Capítulo 19

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El alba se presentó sin mostrar ningún retraso. La mayoría de los troll estaban ordenando los últimos detalles para el festival: en el centro del jardín, cerca de la cascada, había mesas redondas con manteles blancos. La orquesta preparaba sus instrumentos, algunos colocaban las luces alrededor del lugar, otros ponían los último arreglos florales toda la ceremonia. Todo estaba casi listo para darle la bienvenida al invierno.
Mas nadie sabía que, detrás de la cascada, se hallaba un pequeño grupo de criaturas, en el que sus horas estaban contadas.

En medio de una jaula, donde la humedad abundaba en grandes cantidades y el aroma era un factor insoportable, unos hermanos estaban intentado con su último aliento escapar.
El hermano mayor seguía atacando las rejas con las mínimas rocas que estaban a su alcance, el troll de cabello amarillo le ayudaba aunque las heridas en ambas criaturas destacara como la luz del atardecer en el agua. El hermano de cabello rosado se hallaba sentado en un rincón, con la cara destrozada de tanto llorar, la mirada perdida en un profundo arrepentimiento, y el brazo izquierdo con tantos moretones. Se quedó sentado como un cadáver en medio del desierto; no había dicho nada más desde que despertó, confesando su dolor ante sus hermanos.

Un troll de cabello morado se acercó para examinarlo, para tratar de animarlo, pero ¿cómo revivir a una flor que ha muerto desde la raíz? Trató de usar las palabras, las anécdotas, la sabiduría, mas no respondía ante ningún intento. Los lamentos persistía en la realidad.

-¡Ahg!

Golpeó las rejas con una pequeña y puntiaguda roca. No hubo ningún rasguño. La piedra se alejó de sus manos, rodando hasta estar cerca de la entrada de dicha prisión. Parecía que la vida le gustaba alimentarse de la frustración de ese grupo.

-¡Maldición!-expresó, golpeando las rejas mientras caía de rodillas.

-Volveré a buscar más rocas-dijo Clay, tratando de encontrar alguna otra arma en su diminuto y oprimido mundo;sin embargo, el tono de su voz se notaba una pizca de desesperanza.

-Es inútil...-susurró, cansado de tanto luchar-. No puedo abrirla...

Los dos hermanos miraron con dolor a Jonh Dory que, poco a poco, se vestía con el mismo pesar que Floyd. Un estado que ningún hermano desea ver en su familia. En ese momento no existía las diferencias que habían cargado por tantos años, solo una familia rota.
Tal vez era la poca luz, o los golpes comenzaban a hacer efecto en la visión de Floyd, pero podía jurar que el color de su hermano se iba desvaneciendo con la lentitud de unas nubes plateadas.

Unos pasos se escucharon por toda la cueva, como si estuvieran arrastrando sacos llenos de tierra. El grupo levantó de golpe, manteniendo la guardia en alto, excepto del más joven de ese grupo que seguía sentado como un muñeco de trapo.

-Es obvio que no la vas a abrir-mencionó una voz que provocó eco.

Todos los hermanos abrieron los ojos de par en par, el malestar desapareció como si de una ilusión se tratara, y el brillo en su mirada volvió a la vida. Una silueta se acercó despacio, firme, seguro en cada paso que daba, pero no sabían que estaba igual de confundido que ellos y, de algún modo, asustado.

- Necesitas la llave para salir de aquí, ¿no te parece?- La poca luz que brindó el alba fue suficiente para alumbrar a un rostro muy familiar.

-¡Ramón!-gritó Floyd que, como si de un milagro se tratara, se levantó del lugar y corrió hasta el límite de la prisión.

El troll de cabello oscuro retrocedió ante tal acción, como si no estuviera seguro de lo que estaba haciendo.
Floyd notó aquella inseguridad. Podía sentir la incomodidad cubrir cada parte de su cuerpo, obligándose a recordar que no era del todo su hermano menor.

Lo Siento [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora