Mis ojos vacíos le hicieron saber a Mario que nuestro amor se había fragmentado como un cristal.
—Perdóname, Annia. —Su voz se quebró y vi sus ojos nublados por las lágrimas.
Por alguna extraña razón yo no lloraba. Quizás era porque ya estaba cansada de hacerlo.
—Vete, Mario. Regresa a Nueva York y déjame aquí. —Mi voz estaba extrañamente enronquecida.
—No quise hacerle daño. ¡Yo no quería que él muriera, Annia! —Se apresuró a tomar mis manos.
En ese momento quería que se oscureciera todo de pronto, que llegara el final.
—Lo ocultaste tantos años... —apenas musité.
—¡Porque tenía miedo de perderte!
—Ahora comprendo tantas cosas...
—Lo siento, Annia. Lo siento tanto... Pensé que podíamos ser felices. ¿Era mucho pedir?
Con la vista fija en el césped, él continuó ante mi silencio:
—Sí... era demasiado... No te merecía. Nunca lo hice.
—No puedo casarme contigo, Mario. Ya no —sentencié. Él pareció comprenderlo.
—Seremos amigos, Mario. Siempre. —Ahogué un lamento—.Te amo, pero ya no confío en ti.
Mis palabras fueron dardos certeros que destruían cualquier esperanza que él pudiera abrigar. Lo vi quebrarse ante mí, pero yo estaba harta de las mentiras. todo en mi vida habían sido mentiras. Y el silencio de Mario, todos estos años, era lo que más me dolía.
Sabía que en él no recaía la culpa. Todo habría sido diferente si mi madre no hubiera vuelto temprano a casa el día del accidente, si mi padre no hubiera olvidado su billetera, si Irenne no hubiera llamado ni a Mario ni a mi padre. Si el automóvil de mi padre no se hubiera descompuesto...
Esbocé una ligera sonrisa y acaricié sus cabellos. Él levantó la cabeza. Una chispa de esperanza avivó sus ojos.
—Al menos dame tiempo. Necesito poner en orden mis sentimientos —dije suavemente.
Y eso necesitaba. Necesitaba creer en Mario otra vez. Convencerme de que era nuestro amor lo único que ya importaba.
—¿Quieres que me vaya?
Asentí.
—De acuerdo.
—Detendremos nuestros planes... Al menos por ahora —dije tan solo para que no muriera su esperanza—. Regresa a Nueva York. Necesito pensar.
Pero Mario se dio cuenta de que ya no lo veía como el hombre de mi vida, porque yo sí había perdido toda la esperanza. Porque yo era así.
Sin decir nada más, me miró a los ojos y me hizo una caricia que me hizo estremecer. Cerré los ojos con fuerza para no derramar ni una lágrima.—Siempre cuidaré de ti, Annia.
Y después de besarme la frente se marchó.
❀𖡼⊱✿⊰𖡼❀
Rompimos nuestro compromiso, ante el pasmo de mi madre y la aflicción de Carlo. Ella no lo culpaba de la muerte de mi padre. Aseguraba que iba a exceso de velocidad. Nadie supo con claridad cuál de los dos factores ocasionó que el vehículo se estrellara. Según mi madre, fueron las decisiones erradas de mi padre e Irenne lo que los arrastraron a ese irremediable desenlace.
También dejé de creer en mi madre, y en todo lo que en adelante me diría. Me enfrasqué en mis pinturas, como si fuera lo único real y honesto que mis ojos pudieran ver y mis manos palpar. Al menos en ese mundo nadie me mentía, ni tampoco nadie volvería a lastimarme.
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En Tus Sueños
Teen FictionAnnia es una joven que recuerda vagamente lo que sucedió el día en que perdió a su padre. Su muerte es una herida que, con el paso de los años y debido al misterio que la envuelve, no ha podido cerrar. A través de sus propias experiencias y de la re...