Capítulo 7

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Dentro del majestuoso templo de las Horas Elion, Samay, Aneu, Gia y Mara, se reunían en tranquilidad, una inquietante sensación comenzó a llenar el aire. La atmósfera, que normalmente irradiaba paz y serenidad, se vio alterada por la presencia de un ser divino desconocido. Las ninfas sintieron un escalofrío recorrer sus espaldas, como si el propio viento hubiera traído consigo el anuncio de un dios.

Las Horas, experimentadas guardianas de la naturaleza y el tiempo, intercambiaron miradas llenas de incertidumbre.

-Ares, hemos oído que ahora eres el más buscado del Olimpo, felicidades-mencionó Gia mientras lo vea pasar frente a ella

-Es tan real que en el Olimpo lo rumores corren rápido- dijo Ares mientras movía la mano, que causó que Gia saliera disparada para atrás, golpeándose con uno de los pilares que se encontraban en el templo

-Los dioses siempre tan agresivos con su sentir- dijo Aneu tomando una lanza mientras se acercaba a Ares

-Me das tanta ternura Aneu, como en los viejos tiempos- Aledis salió detrás de Ares, mientras la observaba con indiferencia

-Es cierto que sigues con vida, el arrebatarte tus dones celestiales era la única manera de deshacerme de ti, pero sorpresivamente aquí estás, presentándote como toda una criminal

-Sorpresa, a mí también me da mucho gusto verlas. No puedo creer que todas las ninfas luchamos con el sueño de llegar aquí, es patético, yo siempre aspiré... a más

-No te preocupes niñita, no te queremos aquí- dijo Samay que con una lanza en mano se abalanzó contra Aledis, pero quedó congelada un segundo antes de poder perforarle el ojo con su arma

-Ustedes tienen algo que necesito, y no suelo pedir las cosas por favor- dijo Aledis

En el corazón del templo, giraba majestuosamente una diminuta esfera de cristal morado resplandeciente. Esta preciada reliquia formaba parte integral del cetro de las Horas, un artefacto ancestral que fungía como el canal de sus poderes, los cuales sostenían el delicado equilibrio de las estaciones. Ahora, en este momento crucial, mientras algunas ninfas asumían la responsabilidad de proteger el mundo y a los dioses, les incumbía a ellas mantener este sagrado deber.

-Nosotras necesitábamos que te quedaras entre las sombras y no escuchaste, no daré lo que no me dieron a cambio- respondió Aneu tumbando con su lanza a Aledis, la cual cayó al piso dejando solo un sonido seco

Ares observó con desagrado a las Horas mientras sus ojos se clavaban en Aledis, en busca de alguna señal que le permitiera continuar. Sin embargo, un simple intercambio de miradas le dejó claro que tenía la situación completamente bajo control.

Aledis agarró con firmeza la lanza que había estado en manos de Ares. Con un poderoso golpe, la hizo impactar contra el suelo, desencadenando una serie de fisuras que se extendieron hasta alcanzar la posición del cetro de las Horas. Con un estruendoso estrépito, el cetro cayó al suelo, y las enredaderas protectoras que lo rodeaban se desvanecieron, desvelando su poderoso secreto.

De entre los escombros surgieron una guardia de soldados que ahora estaban destinados a servir a su invocador, Aledis.

-Me parece que ustedes tienen una relación más que profesional- mencionó Mara

-Es un mal momento para uno de tus chistes Mara- mencionó Gia entre dientes

-Soldados que ahora me sirven, tráiganme por lo que he venido, y desháganse de quien les estorbe

-¡Elion, Gia! Protejan el cetro de las Horas, las demás no dejen que los soldados se acerquen- grito Aneu

Cada una tomó posición siguiendo el orden establecido por Aneu, empezó la batalla contra los soldados, eran fáciles de derribar, mientras Aneu buscaba derribarla y arrebatarle el cetro que le daba ventaja sobre ella.

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