ADELINE IVANOVA
Resurgí muchas veces en mi vida, tantas que siempre vuelvo a ponerme de pie siendo una persona diferente. La vida no me da otra maldita opción más que levantarme y seguir, así que eso hago.
Esta mañana llegamos a Rusia.
Volví al imperio Petrov pero esta vez con mis hijos y preparada para reinar absolutamente todo.
Me miro al espejo mientras me coloco el labial rojo carmesí que siempre uso, llevo un catsuit negro de tiras y amolda perfectamente mi figura. Mi cabello negro lo llevo suelto y perfectamente liso y brilloso.
Camino con seguridad y salgo de cuarto para ir hacia el jardín, los niños están con Kaia viendo los caballos y al parecer están fascinados con este lugar. Ava se quedó conmigo y Max se fue porque hay cosas importantes que debe resolver, se que debo enfrentarme a la prensa en algún momento pero no quiero hacerlo aún.
—Reina—pronuncia Calamardo mientras me da una sonrisa.
Lo miro a los ojos y sonrío.
Él es el brigadier que más ha durado, su lealtad es algo admirable, aún recuerdo el día que vino por primera vez y a pesar de los años sigue aquí firme junto a los Petrov.
Calamardo es un hombre de unos cincuenta años, está en un muy buen estado físico, tiene sus ojos cafés y el cabello castaño, su mirada es penetrante y sus tatuajes acompañan la energía dominante que emana. No se cuánto mide pero sin dudas es mucho más alto que yo, es un hombre muy capacitado e inteligente se nota de lejos.
—Ha pasado tanto que ni siquiera se si sigo siendo la reina Calamardo—expreso tranquila.
—Usted es la única reina y siempre lo será—pronuncia seguro.
Sonrío y le doy una mirada de complicidad.
—¿Me tienen todo listo?—inquiero sería.
—Sí.
Paso por su lado y camino por el jardín mientras estoy totalmente enfocada en mis pensamientos, siento como me cerebro trabaja aún más de lo normal. Hay muchas cosas que quiero hacer, muchas cosas que solucionar y aún así siento que no me está alcanzando las malditas manos y el tiempo para hacerlo.
Uno de los hombres que está custodiando una de las cuevas de tortura me da un saludo silencioso y abre la puerta para mí, ha pasado tiempo que no entraba exactamente acá y eso me trae varios recuerdos.
Mis tacones resuenan por el oscuro y silencioso lugar. Enciendo la tenue lámpara que ilumina el rostro de la mujer sentada en la silla a unos pocos metros, mis ojos se encuentran con los suyos y se mueve pero las cadenas no dejan hacerla más que eso.
Es un poco controversial mi opinión pero tengo la fiel creencia de que los padres y las madres sí tienen un porcentaje de culpa de los monstruos que puedan ser sus hijos. Somos creación de la infancia que nos dieron, para bien o para mal la familia es responsable de lo que somos como persona.
—Tienes unos ojos hermosos—pronuncia en un tono bajo—. Aún así se nota a leguas la oscuridad camuflada en ellos.
Sonrío falsamente y caminos unos pasos más para estar frente a ella.
La madre del maldito demonio Elliot Durand.
—¿De verdad cree que necesito camuflar mi oscuridad?
Sus ojos me inspeccionan de pies a cabeza.
Es una mujer incluso un poco mayor que mi padre pero su genética ha de ser buena, tiene cabello rubio cenizo con algunas canas escondidas y ojos color miel. Se nota que es una mujer con clase, Lidian me enseño a reconocerlo fácilmente.
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La redención del Diablo [#3 TRILOGÍA PURGATORIO]
RomansaTodo acto tiene su consecuencia, eso Adeline lo ha aprendido muy bien. Pero si algo le han enseñado los Petrov durante estos años es que la sangre se paga con sangre. Y la venganza siempre es necesaria. "El final del purgatorio"