2. La Fiesta de la Primavera

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—¡Es hoy! ¡Es hoy! —gritaba Clara mientras se colgaba con insistencia de mi brazo izquierdo.

—¡Clara! ¡Me asustaste! ¿Qué? ¿Qué es hoy? —pregunté molesta, tratando de desprender a la pequeña rubiecita, que mas bien parecía una sanguijuela.

Clara liberó mi brazo, se llevó su mano derecha a la boca y rió con singular alegría.

—Pues... ¿qué mas va a ser hoy? —me preguntó aún advirtiendo mi enojo. En realidad me había sacado un buen susto al interceptarme de esa manera en el pasillo de la escuela.

—¡Hoy es la fiesta de la primavera! —canturreó.

—¿Y eso qué? —respondí despectivamente mientras reanudaba el paso—. Yo no voy a fiestas —puntualicé.

—¿No iras? Pero Annia, ¡Aarón! ¡A la fiesta va a ir Aarón!

—Aarón.... —Entorné los ojos tratando de hacer encajar ese nombre con alguno de mis conocidos o pocos amigos, pero nada vino a mi mente. Miré a Clara con gesto de interrogación y negué con la cabeza. Ella bufó.

—¿Es que tengo que decírtelo todo yo? —me preguntó un poco molesta—. ¡Aarón Schein! ¿Oyes bien?: ¡Schein!

¡Vaya que sí la escuchaba bien! ¡Me estaba gritando prácticamente en el oído el apellido Schein!

—¿Con que Aarón? —La miré con suspicacia. Ella rió con malicia. De pronto supe a quien se refería.

Aarón Schein: Un joven guapo, atlético y alegre. A mi parecer... un fanfarrón finalmente. Su reputación en la universidad, completamente enlodada. Y vaya que la institución era grande. En las aulas y los pasillos de la escuela su nombre era famoso. Conocido a sus veinte años como un auténtico «Casanova», un conquistador sin remedio. Le gustaba salir con chicas que no buscaran un compromiso, de cuando en cuando se metía en algún aprieto si alguna joven se enamoraba de él y entonces empezaba a acosarlo mas de lo que él quisiera. Pero él era todo un rompecorazones. Conocía la manera de librarse de aquellas chicas que revoloteaban a sus pies. Dejando corazones rotos y resentidos por aquí y por allá.

Bueno, tenía que reconocerle algo al tipo: podía ser un buen amigo, era divertido, y de personalidad liviana, juguetón y bromista, siempre con buen sentido del humor. Su única debilidad eran las mujeres, pero no cualquier tipo de mujeres, él buscaba a las más lindas, pero si eran tontas, mucho mejor.

—¿Qué tienes tú con él, Clara? —Quise saber, intrigada.

—Pues veras... —respondió Clara, mientras retorcía con su dedo índice su simpática y rubia coleta—. ¡No lo creerás! ¡No, seguro que no lo creerás!

Pues, no le iba a creer si no me lo decía. Después de una pausa y risas nerviosas, ella continuó.

—Mario se ha hecho amigo de él, bueno... —dudó—... no exactamente su amigo, pero el martes pasado llegué a casa temprano, y ahí estaban los dos en la sala, platicando. ¡Muy amena su conversación! ¡No podía creer que Aarón estuviera en mi casa!

¡Yo tampoco lo creía! ¿Qué tenía que hacer Aarón con alguien como Mario? Ellos dos no tenían nada que ver... ¿Y platicando sobre qué? ¿Desde cuándo a Mario le gustaba platicar con alguien como Aarón? A no ser que la plática tratara de chicas... pero Mario no era así. Mario era inteligente, diferente, y yo jamás le había conocido siquiera una novia. No me cabía en la cabeza como esos dos podían siquiera congeniar en algo.

—Pero, Clara. —Interrumpí mis pensamientos—. ¿Tú quieres ir a esa fiesta sólo porque va él?

—Pues.... sí —respondió casi para sí misma.

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