Me encerré en mi cuarto durante la siguiente semana, como si eso fuera a ayudarme en algo. No quería ver a nadie, y estaba agradecida de que finalmente la universidad hubiera terminado. Solo tenía que ir por los resultados de los exámenes finales. Pero no me interesó saber si había tenido buenas calificaciones; ni siquiera recuperar el bolso que olvidé en la discoteca.
Aarón me llamó todos los días, pero no contesté. También iba a buscarme a casa diariamente. Amenacé a mi madre con irme muy lejos si osaba darle el paso a mi habitación, a él o a cualquiera que se atreviera a visitarme. Así que él se topaba con la mirada severa de mi madre y su voz implacable diciéndole: «Vete a casa, Aarón. Ella no quiere verte».
En seguida yo corría a la ventana del cuarto de Isabel para verlo marcharse con las manos metidas en los bolsillos y su cabello arenoso cayendo sobre su frente. Sentía pena por él, pero también quería castigarlo por lo que me había hecho. Me di cuenta de lo insoportablemente necia y orgullosa que podía ser.
No sabía nada de Clara. Lo último que vi de ella fue su odiosa sonrisa de triunfo aquella terrible noche. Después de pensarlo mucho, me di cuenta de que todo había sido un plan hilado por ella. Eso de salir en cuatro había sido la excusa perfecta para intentar acercarse a mi novio. Entre más lo recordaba menos creía que me hubiera traicionado de esa manera.
Estaba rabiosa con todo el mundo; ni siquiera quería hablar con Mario. No me había buscado, tal vez porque no sabía exactamente qué había sucedido esa noche, ni yo había marcado su número por temor a escuchar la voz de Clara.
En mi sexto día de reclusión, mi madre asomó la cabeza por la puerta.
—¿Quieres hablar, hija?
Algo bueno tenía que salir de aquella pesadilla. Al menos mi madre parecía estar preocupada por mí e intentaba establecer comunicación conmigo.
—Supongo... —Asentí.
Le había referido con anterioridad lo que había sucedido, solo que omití los detalles principales. Le conté que una mujer estaba coqueteando con Aarón frente a mis narices y que él no la había rechazado; que salí como alma que lleva el diablo cuando los descubrí y que, finalmente, Aarón me había alcanzado en la puerta de salida, atribuyendo su comportamiento embrutecido al alcohol.
Eso fue suficiente para que mi madre dejara de hacer más preguntas y respetara mi silencio y mi soledad. Pero seguramente pensaba que algo tenía que estar muy mal, además de eso, para que yo rehusara las visitas de Aarón y para que Clara se hubiera desaparecido de la faz de la tierra.
—¿Piensas perdonar a Aarón algún día? —me preguntó mientras me hacía compañía sentándose a mi lado en el sencillo juego de sala de mi habitación.
—Ya lo perdoné —respondí malhumorada—. Solo que él no lo sabe.
—Es un buen chico. ¿Por qué no le das otra oportunidad? Siento mucha pena cada vez que le digo que se marche. Muchas veces no se va. Se queda sentado en la acera de enfrente esperando a que tú bajes y le abras la puerta.
—Mamá... —Mis manos empezaron a torcerse por la angustia que me causó lo que iba a decir— ...la chica que estaba coqueteando con Aarón era Clara...
Una sombra severa nubló los ojos de mi madre.
—La misma historia... —murmuró y agachó la mirada.
—¿Cuál historia? —Estaba segura de haber escuchado sus palabras muy bien.
Ella volteó hacia otra dirección, jugueteó con uno de los encajes de su vestido y después de una pausa contestó:
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En Tus Sueños
TeenfikceAnnia es una joven que recuerda vagamente lo que sucedió el día en que perdió a su padre. Su muerte es una herida que, con el paso de los años y debido al misterio que la envuelve, no ha podido cerrar. A través de sus propias experiencias y de la re...