18. Bienvenida a mi mundo

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Peter

Llegando a la fiesta noto como Regina observa todo con suma curiosidad. Yo no soy de ir a fiestas, en efecto, prefiero quedarme en casa y desarrollar cualquier plan tranquilo, pero esta ocasión es necesaria y especial. Necesitaba salir de casa. Además, el hijo de uno de los amigos de mi padre, bueno, socio, organizó una fiesta muy... a mi gusto, diría yo.

Nos acercamos al lugar y le dedico una mirada a mi acompañante. Está espectacular. Ese vestido le queda maravilloso y se ajusta a cada parte de su cuerpo, sé que le gusta ser observada, ella sabe lo que tiene. Sigo mi vista y el escote en ese vestido es bastante excitante, demasiada tentación. Sus labios rojos me provocan pensamientos para nada castos.

Me he cansado de echar atrás con ella. No sé qué demonios me pasa, pero de un tiempo hacia acá de una manera distinta, no dejo de pensar en ella en ningún momento. De mil maneras diferentes y muy pocas son buenas. Sí, me gusta demasiado. Lo irónico de la situación es que yo le dejé en claro muchas veces que solo éramos amigos, pero ella no ayuda. Ahora que la veo con Aiden mi lado más egoísta la quiere atraer hacia mí de nuevo. Parece ser el Karma, pero ahora me gusta ella y pienso hacer lo posible por averiguar si ella se siente igual.

Nos bajamos y caminamos juntos hacia la entrada de la mansión.

Este lugar es enorme, nada impresionante, aunque sí muy lujoso y evidentemente caro. Metido en mi mundo. Caminamos y nos recibe el mayordomo que nos guía hacia la parte trasera donde es la verdadera fiesta.

A la salida del patio trasero ya se escucha el sonido de la música. Salimos y miro a mi compañera porque sé que está impresionada por las vistas, está acostumbrada a pequeñas fiestas de universidad o fraternidades.

Nos recibe un enorme jardín con piscina. Está abarrotado de personas, unas encima de otras bailando un tanto descontrolados, ya el nivel de alcohol ha subido. Hay meseras vestidas apenas y llevan bandejas con tragos de diferentes colores, cada uno más delicioso que el anterior y con nombres bastante creativos. El lugar está atestado de chicas hermosas y de niños ricos de papá, pero lo mejor es la parte de los juegos de mesa donde hay chicas bailando para los invitados y, por supuesto, hay entretenimiento para las chicas también. En otras partes de la casa se reservan habitaciones para otras... actividades. Es como un paraíso de música, sexo y alcohol.

         – Si sientes incomodidad en algún momento podemos irnos – le digo a Regina, pues no estoy seguro de que le gusten estas cosas.

         – Estás loco, esto es una pasada – me dice emocionada y sonrío.

         – Bienvenida a mi mundo – la tomo de la mano para llevarla a bailar.

Estas fiestas no es que sean la elite, pero si tienen un alto nivel, no me gusta alardear, pero hay algunas cosas que se pueden conseguir con dinero y las relaciones indicadas.

Veo bailar a la chica frente a mí al ritmo de la música, sintiendo cada nota y disfrutándolo al máximo. Como si la vida quisiera ponerme una pequeña prueba se oye en los altavoces una canción suave y muy sensual. Las chicas del área de juegos hacen una coreografía para los invitados, pero mis ojos no se apartan de la pelinegra frente a mí. Mueve sus caderas suavemente al ritmo y tiempo de la música, juguetea con su pelo y pasa sus manos por todo su cuerpo de manera provocativa.

<<Me va a enloquecer>>

Se acerca a mí y me coloca los brazos sobre los hombros y los cruza detrás de mi nuca. Empieza a contonearse contra mí y me la pone dura. Ella lo nota y una sonrisa traviesa invade sus labios.

<<Estás jugando con fuego>>

La aparto de mí y me permito seguir admirándola.

Mi celular comienza a sonar y ya sé de qué se trata. Cuelgo y me alejo aprovechando que Regina se encuentra en un grupo de chicas. Camino por el pasillo que va hacia el cuarto de servicio. Como ya esperaba ahí estaba el anfitrión de la fiesta: Ronald. Es el hijo del mejor amigo de mi padre y siempre han tratado de que nos llevemos bien, pero me cae gordo. Su padre es el socio de todas las movidas sucias del mío.

Con ninguno de los dos: el peso de las decisionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora