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El viento era fuerte y constante. El cielo plateado obligaba a todos permanecer en la calidez de sus hogares y la nieve cubrió todos los reinos que quedaron en el olvido, los que existían y, tal vez, los que faltaban por descubrir.

En medio de ese bosque muerto, una enorme bestia se movió con fuerza entre el corazón del lugar, atravesando sus inertes senderos hasta terminar a unos cuantos metros de lo que parecía un olvidado acantilado. Los pasos de aquel animal se detuvieron con brusquedad, seguido de un enorme rugido. Era impresionante como su actitud extasiada no podía frenarla ni el propio clima.
La puerta lateral se abrió, dejando ver una luz amarilla tan cálida como se puede esperar de un casa movil. Un troll salió envuelto en una chamara morada gruesa, pantalones azules y botas negras para soportar su último pendiente del mes.

-Esto es una perdida de tiempo-gruñó un troll de aspecto viejo recargado su hombro en el marco del a entrada.

El troll se acomodó una mochila celeste mientras intentaba que el viento no se llevara su gorra rosa tejida con amor por su cuñada.

-Siempre dices lo mismo cuando venimos.

-Y no voy a cambiar de opinión -agregó con irritación.

El troll se volteó para ver esa mirada celeste llena de rencor. Podía sentir en ese simple acto todo los demonios que los abrumaban con memorias del pasado que, a pesar de no tener ninguna justificación, no era bue o guardarlo por tanto tiempo.
Su corazón se comprimió ante eso.

-Algún día la perdonarás.

Rechazó esa idea con un bufido y los brazos cruzados.

-No te vayas a tardar- Desvío la mirada, cansado de ver los intentos de su hermano por cambiar su creencia-. Le prometimos a los chicos estar antes de que anochezca.

Este se limitó a asentir, pues sabía que, convencer a Jonh Dory de algo era tomar varios meses de largas conversaciones.
Avanzó hasta desaparecer en un mar denso y blanco como las margaritas en primavera.






Era como estar en cámara lenta, donde el tiempo parece no avanzar y cada paso parecía estar envuelto en una gran roca. Tan pesado y lento.
Miró a su alrededor por segundos. Había estado ahí más de una vez, pero siempre le llegaba a su memoria los fragmentos de la aquella batalla, creando escalofrío que recorría sus piernas hasta llegar a sus cansados hombros.
Subió la bufanda hasta cubrir la mitad de su rostro, mas eso no impidió que sus mejillas se volviera rojas y la punta de su nariz recorriera una sensación de ardor.
Podía sentir sus pulmones arder con cada bocanada de aire, sin embargo, estaba decidido a no irse.
Después de caminar bajo los imponentes árboles, llegó a una zona despejada donde los arbustos no crecían y un enorme muro de piedra impedía el paso. La nieve parecía un enorme cementerio, y sólo existe una tumba.
Ninguna sería capaz de compartir su profunda soledad.

Se acercó hasta que la lápida dejó de parecer una simple roca. Podía apreciar los detalles con más claridad al igual que las raíces que lo cubrían.
Sacudió la nieve y quito las hierbas malas.
Algo que tomó sólo un minuto.
Se arrodilló sin importarle el agua que tendría en sus pantalones. El frío envolvió sus piernas causando un leve dolor, pero poco a poco se acostumbró hasta que quedó esa sensación quedó en segundo plano.
Abrió su mochila y comenzó a dejar en la tumba los obsequios: un ramo de tulipanes rosas y unas velas de tono beige.

El viento se detuvo.
Un silencio agradable los invadió.

-Hoy no pudo venir. Está ocupado preparando la protección en el pueblo-se quitó la gorra, dejando al descubiertosus puntas rosadas-. No quiere que ningún troll salga lastimado con estas tormentas. Sabes cómo es.

No hubo respuesta.
No obstante, sentía que lo escuchaba, que se reía, que le respondía sin ningún rasgo de ira en su voz, en su alma.

-Me hubiera gustado que fuera de otra manera. Te lo he dicho más de una vez-apretó la orilla de la gorra-. No sé donde estés, pero espero que estés rodeado de paz y tranquilidad con tu pequeño hermano. Qué tengan la felicidad que se les fue arrebatado.

Acercó su mano con respeto.
Miró el gravado por unos segundos como si pudiera ver el espíritu de ella en esas palabras.

Ayla
Una gran hermana mayor.

Se levantó con cuidado.
Las piernas no podía sentirlas, pero hacía un esfuerzo por avanzar.
Se detuvo antes de irse, mirando por unos segundos la tumba y, con una sonrisa, se despidió.

-Nos vemos el próximo mes.

Se alejó sin decir otra palabras.
Ambos estaban en planos diferentes: uno perdió todo para conseguirlo; y el otro daría lo que fuera para no volver a perderlo.
A pesar de eso, ya tenían el tesoro que tanto añoraban y, sin importar la situación, uno no volvería a despreciarlo.




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⏰ Última actualización: Aug 01 ⏰

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