Peter
Cuando el imbécil de Richard me citó para la fiesta de esta noche me dieron ganas de mandarlo a la mierda y a todos los demás, pero algo dentro de mí decía que tenía que asistir.
Cuando llegué lo primero que vi fue esa mata de pelo oscuro que me ha atormentado en mis sueños durante 21 días. Sentí una calidez en mi pecho inigualable. La extrañé tanto, pero no podía acercarme a ella, no aquí. Sin embargo, todo se fue por el caño al ver al idiota de Richard ponerle una mano encima. Juro que vi rojo y quise matarlo.
Ahora toda la furia se había disipado. Sentir los suaves labios de Regina sobre los míos y sus dedos acariciando mi nuca me llevó al cielo en un segundo. Había extrañado tanto esto, verla, sentirla, besarla. Su aroma hacía maravillas con mi respiración y me sentí aliviado, en paz. Me sentí nuevamente en casa. Me aparté de ella un segundo para escrutarle el rostro y grabarme cada detalle de él, su nariz, sus labios, sus ojos, esa mirada cargada de amor, de te extrañé. Me grabé cada detalle de ella en este momento.
– Te he extrañado tanto – me dice y no la dejo continuar porque lo que necesito es que me bese, que me mire y no se separa más de mí.
La abrazo, la abrazo tan fuerte que creo que se va a romper entre mis brazos.
– No vuelvas a alejarte así – le digo pegando mi frente a la suya – no pudiera soportar ni un minuto más sin ti.
Ella niega y vuelvo a besarla con frenesí. Ella no duda en devolverme el beso y la tomo de la cintura, pegándola más a mi cuerpo. El tiempo que llevo sin verla, sin besarla, sin tocarla pasa factura y siento que a ella le pasa igual.
– Vámonos a la casa – ella toma la iniciativa y no le voy a la contraria.
Busco mi auto en lo que ella se pone el top y la espero en la entrada de la mansión. Cuando llega me bajo corriendo y la beso nuevamente mientras le abro la puerta del copiloto y la tomo por los muslos, la subo en el asiento me meto entre sus piernas acariciándola y besándola por todos lados. Masajeo sus muslos y su cintura mientras la beso en la boca y el cuello. Me separa y le doy un pico. Subo a mi asiento y pongo el auto en marcha. Agradezco que el apartamento no quede alejado de este lugar.
Cuando llegamos parecemos dos locos, nos besamos en todas partes, en el estacionamiento, en los pasillos y en el ascensor. Entramos al apartamento y la levanto del suelo, la coloco en mi cintura mientras me quito la playera y ella se quita los zapatos. La coloco sobre mi cama con cuidado y le quito el top de un solo movimiento, dejando sus pechos únicamente cubiertos por la fina tela del bikini.
– Esto está muy revelador – digo entre respiraciones cortadas – me encanta.
Ella sonríe y me toma la cara entre sus manos, me besa dulcemente y yo le acaricio todo el cuerpo. La miro de pies a cabeza, es hermosa, es perfecta, paso mis manos por su cintura y llego a su trasero para apretarlo con deseo.
La extrañé demasiado, la extrañé tanto que no puedo pensar en otra cosa esta noche que no sea hacerla mía.
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En la mañana me levanto y le preparo el desayuno. Ella está dormida profundamente. Me recuesto a su lado y la observo dormir, plácida y tranquila. Como unas uvas de la bandeja del desayuno y no puedo pensar en otra cosa que sus labios comiéndola y yo probándolas de ellos.
La veo removerse un poco y se gira quedando frente a mí, abre los ojos y una sonrisa se dibuja en sus labios. Se acerca y me da un corto beso. La atraigo hacia mí y la abrazo, la beso en la cabeza y aspiro el aroma a miel y chocolate de su cabello.
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Con ninguno de los dos: el peso de las decisiones
Teen FictionLos seres humanos somos inconformes e indecisos. Por falta de valentía o conocimiento hacemos cosas que resultan no ser las necesitadas pero si las que deseamos. Regina vive una vida triste y compleja desde la muerte de su madre, condenada a vivir c...