15. Solos

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Regina

Compartir mi historia con Aiden ha sido demasiado liberador, me siento como si hubiera eliminado una carga pesada de mi espalda y la confianza entre nosotros se incrementó. Algo cambió, para bien. Lo necesitaba.

Después de nuestra conversación volví a casa con Peter, sintiéndome muy bien al respecto.

A estas horas estoy en el bar terminando de organizar todo para cerrar. Termino la limpieza y voy hacia la parte de atrás a buscar mis cosas, ya es muy tarde y no quiero que Peter se preocupe. Voy a la cocina y recojo las bolsas de comida que preparé para los dos y tomo mi bolso, reviso que mi celular esté dentro y tras rebuscar un poco no lo hallo. Coloco el bolso sobre la mesa y vacío las cosas, buscando por todos lados.

¿Dónde lo habré puesto?

Salgo hacia el frente, al bar y me lo encuentro sobre una de las mesas cerca del mostrador.

<<Que despistada>>

         – Estás siendo muy desordenada Regina, eso no es lo que te enseñé.

Levanto la mirada y observo en todas las direcciones en busca de esa voz familiar y en la entrada lo veo, está parado con las manos en los bolsillos, vestido todo de negro, con aspecto espeluznante.

Mi padre...

El miedo me invade y por un momento me paralizo.

<<Piensa Regina, piensa>>

Miro hacia todos lados y decido echar a correr en dirección contraria, de regreso a la cocina, cerrando la puerta detrás de mí, pero se me caen las llaves y salgo corriendo por la puerta trasera. La calle detrás del bar está completamente desolada y ruego porque Peter aparezca por algún lado.

        – ¿Por qué huyes? No te haré nada – me dice y miro en su dirección.

         – ¿Qué pretendes? ¿No eres consciente del daño que me has hecho ya? – le replico, la verdad no sé de dónde saco el valor – tienes una orden de alejamiento. Te recomiendo que te vayas por donde viniste.

Él se acerca a mí y comienzo a temblar, me toma de un brazo con brusquedad y me zarandea como si fuera una muñeca de trapo.

        – ¿Quién te crees que eres para sugerirme nada a mí mocosa insolente?

        – Suéltame – le suplico llorando.

         – Eres débil, una cobarde.

         – Aquí el único cobarde es usted, señor – escucho la voz de alguien más y siento un gran alivio recorrer mi cuerpo – suéltela y más le vale no volver a ponerle un dedo encima, o se las verá conmigo.

Mi padre me suelta y corro escondiéndome detrás de Aiden. Estoy temblando, esta situación me pone muy nerviosa. Miro al chico delante de mí.

         – Por favor, vámonos – le susurro solo para que él me escuche.

         – Espérame dentro.

         – Por favor – suplico y Aiden se separa de mí, camina hacia mi padre y de un manotazo le quita mi celular.

         – Manténgase alejado de Regina. Último aviso.

Le dice Aiden y mi padre lo mira burlón, sale hecho una furia pasando por mi lado. Antes de seguir se detiene junto a mí y me susurra solo para que lo escuche yo.

         – Esto no se terminará aquí.

Ante la clara amenaza quedo un poco en shock y lo miro aterrorizada. Aiden se acerca y lo empuja lo suficiente para apartarlo de mí y que siga su camino; me toma del brazo cuidadosamente y me guía hasta entrar nuevamente en el local. Toma las llaves y comienza a cerrar la puerta. Tomo mi bolso y salimos dejando bien asegurado todo.

Con ninguno de los dos: el peso de las decisionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora