Desde la partida de Aarón aborrecí el día de los enamorados. No me importaba si caía en sábado o domingo, pero cuando lo hacía entre semana... Las risitas de mis compañeras de clases luego de haber recibido flores anónimas y chocolates me hacían sentirme un poco celosa y desgraciada.
Aunque ya había salido de mi ostracismo, esos dos años habían dejado una huella imborrable. tenía suerte si alguien me dirigía una sonrisa o entablaba conmigo aunque fuera una conversación corta. Suspiré mientras miraba a través de la ventana del salón el ir y venir de los chicos, entregando arreglos florales y osos de peluche. todas las chicas vestían de rojo o de blanco.
Para enfatizar aún más mi depresión, ese día llevaba unos jeans deslavados, una camiseta color negro y una simple chaqueta holgada azul marino. Hacía mucho tiempo que había abandonado los colores pastel que me hacían lucir un poco más alegre, o los atuendos joviales y primaverales que tanto le gustaban a Aarón. Aún dejaba mi cabello suelto, y tenía por cierto un aspecto mucho más sano que nunca, sólo que no lo adornaba con ninguna cinta ni broche en especial.
No niego que a veces me preguntaba qué habríamos hecho Aarón y yo ese día. Seguramente, pensé, me habría sorprendido con un ramo de rosas. Luego, habríamos pasado todo el día juntos, diciéndonos toda clase de mimos y haciendo mil arrumacos. Al final habríamos terminado paseando en alguno de los lagos, después de haber tenido una cena romántica en un restaurante iluminado a media luz, con una bella música de fondo.
Cuando volví a la realidad me consolé al pensar que sólo tendría que soportar la universidad cuatro meses más. Ante mí se abrirían nuevas oportunidades y yo podría comenzar desde cero.
La risa estruendosa de Clara me hizo voltear bruscamente hacia la entrada del salón. Era la única hora que compartía con ella. ¿Cuánto tiempo hacía que no la escuchaba reír de esa manera? Casi sentía que me encontraba viajando en el pasado, hacia algún tiempo en el que aún éramos amigas.
Seguían sus pasos un séquito de «amiguitos», todos ellos ansiosos por regalarle una flor y obtener de ella una sonrisa. Debí reconocer que cada día estaba más bella. Cada día se parecía más a su madre, aunque no fuera tan alta ni sus cabellos tuvieran el mismo color.
Ese día se veía mucho más radiante, con una minifalda azul celeste, unas botas blancas de tacón alto y una chaqueta color crema que se amoldaba perfectamente a su figura. Había recogido su cabello en una coleta alta de donde descendían sus bucles dorados.
Ya me había acostumbrado a verla solamente de lejos, siempre rodeada de un montón de niñas bonitas, de las mejores familias, y a veces de un montón de jovencitos que hacían hasta lo imposible por obtener su atención.
Con aire melancólico dirigí mi mirada hacia su graciosa figura, mientras me aseguraba lo falsa y frágil que había sido nuestra amistad. Tal vez nuestro destino era permanecer enemistadas para siempre, como sucedió con nuestras madres.
Tomó asiento a unos escasos pupitres enfrente de mí, y me dirigió una rápida mirada. El alboroto era tan grande que la pobre maestra desistió de seguir adelante con su clase. Estaba permitido que ese día los mensajeros (miembros del comité estudiantil encargados de coordinar la festividad) interrumpieran las clases para entregar los adornos florales.
Las chicas se levantaban alegremente de sus pupitres cada vez que uno de ellos las llamaba por su nombre. Clara era sin duda la mejor posicionada. Con mirada altiva se dirigía una y otra vez hacia el chico en turno, portador de sus regalos. De regreso a su pupitre, sonreía ampliamente hacia ambas direcciones, haciendo resonar los altos tacones.
—¡Ay, Clara! ¿¡Cómo le haces para ser tan popular!? —le decía una de sus amigas—. ¡Tienes más rosas que cualquier otra chica!
Clara rio abiertamente. Me pareció que dirigía su mirada hacia mi persona.
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En Tus Sueños
Novela JuvenilAnnia es una joven que recuerda vagamente lo que sucedió el día en que perdió a su padre. Su muerte es una herida que, con el paso de los años y debido al misterio que la envuelve, no ha podido cerrar. A través de sus propias experiencias y de la re...