Regina
Peter a veces se comporta como un animal, qué a veces, es un animal.
Le ha pegado un puñetazo a Aiden que le ha dejado sangrando, le rompió la nariz. Así, sin siquiera dar tiempo a que esquivara.
– Estás demente.
Le digo enojada y me acerco corriendo hasta donde se encuentra Aiden, que ha caminado unos pasos debido al impacto. Veo como sonríe y lo único que puedo pensar es que está totalmente loco ¿Cómo va a seguir provocándolo? La cara de Peter es de pura rabia.
Pero ¿Qué carajos le pasa?
– Aiden, por favor, vete de aquí. Ve adentro. Ya te alcanzo. – le digo y me pasa por el lado, obedeciéndome y aun sonriendo.
Agradezco al cielo que me haga caso porque lo último que quiero en este momento es que el problema se salga de nuestras manos, que no pase a mayores. Espero.
– ¿Se puede saber qué demonios te pasa? – espeto molesta al chico frente a mí.
– Lo siento, no sé qué me pasó, en serio. Se me fue de las manos. – suaviza su expresión al mirarme – Vámonos a casa por favor.
Lo miro incrédula. Definitivamente está loco.
– ¿A casa? Estás loco. Vine con mis amigos. – digo en un tono un poco más duro de lo que debía - ¿Te estás viendo? No me apetece ir contigo en este estado a ningún sitio. Para empezar o sé ni siquiera qué haces aquí – continúo molesta – te dije que no vinieras, que estaba bien. La estaba pasando genial hasta que decidiste quemarme el móvil y salí a hablar contigo ¿Qué digo hablar? A discutir es que salí; y después decidiste aparecer y arruinarlo todo con tu obsesión por controlarme a cada segundo.
– Estaba preocupado – me dice.
– ¿Si te escuchas? – digo incrédula – te dije mil veces que todo estaba bien. Te agradezco la preocupación, pero me parece que ya esto raya la locura. No tenías que venir aquí y mucho menos comportarte como un animal y armar todo este show. ¿Qué demonios pasa contigo?
– Pensé que tal vez necesitabas que viniera por ti, la última vez que saliste con Aiden terminaste muy borracha – hace una pausa – inconsciente.
– Pues, si es eso lo que te preocupa, estoy más clara que el agua. ¿Me ves? No he tomado más que una cerveza. – lo miro severa - ¿Contento?
Él me mira por unos minutos en silencio y veo como sopesa decir o no algo.
– Vamos a casa, Regina. – veo como endurece su expresión.
– No voy a casa, Peter – mantengo mi posición – Estoy bien. Cuando Aiden se vaya me voy con él. Vine con él, regreso con él. Punto.
– Vienes conmigo, ahora. – esta vez me toma del brazo bruscamente y tira de mí en dirección a su coche.
Prácticamente me está arrastrando hasta el auto y lucho contra él con todas mis fuerzas, en vano porque soy más débil y pequeña. Me dedica una mirada cargada de enojo y no puedo evitar sentirme asustada. Nunca había visto una reacción así de su parte. No conmigo.
– Me estás haciendo daño, Peter – digo con la voz un poco cortada por el susto.
Su mirada cargada de ira me recuerda a mi padre.
De repente su expresión pasa a ser una preocupada y me doy cuenta de que mi cara expresa todo el terror que estoy sintiendo. Me suelta y doy unos cuantos pasos hacia atrás sujetando mi brazo. Me observo y veo pequeñas marcas que comienzan a tornarse rojas, tal vez por el forcejeo o porque en verdad me estaba sujetando con demasiada fuerza, no lo sé. Comienzo a llorar pensando en los golpes que pasaban a ser marcas luego de unas horas y siento como se empieza a desmoronar todo a mi alrededor. Caigo al suelo de rodillas mientras lloro y me siento abrazando mis piernas.
ESTÁS LEYENDO
Con ninguno de los dos: el peso de las decisiones
Teen FictionLos seres humanos somos inconformes e indecisos. Por falta de valentía o conocimiento hacemos cosas que resultan no ser las necesitadas pero si las que deseamos. Regina vive una vida triste y compleja desde la muerte de su madre, condenada a vivir c...