Vermont, 1977.
Tres días antes de la boda de Irenne, Estela irrumpió en el estudio de Luis. Él se encontraba tomando una siesta. Tras rondar varias horas como alma en pena por toda la mansión, encontró la ocasión perfecta para esculcar entre las pertenencias de su marido algo que pudiera comprobar si sus temores eran ciertos.
En el piso de arriba, Irenne se probaba el vestido de novia. Isabel le ayudaba a escoger el maquillaje adecuado para tan importante día. La ceremonia se llevaría a cabo en la majestuosa catedral St. John the Baptist, en el norte de Bennington. Después de la recepción, los novios partirían a Minnesota.
A Estela ya nada de eso le interesaba. Estela había permanecido noches en vela, sintiendo el dolor de su corazón y su alegría fragmentada en mil pedazos. Día y noche su mente se afanaba en un sinfín de preguntas sin respuestas.
La actitud de Luis no había mejorado, por más que él quisiera aparentar. La historia del anillo, la cinta cuidadosamente guardada... Un velo de incertidumbre cubría la vida de Estela. Se daba cuenta de que no quería Luis envejecer con ella. Recordó los votos de fidelidad de aquella hermosa tarde de primavera en la que contrajeron matrimonio. El hecho es que Luis estaba lejos... tan lejos que ella ya no podía alcanzarlo.
Jamás fue curiosa, jamás revolvió los documentos de su marido ni abrió sus cajones o leyó su correspondencia. Su confianza era ciega y total, porque Luis siempre había sido un buen hombre, y ella lo amaba, tanto que nunca indagó más allá de lo que él quiso decirle.
Nunca existieron secretos ni nunca sintió la necesidad de hurgar en la vida de su marido... Hasta ese día.
Con manos temblorosas pero decididas, escudriñó de extremo a extremo cada uno de los compartimentos del escritorio. No encontró nada revelador. Una vez más pareció recobrar su sano juicio. Luis no podía engañarla, y menos con alguien como Irenne.
Pero estaba el bendito anillo... La inscripción grabada en él se había grabado también en su corazón con un fuego abrasador que le impedía respirar. No podía ser que tanto la quisiera como para comprarle una prenda tan fina y delicada.
Ya no consideraba a Irenne como parte de su familia. No soportaba ver su belleza ni su juventud ni su alegría desbordante ni sus chispeantes ojos verdes. «Esa chiquilla vulgar... —se repetía— ...mi corazón no me mintió aquella noche en la que un augurio me reveló que todo terminaría mal. No me equivoqué, y Luis no me escuchó... ¿Cómo, si la última palabra siempre la tiene él?»
Estaba claro para Estela, que esa niña de trece años se hizo pasar por una pobre huérfana para colarse en sus vidas y posicionarse como uno de los miembros de la familia Riveira... Algo había detrás de esa sonrisa despreocupada, de esas manías divertidas aunque vulgares, detrás de esos ojos bellos y vivarachos. Nada más que mentiras...
Una nueva oleada de furia sacudió sus pensamientos. tenía que dar con la verdad, fuera la que fuera. Entonces pensaría en cómo enfrentarla.
Con suerte, pensaba, todo tenía una explicación. Amaba tanto a Luis que le permitiría explicarle todo. Lo de la cinta, lo del anillo, su comportamiento huraño y su rechazo en la cama... Pero no lo que encontró al descorrer la puerta de un solitario mueble de madera arrinconado en una esquina. Dentro de un sobre amarillento había incontables fotografías de Irenne. Con las precarias ropas que usaba antes de que llegara a vivir con ellos, luciendo su uniforme del colegio, hasta sus flamantes dieciocho años... cada cambio que revelaba su paso de niña a mujer. Otras dos cintas de cabello ataban un manojo de cartas escritas por Luis y nunca entregadas. «Mi amada Irenne, mi amada Irenne», todas ellas empezaban con el mismo saludo.
ESTÁS LEYENDO
En Tus Sueños
Ficțiune adolescențiAnnia es una joven que recuerda vagamente lo que sucedió el día en que perdió a su padre. Su muerte es una herida que, con el paso de los años y debido al misterio que la envuelve, no ha podido cerrar. A través de sus propias experiencias y de la re...