37. Descubierto

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Aiden

Llegando a casa, disminuyo la velocidad de mi moto. Estaciono y tomo las llaves, metiéndolas en mi bolsillo y sacando las de la casa para entrar.

Monic aún ha de estar durmiendo. La dejé en el cuarto de invitados luego de una muy larga noche de sexo. No quiero dormir con ella. No me apetece en lo absoluto. Lo único que quiero de ella es carnal y listo, ya tengo suficiente con que se quede a dormir casi a diario y no me apetece tenerla aquí todo el tiempo. Solo espero que le haya quedado claro cuantas veces se lo he dicho.

Camino al porche jugando con las llaves y cuando estoy a punto de introducir las llaves la puerta se abre para mí.

Levando mi mirada del pomo de la puerta y me quedo de piedra al ver a la persona frente a mí.

Regina.

Está aquí, en mi casa.

Los días que llevo sin verla, evitándola pasan factura y me golpean directamente a la boca del estómago. Me desordena toda la existencia con tan solo una mirada. Sonrío para hablarle y abrazarla, pero me veo interrumpido al encontrarme con su mirada, entre sorprendida, enojada y triste. Miro detrás de ella y algo en mi cabeza hace clic al ver a Monic sentada en el sofá con una sonrisa triunfal, que flaquea un poco al verme. Pasando de la burla a la sorpresa en un segundo.

¿Qué diablos pasó aquí?

Esto no debió suceder.

¡Joder!

Para nada. Claro que soy el hombre con menos suerte en el planeta tierra, pero esto no debió pasar. Regina jamás viene aquí. Ellas dos no debían conocerse y mucho menos en mi casa.

- Hola, Reg – las palabras salen entrecortadas en un intento de aligerar el ambiente que se ha creado en la sala.

- Hola. – Responde bastante cortante.

- ¿Qué haces aquí? – pregunto lo más sutil que puedo para no hacerla enojar más de lo que ya está.

- Vine para ver cómo estabas – la última palabra le sale en un tono raro y desvía la mirada – estaba preocupada porque no dabas señales de vida desde hacía más de 15 días, pero noto que mi preocupación ha sido en vano. – Mira a sus espaldas – estás muy bien.

Dice más como una afirmación y un punto final a la conversación. Pasa por mi lado chocando levemente conmigo. Miro al interior de la casa y Monic se encoge de hombros con esa sonrisa estúpida plasmada en cada centímetro de su rostro. La miro de mala manera advirtiéndole que no se va a quedar así.

Esto no está nada bien. Me giro en busca de Regina y la veo doblar en la acera. Dejo las bolsas de la compra en el suelo y voy tras ella. Puedo ver su cabello flotar en el viento. Corre lo más que puede queriendo alejarse de este lugar. Lo sé.

- ¡Regina! ¡Espera! – grito en un intento inútil de que me escuche.

Me echo a correr con todo lo que puedo y la alcanzo. Soy más veloz que ella aunque me llevara una buena ventaja. La tomo del brazo y se suelta de mala manera.

- Déjame ¿Quieres? – Dice enojada quitándose el pelo de la cara por la brusquedad del movimiento.

- Tenemos que hablar – digo casi en súplica.

- ¿Qué quieres? Para mí todo está demasiado claro.

- Quiero hablarte.

- No tenemos nada – dice apretando los dientes – absolutamente nada que hablar ¿Queda claro?

Se gira y comienza a caminar a paso rápido.

¿A dónde va?

- Regina, escucha – la vuelvo a tomar del brazo.

Con ninguno de los dos: el peso de las decisionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora