¿Qué? ¿Es que tengo algo en la cara o qué? —pregunté, untando más mermelada a la tostada.

—Es que todavía no puedo creer que me hayas confesado tus sentimientos. Pareciera que estuviera en uno de mis sueños.

Reí, dándole un mordisco a la tostada.

—Pero estamos en la realidad.

—Sí, en una que, de cierta manera, quisiera cambiar —de nuevo apareció la aflicción en su voz—. La vida es difícil de entender.

—Lo sé, pero debemos confiar en que todo va a salir bien.

Dejé la tostada en el plato para tomar su mano y dejar un leve apretón, pero él entrelazó nuestros dedos y me jaló hacia sí, haciendo que mi cuerpo chocara con el suyo.

—Todavía tenemos que hablar de muchas cosas. Han sido nueve años —me rodeó con sus brazos, descansando su barbilla en mi cabeza—. Pero ahora tengo sueño. Quiero descansar y recuperar fuerzas. Además, mi padre...

Su teléfono sonó y rápidamente tomó la llamada.

—¿Cómo va todo, mamá?

A medida que le hablaban al otro lado del teléfono, sus ojos se llenaban de lágrimas. Me puse de pie con rapidez y me acerqué a él, asustada al verlo así. ¿Qué le están diciendo? ¿Acaso...?

—¿Cómo me pides que no vaya, mamá? —rebatió, dando vueltas por la sala—. De acuerdo, de acuerdo. Iré en la tarde si no tengo más opción —volvió a hacer silencio—. Cuídate. Te amo.

Un suspiro escapó de sus labios con gran fuerza al tiempo que cerraba los ojos y tomaba varias respiraciones. Las lágrimas se deslizaban por sus mejillas y eso me tenía bastante preocupada y ansiosa.

—¿Qué te dijo tu madre?

—Van a operar a papá. El tumor resultó ser benigno.

Sentí un gran alivio al oír eso. Algo dentro de mí sintió felicidad al saber que no era un tumor maligno, pero aún no podía sentirme plena al cien por ciento, pues toda cirugía conlleva su riesgo.

—Te dije que todo saldría bien. Ahora solo debemos confiar y esperar a que todo vaya bien en la cirugía. Henry es un hombre muy fuerte y todavía tiene mucho que vivir y disfrutar junto a todos nosotros. Tenemos que contarle nuestra... Espera, ¿tú y yo qué somos? Bueno, sea lo que sea lo nuestro, estará feliz porque juntarnos era lo que quería. También debe conocer a todos los nietos que sus hijos le van a dar.

Volvió a abrazarme, hundiendo su rostro en el hueco de mi cuello. Soltó un suspiro y me apretó con fuerza, como si no creyera que estuviera ahí con él. Sus brazos son tan cálidos y reconfortantes.

«Joder, de lo que me estaba perdiendo por ser tan terca y tonta», pensé, dejándome envolver por su calor y su aroma.

—Tú eres mi amor y yo soy el tuyo —susurró—, y papá será el hombre más feliz del mundo porque dejamos de lado nuestra inmadurez. Y conocerá sus nietos, de eso no cabe ni la menor duda.

—Tú eres mi amor —solté sin cohibiciones, siendo completamente sincera conmigo misma y con él—. El único. El verdadero. El último. Siempre has sido solo tú.

Alzó mi barbilla, haciendo que lo mirara a los ojos. Sus ojos pardos me observaron con un brillo único y hermoso, derritiendo mi corazón y mi alma a más no poder. Sus ojos son tan expresivos.

—¿Me darías una oportunidad de demostrarte todo lo que siento por ti? —me atreví a preguntar, tomándolo por sorpresa—. Comprendí que no sirve de nada ser orgullosa y terca, si en el fondo eres infeliz. En cambio, aquí y envuelta entre brazos, no te imaginas lo feliz que soy. No imaginas cómo se siente de bonito ser sincera.

—Sí lo puedo imaginar, mi conejita endemoniada y tierna —rozó sus labios con los míos, enviando corrientes eléctricas a todo mi ser—. Pensé que debía ser yo el que debía insistir hasta que no tuvieras más opción que aceptarme, pero me siento en lo más alto del cielo al ver que dejaste todo atrás y confesaste tus sentimientos por mí. Yo también te pido perdón por lo que pasó hace nueve años, por atreverme a confesar mis sentimientos y dejarte como si nada. Pero es que realmente no imaginas lo difícil que fue para mí alejarme de ti y en ese momento donde más te amaba. Fue difícil anteponer mis sueños. Ahora comprendo las palabras que mi padre me dijo aquel día, cuando estaba decidido a no marcharme y quedarme contigo.

—¿Qué te dijo Henry?

—Que el amor cuando era verdadero regresaba y se hacía real sin importar la distancia, el tiempo o los sucesos que los hayan separado. Que si tú y yo estábamos destinados a ser, en algún momento de nuestras vidas nos uniríamos y ahí debíamos amarnos con total locura.

—Pues ahora que el destino nos ha unido, ¿me darías la oportunidad de amarte?

—Hasta el día de mi muerte, porque no pienso dejarte ir por ningún motivo, belleza —unió nuestras bocas en un beso muy tierno y suave.

Sin verlo venir, me alzó en sus brazos y solté un pequeño grito que se ahogó una vez más en sus labios. Me aferré de su cuello y dejé que me besara como tanto lo pedía; exigente y apasionado, rozando intencionalmente su lengua para encender la llama en mi interior.

—Vayamos a la cama —se separó de mis labios, agitado y con la mirada profunda—. Debemos dormir.

Por supuesto, debemos dormir mientras nuestras pieles arden intensamente.

¿Quién rayos va a dormir cuando una ola de calor abraza mi piel con tanta fuerza e intensidad?

Nos guio a mi habitación y me depositó con total ternura en la cama. Se quitó los zapatos y se deshizo de su camisa, quedando únicamente en pantalón. Se recostó a mi lado, arropándonos y acunando mi cuerpo entre sus fuertes y cálidos brazos.

Estábamos cara a cara y los cuerpos completamente juntos. No había ni un poco de espacio entre nosotros. El ambiente se volvió íntimo, seductor y a la vez tierno.

Hunter acarició desde mi cintura por el costado de mis costillas hasta llegar a mi cuello y apartó el cabello que cubría parte de esa zona y mi rostro.

Dejó una sutil caricia desde mi hombro desnudo por mi cuello hasta llegar a mis mejillas y mis labios. Fue un toque lento y tierno, como si quisiera estudiar mi piel y mis reacciones.

—No eres parte de mi imaginación —cerró los ojos, acariciando mis labios, mi nariz, mis pómulos, mis ojos, mis cejas. No hubo parte de mi rostro que no acariciara—. Sí eres tú.

—Soy yo...

Puso un dedo sobre mis labios y volvió a acariciarlos con sutileza, acelerando mi respiración y los latidos de mi corazón. Elevó mi barbilla un poco y unión nuestras bocas, primero en un suave roce que me arrancó un suspiro de anhelo y luego presionó mi rostro hacia el suyo, profundizando un beso que empezó lento y tierno, como exploratorio y que no creía que estaba sucediendo, hasta que la velocidad, el deseo, las ganas, la ansiedad y la pasión se hizo presente.

En el silencio de mi habitación, solo nuestras bocas lo cortaban ante el roce frenético que realizaban. Nos besamos con total urgencia, completamente perdidos en la boca del otro y disfrutando del sabor dulce y apasionado de nuestros besos.

Yo tampoco podía creer que estuviera aquí, apretándome contra su cuerpo mientras me robaba el poco aliento de mis pulmones.

—¿Me dejarías hacerte el amor? —su pedido me pareció tan tierno y gracioso—. Quiero sentirte de nuevo, pero como se debe y no influenciados por el alcohol.

Como única respuesta me incorporé de la cama y bajé los manguillos de mi vestido, dándole una mirada seductora y que dejaba en claro que lo deseaba tanto como él.

Seducción[✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora