Capítulo 3

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Todos los hermanos se encontraron en los límites de Villa Troll. No había casas, mucho menos trolls que estuvieran jugando o dando abrazos a cada hora, sólo estaba un sendero que guiaba a los gigantescos y misteriosos árboles, guardando el peligro que residía en el propio bosque.

Pasaron varios minutos en silencio, ninguno se atrevía a decir palabras motivadoras para su siguiente aventura. La ansiedad y el dolor eran demasiado para formular una oración positiva. Eran criaturas que se caracterizaban por ser alegres y risueños, con colores igual de radiantes que el arcoiris, pero no toda la información que poseían los humanos de ellos eran ciertas. También podía tener grises tormentos

Spruce llevó una mochila pequeña de un tono violeta; dentro contenía la cantidad de comida necesaria para una búsqueda familiar, su esposa se lo había empacado junto con el apoyo moral que brinda una pareja en momentos de crisis. Clay cargaba con papeles que sobresalían de su bolsa oscura; unos eran de su aburrido trabajo como contador, otros resultaron ser mapas de todo los pueblos que podían existir en el bosque y uno que otro libro para obtener mayor información del lugar, algo realmente útil considerando que el transporte no contaba con GPS. Floyd, por otro lado, se encargó de empacar ropa para todo el equipo, al igual que materiales que fueran indispensables ante la presencia de una herida de gravedad. Aquel troll de shorts negros rezaba con todas sus fuerzas, esperando no llegar a usar ninguna de las vendas o curitas que cargó en su mochila de tono plateado.

Cada minuto que pasaba se volvía un tormento para Floyd; sus pensamientos lo atormentaron con más fuerza, llegando a imaginar múltiples escenarios donde su hermano menor era el protagonista y, por desgracia, todos contaban con un final desgarrador.
Su mirada sólo se podía enfocar en la destruida foto familiar que se negó a soltar. Era lo único que tenían para encontrar a Ramón, también era lo único que tenía para recordarlo.

La tierra comenzó a vibrar entre ellos. Las pequeñas piedras daban brincos mientras enormes grietas se manifestaron con violencia alrededor de ellos. Los tres retrocedieron con rapidez, sosteniendo con fuerza sus bolsas. Observaron con seriedad aquel animal de piel blanca y franjas verdes que brotó de la tierra, como una flor amenazante en primavera. Delante de ellos apareció la enorme oruga risueña que, al mismo tiempo y de forma inexplicable, era el transporte de Jonh Dory. La misma maquinaria que utilizaron para rescatar a Floyd, ahora serviría para buscar a su hermano.
La bestia daba pequeños brincos, su sonrisa dejó a simple vista esos blancos dientes, y en sus ojos se percibía una inocencia y obediencia que sólo los niños pueden tener. La criatura se acercó a los hermanos, meneó su cola con gusto mientras sacaba su lengua con una respiración acelerada.

-Hola, pequeño-comentó Spruce, acercándose con sigilo. Deseaba evitar a cualquier costo un baño de saliva por parte de su pretencioso, pero juguetón transporte. El trolls de cabello morado lo acarició con cariño. Los otros hermanos sólo miraron un poco incomodo cómo aquel animal se dejaba dominar por unos simples halagos.

El gusano dejó de moverse luego de unos segundos. Caminó hacia atrás. Terminó de forma horizontal y dejó a simple vista la entrada a su interior. La puerta se abrió de un golpe, mostrando una imagen sería y cansada John Dory, una que les recordaba los intentos que hacía por imitar pasos de trolls más jóvenes sólo para sentirse menos viejo.

-Listo-jadeó mientras intentó recuperar su postura-¡Vamos, no hay tiempo que perder!

Clay y Spruce subieron a toda prisa. El trolls de pelo rosa estaba a punto de subir cuando unos pasos apresurados llamaron su atención.

-¡Espera!

Se dio la vuelta con sospecha para encontrarse con la propia princesa tratando de alcanzarlos. Llevaba su vestido de siempre y una bolsa de azul claro que hacía una buena combinación con su ropa y calcetines.

-¿Poppy?-. Se acercó, deteniendo el paso de la princesa-¿Qué haces aquí?

La troll de cabello y piel rosada tomó un tiempo para recuperar su respiración. Su pecho subía y bajaba a una velocidad poco natural y saludable. Esto preocupó a Floyd, pero después de unos segundos volvió a presentar la activa y alegre imágen que la caracterizaba.

-Yo voy con ustedes.

Los ojos de Floyd se abrieron por completo.

-¡¿Qué?!-dio un paso atras- ¡Claro que no! Es demasiado peligroso.

-Ramón es mi novio-Su mirada se volvió sería, como cualquier rey que tiene que tomar decisiones difíciles para salvar a su reino.-. No pienso abandonarlo.

Floyd comprendía el sentimiento que Poppy transmitía. Conocía sus pensamientos, al igual que los deseos que se formaron en su mente. Sin embargo, era la persona más importante para su hermano, y jamás se perdonaría si por su culpa Ramón pierde el único brillo que le da sentido a su vida.

-Tu reino te necesita-aclaró, tratando de no sonar grosero-. No puedes sólo dejarlos.

-Papá se hará cargo y mi hermana le ayudará.

Las excusas se acaban por parte de Floyd. Y se podía notar en su vacilante mirada.

-Floyd, por favor-Tomó las manos del mencionado para llamar su atención-Ramón nos necesita.

-Creo que mientras más manos mejor.

Floyd sobresaltó ante esa opinión. Su hermano mayor llevó un buen rato observando la conversación, pero decidió guardar silencio para observar cómo su hermano se derrumbaba ante la presión. Una mala costumbre que tenía.
Floyd volvió a ver los ojos de la princesa. Luego de unos dudosos segundos, exhaló con fuerza y cayó rendido ante esa sensible batalla.

-Bien, pero no quiero que te alejes demasiado. No quiero reclamos de Ramón.

Era tanta la alegría de Poppy por viajar con ellos que abrazó con fuerza a Floyd antes de subir al transporte.

John se acercó con prisa, pero sabía que debía mostrar un rostro sereno y frío para no alterar al resto del equipo.

-¿Trajiste la fotografía?-alzó una ceja.

Floyd sacó la foto que, para ser sinceros, no deseaba dársela a su hermano, pero era necesario para recuperar a Ramón.
John Dory la tomó con desesperación, se acercó a la nariz de la oruga y, se metió con la misma rapidez con la que llegó. El gusano estaba listo para iniciar con la aventura. El troll de chaleco verde se subió de inmediato y se dirigió al asiento del conductor.

-¡Abróchense los cinturones!

Quitó el freno de mano, cambió la palanca de velocidad y el motor cobró vida. Avanzó a una velocidad impresionante, dejando atrás una simple, pero enorme cortina de humo.


Lo Siento [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora