Capítulo 17

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La oscuridad avanzaba por el cielo mientras los últimos rayos de sol desprendían su calor entre las fisuras de los árboles. El viento movía las hojas de forma traviesa, creando murmuros imposibles de entender. El frío acarició el rostro de los dos soldados que resguardaban la entrada principal, cambiando el color de su nariz a un rojo vivo. Sin embargo, los soldados no se inmutaron ni por un segundo. Un brillo asesino rondaba por esos cansados, pero atentos ojos.

Un profundo silencio merodeó en el lugar, haciendo más fácil el trabajo de aquellos trolls, sin embargo, unos fuertes gruñidos rompieron dicha tranquilidad. Los guardias tomaron posición de defensa, pero no veían nada a lo lejos, solo un extenso bosque sin fin. La tierra se sacudía con intensidad, aumentando en cada segundo.
Los soldados agarraron con fuerza sus lanzas hasta tener los nudillos blancos, pero el miedo les impedía realizar otro movimiento.
De repente, una sombra crecía con intensidad. Era como ver a un espíritu lleno de mucha vida y sin tener algún control. La criatura comenzó a manifestar sus colores, dejando a los soldados boquiabierta: una gran oruga de piernas verdes y piel blanca se acercaba con una enorme existación. Antes de que cualquiera pudiera mover un simple dedo, la gran Rhonda tomó al guardia de la derecha mientras el de la izquierda, de aspecto amargado, trataba de sostener su cola. La criatura dio varias vueltas para su diversión, pero para el pequeño troll era igual a estar en un fuerte  tornado. Se soltó de un golpe, luego de aguntar por tanto tiempo,  chocando con un viejo tronco. Su compañero seguía gritando mientras parte de su cara se encontraba en medio de los dientes y el resto fuera del mismo.

—¡Aaaaaaaaah!—gritó —¡Quítenmela!

—Resiste, Juan—susurró—. Allá voy.

Tomó la lanza mientras se levantaba con las piernas temblorosas y la vista borrosa. Corrió hacia la criatura y, de un salto, subió a su espalda. Trató de mantenerse y darle un estocada a la bestia con su arma, pero esta fue más lista. Se cayó de espaldas con una gran fuerza, sacudiendo su cuerpo en el  césped rasposo; movía sus patas de un lado a otro. Se levantó al terminar de rascar su espalda, mostrando a un troll semiconsciente. Era como ver a un hot cake color verde.

—Refuerzos—dijo, tratando de levantarse del tremendo golpe—Necesitamos refuerzos...

Los gritos del soldado en la boca de Rhonda y las fuertes pisadas de aquella criatura fueron suficientes para llamar la atención de los demás. Una gran cantidad de guardias salían disparados de las puertas, como flechas en batalla. Todos centraron su atención en la bestia, dejando de lado el resto del escenario.

En un árbol, cerca del propio pueblo, caminaban con sigilo unos cuatro trolls  con anchos trajes de papel verde y diamantina café.

—Esa es mi chica—susurró John.

—Muy bien chicos—dijo Clay—, pónganse el resto del disfraz.

Los demás hermanos obedecieron como si su vida dependiera de ello, colocándose un sombrero de papel mache de color pino y, sin esperar un sólo segundo, cuatro arbustos frondosos saltaron de la rama mientras el ruido seguía presente.

Aterrizaron de forma efectiva para tener unos disfraces. Floyd sacó un poco la cabeza del traje. El pueblo estaba hecho un desastre; los soldados seguían saliendo del reino mientras varios trolls miraban con miedo el acto. Algunos niños se escondían atrás de sus padres y los adultos miraban con horror. Otros estaban en la seguridad de sus hogares, tratando de disfraz desde la distancia qué ocurría.

Un sentimiento de culpa invadió su ser. No le gustó la idea de ser el causante de tal desastre, pero sabía que era la única manera de recuperar a su hermano.

—¡No puedo creer que haya funcionado!—aclaró Spruce con un gran entusiasmo. Sacó la cabeza como si hubiera estado atorado en un apretado suéter de navidad.

Lo Siento [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora