22. En casa de Aarón

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—Hey, Annia... ¿y fue todo lo que viste? —Mario jugueteaba con sus llaves.

—Pues el viejo me tomó por sorpresa. No pude ver nada más —rumié.

—Pues sí que es raro. No me imagino qué clase de secretos pueda tener tu abuelo. ¿Estás segura que no te lo estás inventando? —Los ojos de Mario chispeaban con malicia—. Creo que estabas tan aburrida que te dieron ganas de hacerla de ladronzuela y crearte una fantasía.

—¡Ya, Mario! —Le di un golpecillo en el hombro—. ¡Todo lo que te platiqué es verdad.

—Bueno, bueno, te creeré sólo porque tienes un buen récord conmigo.

—¿Ah, sí? ¿Y qué quieres decir con eso?

—Pues que nunca me has mentido. Aunque siempre has tenido una imaginación desbordada. ¡Menudas historias contabas de chiquilla! En verdad, ¿de dónde sacabas tantas ideas?

—Es que leía mucho... —Puse cara de sabihonda.

—Más bien veías mucha televisión.

—¡Ya, Mario! ¡Estoy hablando en serio! —Perdía la paciencia—. ¡Como sueltes otra bromita te voy a agarrar a pellizcos!

—Está bien —soltó una última carcajada—, tus pellizcos siempre han sido mortales para mí.

Puse cara de hartazgo.

—No se me ocurre nada, Annia... Un mechón de cabellos dorados en una habitación extraña no me dice nada. —Trató de retomar el hilo con mucha seriedad.

—¿Y qué con las iniciales grabadas en los vinilos?

—Eso también es extraño...

—¿Tú crees que alguien más haya vivido en esa casa, aparte de mi madre y mi abuela?

—Podría ser... —Arqueó las cejas—. Después de todo, durante mucho tiempo no supiste nada de tu abuelo; hasta los diecisiete, cuando lo conociste. Muchas cosas pudieron haber pasado.

—Sí, puede ser. Pero me cuesta trabajo creer que tal vez él se haya vuelto a casar o haya vivido con alguien más.

—¿Y si tocas el tema con tu mamá...?

—¡Para nada! —interrumpí—. ¡Ese tema está vedado!

—¿Tampoco quiere hablar de eso? —En la expresión de Mario se adivinaba que hacía lo posible por buscar las palabras exactas para terminar de hablar—. ¿Qué fue exactamente lo que la distanció de tu abuelo?

—No lo sé muy bien. Desde que nací ya había dejado de hablarle. Una vez me dijo que él fue quien le volvió la espalda. Luego vinieron algunos problemas económicos y ella aseguró que él la había estafado. Pero ya conoces a mi madre —lancé un suspiro y clavé la mirada en el asfalto—, parece una tumba. Nunca dice nada de su pasado.

—Eso lo sé... —Ahora la mirada de Mario era taciturna—. Quizá piensa que es mejor no escarbar en el pasado...

—Porque puedes encontrar cosas que no te gusten... —terminé la expresión.

Los dos nos miramos durante un largo rato.

—Bueno. ¡Ya! ¡Vuelve de la luna o adonde quiera que hayas ido! —Sentí un coscorrón.

—¡No me fui a ningún lado! —Arrugué la nariz y me sobé la cabeza—. Estaba recordando... ¿sabes que más dijo ese viejo?

—¿Qué cosa?

—Que yo era tan curiosa como todas las mujeres que habían vivido en esa casa, y que, al parecer, todas habían llevado el infortunio a ese lugar. ¿Tú crees que estaba desvariando? Yo lo noté un poco ausente cuando me dijo eso.

En Tus SueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora