Capítulo 5

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Los primeros rayos del sol entraban por las ventanas de un pequeño capullo blanco. El canto de las aves viajó por los aires mientras el aroma a rosas y tréboles inundó la atmósfera de aquel gigantesco árbol. El primer hogar de toda la población trolls.

Los párpados de cuatro hermanos se abrían con una tranquila flojera. El mayor se levantó a regañadientes; con los pelos desordenados y un hilo de baba salía de sus labios, su sueño había sido demasiado deleitable para dejarlo en una sola noche. El segundo hermano de pelo morado y bien peinado para recién despertarse se levantó de inmediato, no esperó ni cinco minutos para realizar su rutina de abdominales como un obsesionado atleta. El tercer troll, de cabello amarillo y de ojos celestes, se levantó con un libro triste que tomó de la pequeña biblioteca de la abuela; lo abrazó con la misma fuerza que se expresa en las tragedias románticas, cuando ninguno de los dos locos enamorados pueden estar juntos, y sólo queda en una vieja ilusión. Por último, pero igual de importante, despertó con una mirada perdida el pequeño troll de cabello rosa que, dentro de unos minutos, dejaría el papel de hermano menor.

Los hermanos comenzaron a jugar y realizar su desorden entre esas paredes de color verde. Sin embargo, una figura femenina, de cabello recogido y de alta estatura, entró de inmediato a la habitación.Tenía esa emoción y cariño que sólo las abuelas podían transmitir; llevaba el mismo suéter rojo de siempre y su vestido color vainilla.

Una sonrisa de oreja en oreja se reflejó en sus labios al mismo tiempo que una emoción incapaz de ocultarse.

—¡Niños, deprisa!—aclaró con estusiasmo—¡Es hoy!

La atención de los cuatro hermanos fue atrapada por las palabras de su tutora. El sueño se había dispersado en cada fragmento de sus cuerpos, las ansias recorrerían todo su ser y el entusiasmo los levantó de sus camas, olvidando por completo cualquier rastro de cansancio. Todos salieron deprisa del capullo, a pesar de sólo llevar los pantalones blancos de sus pijamas. Corrieron por la rama debajo de ellos y entraron con brusquedad a la habitación de la abuela. Era muy diferente a la de sus nietos: en vez de juguetes había libros, en vez de carteles de sus bandas favoritas había tejidos que tapizaban todo los muebles, en vez de instrumentos musicales había fotografías de su pequeña familia.

Guardaron silencio cuando su vista fue capturada por aquel cuerpo ovalado de color celeste claro con curvas de tono lapislázuli. Reposaba en una almohada esponjada bajo la luz de la habitación sin hacer ningún movimiento, era como ver una estatua o una pintura de museo, pues su belleza era algo que no debía ser tocada sino admirada por su incomprensible concepto de estética.

—Abuela, aún no nace—dijo el hermano mayor utilizando un tono de capricho.

No todos podían admitirlo, pero se sentían algo decepcionados de ver al huevo intacto, sin ninguna grieta o movimiento que indicara su eclosión.

—Paciencia, niños—contestó mientras entraba a su cuarto—. Esto toma su tiempo.

Sin decir otra palabra, se sentó en el sofá y comenzó a tejer con lentitud, olvidando que tenía a un grupo de niños inquietos cerca de algo tan frágil como lo es un huevo.

Los hermanos se quedaron desconcertados. No querían esperar tanto, pero era evidente que tampoco deseaban perderse la llegada del nuevo integrante; habían esperado demasiado días para poder saber cómo sería su nuevo hermano. Sin tener muchas opciones decidieron quedarse y matar el tiempo con la enorme imaginación que tenían, controlando las enormes ganas de salir a jugar. Hicieron de todo: jugaron viejos juegos de mesa que su abuela tenía guardados en una repisa, leyeron los libros que le fascinaban tanto a Clay—pero los dejaron debido a la enorme cantidad de nostalgia que cargaron sus páginas—, presentaron su primer concierto a la abuela que, a pesar de ser sólo un espectador, aplaudió con la fuerza de todo un escenario lleno. Trataron de aprender a tejer, pero era más complicado de que lo parecía, prepararon galletas con ayuda de su abuela. Hicieron cualquier cosa para matar el tiempo, mas su hermano se resignaba a nacer.

Lo Siento [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora